viernes, 30 de diciembre de 2011

"I SPIT ON YOUR GRAVE" Y "THE WOMAN": MUJERES EN PIE DE GUERRA

No sé si tan solo es casual o tal vez sintomático de a saber qué, pero sin duda resulta curioso que dos de las películas de terror más estimulantes que he visto en el último mes sean I Spit On Your Grave y The Woman. ¿Por qué resulta curioso? Por los puntos en común que guardan, básicamente. Ambas toman a una mujer como origen del terror o, mejor dicho, como elemento al que temer en un momento dado. Ambas mujeres son agentes de una violencia visceralmente física, primitiva, sin concesiones de ningún tipo. Y ambos filmes se originan a la sombra de un film anterior al que enmiendan la caligrafía. En el caso de I spit on your grave, se trata del remake de la película homónima de 1978. En el caso de The Woman, viene a ser la secuela de Offspring (2009). Como punto en común adicional, cabría apuntar que ninguna de ambas películas ha sido estrenada en salas comerciales en este el país de Belén Esteban (¡Dios nos libre de todo "mal" cinematográfico!)... pero bueno, eso es otro tema.


I spit on your grave nos cuenta la sangrienta historia de venganza de una mujer contra los hombres que la han violado. Un argumento visto mil veces, sí, tal vez de un posfeminismo algo dudoso, pero que siempre apela a cierto nervio muy "sensible" de nuestro lado más visceral... y que, por tanto, raramente no funciona. La diferencia entre el original y el remake reside no solo en su estética (esa "estilización sucia" tan propia de determinada corriente del terror actual...), sino también en la brutalidad refinada y llevada al límite que exhiben sus asesinatos. Una brutalidad que cae en cierto regodeo gore tanto en su versión setentera como en la del siglo XXI, pero que en esta última se pule de imperfecciones para convertir lo que en la otra solo era una mujer "muy bien organizada" (por así decirlo) en una auténtica sombra sedienta de sangre y poseedora de una aura casi mítica. Quizá esta película no sea la gran revelación de lo que llevamos de década, pero sin duda compone un entretenimiento más que digno dentro de sus parámetros. Y como tal funciona.


El tipo de mujer vengativa que nos presenta The Woman es bastante distinto. De hecho, no hay transición de víctima indefensa a loba herida en busca de la más sanguinolenta de las revanchas: en el caso de esta segunda película, la loba lo es desde el principio (de hecho, se trata de la superviviente de la familia de caníbales de la primera parte). Una loba salvaje a quien un sádico machista toma erróneamente por cordero... cuando, en realidad, lo que hace la mujer del título es esperar pacientemente el momento de resurgir de sus despojos de falsa civilización. Por desgracia, no puedo hablar demasiado de la primera parte (Offspring) pues la empecé a ver ayer y aún ni la he acabado, pero la impresión general que me da es que es notablemente inferior a su secuela. Y es que The Woman, aun con sus efectismos granguiñolescos, se me antoja que adopta un enfoque más rico no solo en forma, sino también en fondo, al regalarnos una reflexión más bien cínica tanto sobre las trampas de la mal llamada civilización como sobre las de la (a menudo) mal llamada familia. Una reflexión que va arrasando con todo, hasta que lo único que deja en pie es una mujer salvaje que quizá en el fondo no sea tan salvaje. Una mujer que, en definitiva, solo se debe a sí misma y a sus instintos (entre ellos, el de fidelidad a los suyos).

lunes, 21 de noviembre de 2011

"MELANCHOLIA", "EVA" Y "VERBO": TRES VISIONES DISTINTAS SOBRE LA CIENCIA FICCIÓN

Entono el mea culpa: este blog es muy poco dado a hablar de ciencia ficción y hay un punto de injusticia en ello. Pero bueno, solo es porque a título personal me encuentro más próximo a géneros como el terror y el fantástico (más cerca del primero que del segundo, lo admito). Sin embargo, resulta que tres de las películas que más me han interesado en el último mes resultan pertenecer a este género. Algunas más que otras, sí. Así que, por una vez, haremos una excepción.


Lars Von Trier sigue con lo que, a mi entender, es su particular reinterpretación de los géneros cinematográficos. Si con El elemento del crimen le dio lo suyo al cine negro, con Rompiendo las olas al melodrama, con Bailar en la oscuridad al musical y con Anticristo al terror... ahora le toca a la ciencia ficción, representada en Melancholia. Quien no "soporta" el fantástico en general (métase ahí "terror", "ciencia ficción" y todo el lote) porque le parece un género menos digno que el drama social y el cine histórico dirá que la última marcianada del cineasta danés no es una película de ciencia ficción, sino una metáfora sobre la depresión anímica y el ser humano. A mí me parece una historia sobre el finde (el del mundo) y sobre dos buenas hermanas que "la pasan rebien" esperándolo. Salvo por un prólogo a cámara lenta de una estética poderosa y alucinante, tengo que admitir que la primera mitad de Melancholia, es decir, la primera horaza, me pareció particularmente aburrida y difícilmente soportable. Pero el loco de Trier es lo que tiene: con un elegante giro de guión en la segunda mitad, consiguió dotar a la primera de todo el sentido que yo no le encontraba, convertir su película en una experiencia angustiosa... y de paso, lograr que ese prólogo tan salao del que hablaba yo unas líneas más arriba adquiriera un significado pleno dentro del argumento, más allá de la belleza de sus imágenes. Melancholia es, con toda probabilidad, la película más bestia que he visto sobre el fin del mundo. Nada de amables espectáculos infográficos y héroes americanos corriendo para salvar a su familia: lo que encierra esta película es verosimilitud (humana, digo, porque a nivel puramente científico seguro que no es tan verosímil), una mala uva que te zarandea con la angustia que te provoca y que, en el último plano de la película, te deja de forma literal pegado a la butaca.

Lo mejor: Los sentimientos que te provoca, siempre a gran altura, y que convierten la película en una experiencia, un viaje. La interpretación tanto de una intachable Charlotte Gainsbourg como de Kirsten Dunst (la de esta última, sin llegar a ser prodigiosa, se convierte en el mejor trabajo de su carrera).

Lo peor: Que te salgas a mitad de película porque te esté pareciendo un coñazo. Y por supuesto, no poder saber nunca qué hubiera sido de un papel como el de Kirsten en manos de una actriz mucho más dotada y versátil como Penélope Cruz (que fue la primera candidata).


Si hay un género al que es muy poco dado el cine español, ese es la ciencia ficción. Baste con recordar que las cintas más recordadas a este respecto son, seguramente, Acción Mutante (tremenda gamberrada voluntariamente casposa y cínica, que marcó el debut en el largo de Álex de la Iglesia) y Abre los ojos (taquillazo amenabariano que se tomaba el género de forma muchísimo más seria, aunque quizá también más pomposa). Por eso sorprende tanto un estreno como Eva, historia de ciencia ficción seria, adulta, de sentimientos... y además, con unos efectos especiales poco grandilocuentes pero muy notables, que no en vano se llevaron el premio correspondiente en la última edición del festival de Sitges. Su historia sobre inteligencia artificial tiene una premisa que tal vez puede recordar al famoso título de Steven Spielberg (un científico es contratado para crear un niño robot -niña robot, en este caso- lo más verosímil posible), pero lo cierto es que la película de Kike Maíllo acaba tomando otros derroteros y, aunque ni de lejos alcanza los resultados de la de Spielberg, sí logra convertirse en una propuesta atractiva y amena, con voluntad comercial, y que sin duda merecía mejor suerte en taquilla.

Lo mejor: La variedad que aporta a una cinematografía (la española) cada vez más variada e interesante. Los efectos especiales. Y que, aun con un desarrollo pausado que búsca más al público adulto que al adolescente, no aburre.

Lo peor: Que a pesar de la variedad que aporta a una cinematografía (la española), de cara a la taquilla siempre pesen más los prejuicios del público. El guión no está mal, pero pudo haber dado bastante más de sí.


Y cerramos no solo con la que, junto con Melancholia (posiblemente detrás, pero no lo he decidido todavía), es mi favorita de las tres, sino con la que con más dificultad podríamos calificar de ciencia ficción. De hecho, creo que Verbo se acerca más al fantástico, pero me venía bien meterla en este post (jus jus). El debut en el largo del español Eduardo Chapero-Jackson (¡Noooo! ¡Más cine español!) es una reflexión en clave fantástica sobre los demonios de la adolescencia, esa complicada edad que no siempre tiene final feliz... y que se lo pregunten, si no, a los adolescentes que son víctimas de bullying por h o por b o por homosexualidad. El gran problema de la película, bajo mi punto de vista, es que tiene un público muy complicado: o bien adolescentes con una sensibilidad muy particular (que no sé yo cuántos son, a tenor de la pobre taquilla que ha hecho la película) o bien adultos que puedan dejar en suspenso sus veintipico/treinta-y-pico/cuarenta-y-pico años e identificarse con la protagonista... a pesar de que, dicho sea de paso, la película también reflexiona un poco sobre la responsabilidad de los adultos en el desarrollo de los adolescentes y de en qué convierte la sociedad a los adolescentes cuando llegan a adultos (a este respecto, no puede ser más elocuente la escena final del padre de la prota en la reunión de trabajo). Vamos, que aquí hay candela para todos. Si consigues dejarte los prejuicios en casa, sin duda Verbo es una experiencia que vale la pena.


Lo mejor: Algunos hallazgos visuales, tanto fuera como dentro del mundo fantástico. Cómo Jackson logra sacar lo mejor de un presupuesto tan poco holgado. La complejidad con la que se elige contar una historia, en realidad, tan sencilla. La interpretación asombrosamente sólida de una debutante como es Alba García. Y por supuesto, ese uso atrevido de los diálogos en verso, del que tan mal había oído hablar y que, sin embargo, tan bien me funciona.


Lo peor: Algún "hallazgo" visual dentro del mundo fantástico (en concreto, la más bien raquítica parte de animación). Que no haya una diferenciación más clara de las pruebas en el mundo imaginario. Que la mayoría de críticos se crean que lo que ha hecho Jackson en esta película es una arriesgada y fallidísima ruptura de formas y géneros... cuando en realidad, esa mezcla de realidad marginal, mundos fantásticos, cultura pop (hip hop, en concreto) y El Quijote a mí me remite totalmente a una personalización por parte de Jackson de los mundos de Neil Gaiman (y de forma más lograda que fallida, dicho sea de paso).

viernes, 4 de noviembre de 2011

LOS NUEVOS MITOS DE CTHULHU

Meses callado como una puta, pero por fin puedo revelarlo. El 3 de diciembre de este año tendrá lugar un lanzamiento muy especial: una antología colectiva de relatos titulada Los nuevos Mitos de Cthulhu, con la que Edge Entertainment y la Asociación Española de Escritores de Terror Nocte pretendemos celebrar el 30º aniversario del lanzamiento del mítico juego de rol La llamada de Cthulhu, basado en los mundos de H.P. Lovecraft.
 
 
Os iré dando más detalles, porque esto promete ser un bombazo. Pero por de pronto, os anticipo que para servidor este proyecto es un honor y un lujazo de toma pan y moja. Entre otras cosas, porque yo fui uno de esos valerosos adolescentes de pelo frito, granos en la cara y pantalones vaqueros subidos a la altura del esternón que jugaba a rol a (casi) todas horas y lo cierto es que La llamada de Cthulhu era mi juego favorito (recuerdo con especial cariño aquellas partidazas que mi hermano dirigía). Pero es que, además, poder rendir tributo a un maestro del terror como es H.P. Lovecraft.... ¡Vamos, eso no tiene precio! Mi relato dentro de la antología se titula "YGST" y con él quise rendir fiel tributo al espíritu de Lovecraft, pero al mismo tiempo actualizándolo, dándole un marcado toque personal y rompiendo determinadas formas de su prosa (vamos, que los muy talifanes del rey del terror cósmico igual empiezan a enviarme cartas bomba a casa...). De hecho, confieso que el enfoque y el continente del relato me parecieron tan atrevidos (a pesar de que, ya digo, en el fondo no se aleja tanto del contenido de algunos relatos lovecraftianos) que llegué a pensar que seguramente no incluirían mi propuesta en la antología. Pero mira, parece ser que al final les ha gustado. Y no sabéis lo que me alegro. A continuación os dejo con la nota de prensa que ha preparado Edge Enterntainment para publicitar el lanzamiento.


Edición especial de 'La llamada de Cthulhu' y nuevos Mitos para celebrar el 30º aniversario del juego

Hace treinta años que apareció La llamada de Cthulhu, y para celebrarlo, Edge Entertainment publica una edición especial de coleccionista, así como una antología de relatos creada en exclusiva por escritores de Nocte, la Asociación Española de Escritores de Terror.

Este año se cumple el 30º aniversario del juego de rol La Llamada de Cthulhu y para conmemorarlo, la editorial sevillana Edge Entertainment, propietaria de los derechos en nuestro país, sacará a la venta el próximo día 2 de diciembre una nueva edición del libro de rol básico y una edición de coleccionista.

Asimismo, como parte de la celebración de este aniversario, tendrá lugar también un lanzamiento muy especial: una antología conmemorativa titulada Los nuevos Mitos de Cthulhu, ideada y coordinada por el escritor de género fantástico Rubén Serrano, y que cuenta con la participación de destacados miembros de la Asociación Española de Escritores de Terror Nocte. Así, los principales representantes del terror patrio dan forma a este volumen, que verá la luz de forma simultánea al libro de juego.

Y todo ello se enmarcará dentro de una línea de productos de los Mitos proveniente de la licencia exclusiva de La llamada de Cthulhu con Chaosium, que permitirá poner en circulación a finales de este año y durante 2012 gran cantidad de títulos, juegos y libros relacionados con este ámbito.

Edge Entertainment posee importantes licencias como las de Juego de Tronos, El Señor de los Anillos, Warhammer, Conan, La llamada de Cthulhu, Battlestar Galactica y StarCraft, entre otros. Tiene juegos traducidos a más de quince idiomas que vende a más de treinta países.

viernes, 21 de octubre de 2011

INTRUSOS MIENTRAS DUERMES

No todos los meses tenemos la suerte de que las carteleras se nos llenen con estrenos potentes de género. Pero aún es más raro que se nos llenen con estrenos potentes de género... de factura española. En septiembre ya contamos con La piel que habito, ese último almodóvar que, sin ser género de terror puro, sí tenía mucho del mismo (así como de otros). Ahora en octubre les ha tocado el turno a dos realizadores mucho más adscritos al terror y al fantástico: Jaume Balagueró y Juan Carlos Fresnadillo.


El regreso del primero se materializa con Mientras duermes, un thriller que en esencia nos cuenta la obsesión del portero de un edificio (Luis Tosar) por observar y destrozar las vidas de los que le rodean, en particular la de una de las inquilinas del edificio (Marta Etura). Así en frío tal vez el argumento nos huela a déjà vu, a tantos telefilmes y películas de factura yanqui (el Sliver (Acosada) de Sharon Stone suena fuerte). Sin embargo, creo que la gran baza del último balagueró está en llevar ese cliché a un nuevo nivel de autenticidad gracias a las motivaciones reales del personaje de Tosar, es decir, al porqué de sus acciones, escalofriante (y de no poca penetración psicológica). Creo que es ese elemento y no ningún otro el que consigue que este Mientras duermes no se quede en una mera copia de tantas otras películas de sabor puramente americano y tenga aquello de las que aquellas adolecen por regla general: alma. Por supuesto, también ayuda mucho el buen hacer de Balagueró, quien muestra una depuración en su estilo que sin duda agradará mucho a los amantes de las formas clásicas, así como el trabajo de un siempre certero Luis Tosar y una muy ajustada Marta Etura.

Lo mejor: Como comentaba, las amargas motivaciones del personaje de Tosar (mucho más incisivas de lo que puedan parecer a simple vista). El buen pulso de Balagueró tras la cámara, que empieza a alcanzar unos niveles de sutileza de lo más interesantes en el plano dramático (véase el último plano que comparten Tosar y Etura o la última escena del actor con esa fabulosa Petra Martínez). La fuerza de un Luis Tosar que puede con todo.

Lo peor: Que uno vaya al cine esperando que por ser una de Balagueró va a ser de terror... y luego se encuentre con que para nada. Que muchos críticos de este país hayan sido tan miopes como para no reconocer a Balagueró hasta que ha hecho una película como esta, menos fantástica y más enraizada en la realidad y el melodrama. Determinadas decisiones de guión quizá un tanto forzadas e incluso inverosímiles.


El reverso de este particular binomio lo tenemos en Intruders, el último y muy esperado trabajo de Juan Carlos Fresnadillo.


De estructura narrativa aparentemente más ambiciosa que el filme de Balagueró, el de Fresnadillo nos cuenta la pesadilla que viven dos niños que ni siquiera se conocen (uno español, la otra inglesa) por culpa del acoso de una misteriosa criatura de aires míticos a la que llaman Carahueca. El gran problema de la propuesta es que, pese a partir de una premisa a priori más estimulante y original que aquella de la que partía Mientras duermes, esta Intruders hace exactamente el camino inverso al de su compañera. De este modo, si la primera elevaba y dotaba de alma a una idea bastante manida, la película de Fresnadillo toma una idea con mucho más potencial y la drena de toda energía hasta dar como resultado un filme bastante plano y frío. No es que Intruders sea mala: simplemente es una película que deja bastante indiferente, sobre todo por culpa de un desarrollo más pesado que lento, que peca sobre todo de tender a las redundancias y que, por desgracia, no se ocupa de otorgar profundidad a unos personajes con los que nunca llegamos a identificarnos en ningún sentido. Aun con todo, la película tiene elementos de interés, como la siempre estimulante presencia de Pilar López de Ayala (aquí muy desaprovechada), un buen diseño de producción, la voluntad de generar una figura mítica con ese Carahueca (al menos, durante tres cuartas partes del metraje) y una fotografía que saca lo mejor de esa oscuridad tan presente en casi todo el metraje.

Lo mejor: La escena con la que arranca la película, que tiene un pulso excelente. Las presencias de los siempre hermosísimos López de Ayala y Clive Owen (hablo de presencias porque hablar de sus trabajos respectivos me parecería exagerado, dados los personajes que les han tocado). Algunos hallazgos visuales aislados.

Lo peor: La sensación de pesadez y rutina que recorre el metraje por culpa de problemas muy localizados: reiteraciones innecesarias y personajes a medio desarrollar (y algunos de ellos, como los de los curas españoles, sin desarrollo alguno).

viernes, 30 de septiembre de 2011

DOS VISIONES DE LA NOVELA APOCALÍPTICA "MADE IN SPAIN"

Resulta muy complicado encontrar las palabras best-seller y «fantástico» unidas dentro de la narrativa española. Y cuando empleo el adjetivo «fantástico», no me refiero al sinónimo de «fenomenal» (que también), sino más bien a su género literario. Contra todo pronóstico, y con sus diferencias, los dos últimos libros que he leído encajan precisamente en esta especial categoría. Y lo más curioso es que ambos guardan algunos puntos más en común (sobre todo, en lo que concierne a su temática de tintes más o menos apocalípticos). En cualquier caso, más interesantes que los puntos en común me parecen las diferencias entre ambos, el modo particular con que cada uno aborda un mismo género.

 
Fin, de David Monteagudo, publicado en 2009 por la editorial Acantilado, no solo se ha convertido en todo un fenómeno de ventas, sino también en una obra con una recepción crítica entusiasta, que hizo que se alzara con el Premio Nocte 2010 a la mejor novela. En ella se nos narra el reencuentro de un grupo de amigos años después de una noche que, en cierto modo, marcó sus vidas. Durante la celebración, en la que se darán diversos encontronazos dentro de un grupo que ya no es lo que era, comienzan a materializarse de forma gradual los fantasmas del pasado (uno en concreto) hasta que un suceso inesperado desencadena la pesadilla. Así en frío, quizá la premisa huela un poco a cliché, tanto en su vertiente costumbrista como terrorífica/suspensiva. Sin embargo, el gran acierto de Monteagudo es saber dotar de una buena capa de verosimilitud a la historia, gracias a unos personajes que transpiran realidad y a unas interacciones que están siempre calculadas al milímetro para, a la vez que van dándonos un retrato generacional afilado y no exento de la crítica más amarga, escalar la tensión y mantenernos en vilo en cada página. Confieso que hacía mucho, muchísimo tiempo, que no me encontraba con un libro que me invita, más que a leerlo, a devorarlo. No cabe duda de que a ello ayuda la habilidad con la que Monteagudo logra introducirte en la acción, desarrollar el misterio y hacerte sentir casi como un personaje más, pero también la agilidad de unos diálogos tremendamente orgánicos que exudan verosimilitud desde la primera hasta la última letra. Tal vez el único punto negro que debería destacar, aparte de ese cambio abrupto (y no sé si del todo explicable) del tiempo verbal en la primera página de la novela, es cierta irregularidad en el apartado más puramente prosístico, pues se combinan fragmentos de descripciones muy inspiradas con otros fríos y casi mecánicos más propios de un guión cinematográfico. En cualquier caso, se trata de una novela muy recomendable... por no decir que de lectura obligatoria.


El reverso de esta particular moneda es Y pese a todo…, de mi compañero de Nocte Juan de Dios Garduño, publicada en la línea Z de la editorial Dolmen. Se trata de una novela que, pese a ser bastante menos compleja que Fin, juega su gran baza en la inmediatez que trasmite un producto muy consciente de sus claroscuros. Creo que Garduño tenía clarísimo cuál era el resultado que quería y a qué público particular quería llegar con él, y en ese sentido ha alcanzado su objetivo con creces (no en vano, y a no ser que haya habido cambios de última hora, ya está en fase de preproducción la adaptación fílmica de la novela). De forma y de fondo más abiertamente genéricos que la obra de Monteagudo, Y pese a todo… nos narra la situación de survival apocalíptico que viven dos vecinos de una población estadounidense que, como otras muchas, ha sido asolada por cierta pandemia. Se trata, como os podéis imaginar, de una novela de zombis, con muchos de los ingredientes propios de estos casos… y sin embargo, Garduño da un giro muy particular a los zombis de toda la vida y los convierte en algo nuevo. En cualquier caso, es evidente que lo que interesa al autor no es tanto la amenaza zombi como la relación entre los dos protagonistas, lo cual equipara en cierto modo sus pretensiones con las de Monteagudo. El problema es que yo no he llegado a empatizar ni a creerme Y pese a todo… ni una tercera parte de lo que me ha ocurrido con Fin. Desconozco si es un problema mío, al enfrentarme a la novela de Garduño como un producto de evidente sabor 100% americano bajo cualquier punto de vista (la sombra de Stephen King es tan alargada como la de Richard Matheson, en este caso) pero escrito por un español afincado en España. Quiero pensar que no, que no es una estúpida cuestión de prejuicios. En cualquier caso, se trata de una novela amena y ágil, que desde luego no da menos de lo que promete, con tensión pero también con sus momentos dramáticos. La única pega más molesta bajo mi punto de vista, aparte de cierto componente Deus Ex Machina en el desenlace, es tal vez ese estilo literario demasiado deudor de la novela americana (y que queda delatado por una profusión a todas luces excesiva de gerundios, recurso más propio de una novela traducida del inglés que de una escrita directamente en castellano). Por lo demás, se trata de un entretenimiento que dudo que os deje con mal sabor de boca.

martes, 27 de septiembre de 2011

ENTREVISTA A EMILIO BUESO




Javier Quevedo Puchal: Para resumir, Diástole es la historia de un pintor francés maldito que, a lo largo de varias sesiones, irá conociendo al modelo que posa para él, un misterioso extranjero de pasado y presente turbio. En el caso del extranjero, me quedaron claras las exigencias que definieron su nacionalidad y origen, pero en el caso de Jérôme ¿por qué francés precisamente?


Emilio Bueso: Un pintor impresionista que ha salido rebotado del mundo de las galerías de arte y la vida bohemia, conduce un Talbot Horizon… Hum, alguien así probablemente sea francés. Chino desde luego que no.


J. Quevedo Puchal: De algún modo, tanto Jérôme como su modelo son grandes fracasados, gente que lo ha perdido todo y hace tiempo que tocó fondo. Sin embargo, solo en el caso de Jérôme detecto cierta «simpatía» por tu parte hacia ese estado… o al menos, hacia ese tipo de personaje. ¿Observas esa misma ambivalencia?

Emilio Bueso: Los lectores sienten más atracción por Iván, un tío que tuvo que enfrentarse a la URSS para poder huir con la mujer que amaba, pero yo como narrador encuentro mucho más interesante la historia de Jérôme. Jérôme se resiste a perder su humanidad incluso cuando se ha convertido en un arrastrado terminal, en un pieza que todavía no ha podido visitar la tumba de su padre para no faltar a su trabajo de teleoperador de una línea de porno sádico.

¿Por qué me tira más el pringao? Pues porque fulanos como el primero los hay a patadas en la literatura contemporánea, pero personajes como el principal de esta novela pues me temo que no se han visto muchos… Supongo que he tratado de alcanzar una nueva cota dentro del mundillo de las novelas de perdedores.


J. Quevedo Puchal: El libro está narrado en primera persona desde el punto de vista de Jérôme, que tiene una voz bastante caótica y turbulenta. Por el contrario, cuando Iván le explica su historia, es él quien domina la narración, con una voz mucho más calmada, ordenada y, en cierta forma, uno diría que acechante. Yo me sentía más a salvo, por así decirlo, cuando hablaba Jérôme, pese a que ya digo que su voz es más frontal e impetuosa. ¿Era esa la sensación que pretendías crear con este contraste?
Emilio Bueso: Jérôme es un pintor fallido que lee poesía y se degrada de chute en chute. Iván, un tío que fue educado para integrarse en la alta sociedad y que ha tenido que ir de chulo de putas a terrorista para poder esquivar a Moscú. Los dos son príncipes y mendigos, pero ninguno es demasiado «maljode».
Con semejante elenco de personajes principales uno tiene que ir con cuidado si no quiere que suenen igual. Me hacía falta darle un carácter a la expresión de cada uno, así que opté por asignarles una dosis de pólvora bien distinta. Por eso cuando habla el yonqui todo es nervio, hambre, fiebre y agonías mientras que cuando habla el forajido el discurso se vuelve más frío y sereno.

Resulta difícil escribir una novela en primera persona con estos mimbres. Supongo que es uno de los andamiajes literarios que más me costó situar.


J. Quevedo Puchal: Creo que uno de los grandes logros de Diástole es que, pese a contener elementos paranormales, logra que lo más paranormal sean precisamente los componentes más enraizados en la Historia con mayúsculas, tanto en cuanto a escenarios como en cuanto a pasajes históricos reales. Ahí tenemos esa San Petersburgo de noches cortas que a veces muestras con un hálito casi fantástico o ese asedio nazi a Leningrado al que insuflas un aliento pesadillesco, casi infernal. ¿Querías de forma consciente que lo real se confundiera con lo fantástico incluso en aspectos como estos?
Emilio Bueso: Lo que quise fue trabajar con los escenarios más potentes que ha dado Europa. Leningrado fue la mayor barbarie de la historia de la guerra moderna. Chernóbil, la peor catástrofe que ha dado la ingeniería civil hasta la fecha. San Petersburgo es un congelador cargado de carne humana, la única megalópolis situada en un círculo polar… Todo es un infierno cuando llevas la realidad a sus extremos.

J. Quevedo Puchal: Hablando de infiernos, justo en este concepto pensé en todo momento cuando hablabas de Chernóbil (otro de los escenarios que retratas con un pulso de todo punto paranormal). De hecho, la división de la zona contaminada en círculos concéntricos, cuyo nivel de radiactividad se va incrementando conforme uno se acerca al centro, me recordó en todo momento a la descripción del infierno según Dante en La divina comedia. ¿Tenías esta referencia en mente cuando lo escribiste?
Emilio Bueso: La referencia a La divina comedia no es una creación mía ni otro de mis símiles osados, es una mención habitual en el lugar. Los actuales habitantes de las zonas de Chernóbil la emplean a menudo para referirse a los distintos niveles concéntricos de radiación que va uno atravesando a medida que se aproxima al reactor que estalló. No me preguntes como documenté todo eso y no te contaré mentiras.

J. Quevedo Puchal: A pesar de que encierra una reflexión bastante sombría sobre la naturaleza humana, considero que Diástole también tiene mucho de drama romántico. La historia de Iván es, en cierta medida, la de un romance truncado. ¿Cómo te las ingeniaste para combinar en una misma novela denuncia, realismo sucio, terror y drama romántico sin que se le vieran las costuras al invento?
Emilio Bueso: Una vida de mierda probablemente sea un cóctel de miedos, pasiones frustradas, cruda realidad y mil cosas sobre las que cagarse. Algo así carece de costuras, y todo el mundo lo ha visto pasar. En tu escalera seguro que más de la mitad de los vecinos lo hacen a diario.

J. Quevedo Puchal: Se ha hablado mucho de tu acierto a la hora de describir los chutes de Jérôme, a los que dotas de un perfil claramente poético, asentado sobre metáforas. Sin embargo, no he oído hablar tanto de la paleta de colores que ve el pintor cuando comienza los preparativos de la primera sesión, pese a que creo que te ciñes al mismo recurso que en la descripción de los chutes. La verdad es que tengo que quitarme el sombrero ante tu habilidad para concretar de forma tan bella ideas tan abstractas, pues es algo que últimamente quizá solo he visto reflejado de forma más o menos similar (puede que no tan impetuosa) en el relato «La bruma», de David Jasso. ¿Piensas que esta decisión literaria es arriesgada, sobre todo si tenemos en cuenta que demasiados lectores actuales quieren que les den todo masticado y no aprecian los detalles de este tipo?


Emilio Bueso: El actual panorama de la literatura de género está plagado de novelas de ochocientas páginas en las que no aparece ni una puta metáfora potente. ¿Para qué hacer otro libro como esos, si hasta los señores que los escriben los olvidan al poco de verles el punto final?

No me interesa hacer literatura con literales. Eso ya lo hice en mi primera novela y comprendí enseguida que la prosa llana predominante ahora mismo puede ser redactada por alguien que no tiene nada que decir y ser leída igual que se leen las facturas. En cambio, dime, ¿cuánta gente ha incorporado la prosa poética a la narrativa de terror contemporáneo? ¿Hay algún autor en este nicho que tenga una vena lírica predominante? ¿Y cuántos buscan su propia voz?

No sé. Supongo que lo último que necesita este mercado ahora es a otro prosista clónico. Leo antologías tematizadas y luego confundo a los autores cuando me los presentan. Rediós, ¿es que nadie intenta desmarcarse empleando técnicas narrativas más elaboradas? ¿Todo el mundo pretende escribir novelas como el que escribe crónicas de partidos de fútbol? ¿Entonces para qué tenemos tanta diversidad editorial, si las tramas y las temáticas se repiten como el ajoaceite?


J. Quevedo Puchal: Otro de los aspectos de los que no he oído hablar demasiado es el humor en la novela. Y sin embargo, lo tiene, sobre todo cuando adoptamos el punto de vista de Jérôme, cuyo patetismo me llegó a arrancar más de una carcajada. De hecho, debo decir que esa voz cínica y cargada de mala uva es la que más me recordó al Emilio Bueso que yo conozco. ¿Algo que alegar en tu defensa?

Emilio Bueso: Me declaro culpable.


J. Quevedo Puchal: Cuando llegué al pasaje en el que explicas los porqués más o menos paranormales de determinadas obras pictóricas, pensé: «He aquí un autor a quien el gran público le importa tres pimientos». Es más, confieso que tuve que googlear muchas de esas obras, tan solo por mera curiosidad. Así que, con franqueza, me maravilla tu ausencia total de miedo a la hora de cuajar la obra con referencias que poca gente captará.

Emilio Bueso: Referencias pictóricas que luego todo el mundo está buscando en Google. Hay por ahí una reseña en un blog que hasta las ha empleado para decorar el post. Pero yo lo que buscaba al citar unos óleos bien poco conocidos y estudiados era precisamente lo contrario. Quería dejar al lector sin una imagen tras la revelación final, para que fuera su imaginación la que diera forma a esa sorpresa horrible que sus ojos no han visto. Es lo que tiene la sugestión, que en narrativa de terror funciona mucho mejor que la descriptiva. Otro de los motivos por los cuales empleo descriptiva simbólica y no literal: así me ahorro el tener que redactar describiendo poco o mal, como acaban haciendo muchas de las figuras de este género, que suelen limitarse a insinuar o a retratar lo horrible de manera figurativa, y así de paso aceleran el ritmo narrador.


J. Quevedo Puchal: Si tuviera que sacarle una pega a Diástole, tendría claro cuál sería: el pasaje en el que Iván narra todos los años que pasó alejado de Ksyusha. Tuve la impresión de que de pronto tenías muchas prisas por rematar ese apartado, pues lo facturas en apenas un par de páginas, si mal no recuerdo. A mí como lector me descolocó ese aceleramiento en el ritmo de la prosa, sobre todo cuando contrasta de forma tan abrupta con el flujo de lo leído hasta el momento. No acabé de ver muy acertado que finiquitaras en apenas dos páginas, casi a modo de mera enumeración, años enteros de la vida de Iván, sobre todo cuando están repletos de acciones interesantes que me hubiera gustado conocer en mayor profundidad. ¿Cómo lo ves tú?

Emilio Bueso: Sí, esto me lo ha dicho mucha gente. Lo cierto es que buena parte de esas páginas que echas en falta las escribí y luego fueron pasto del tijeretazo final. ¿Por qué? Pues porque la trama perdía el norte sin Ksyusha, algo se aflojaba en la novela cuando ella salía del trasfondo. ¿Vas a contar una historia de amor sin la chica? ¿Para qué? ¿Y cómo se plantea la historia de un hombre amargado por alguien que está durante años en paradero desconocido? Nah, fuera.

Además, son años enteros con Iván fuera de todo control y el imperio ruso resquebrajándose. El setting y el reparto me daban para hacer una novela entera. Conque mejor dejarlo estar. Es que ni tiempo ni marco ni tratamiento, era otra historia. No pintaba nada dentro de Diástole.


J. Quevedo Puchal: No me parecería justo terminar la parte de la entrevista dedicada a la novela sin hablar un poco de determinado arquetipo de la narrativa de terror al que das un giro muy personal en Diástole. Sin embargo, tampoco quisiera generar ningún spoiler. Así pues, te paso a ti el «marrón»: sin desvelar demasiado, háblanos un poco sobre qué quisiste aportar con tu novela a este arquetipo.

Emilio Bueso: Me apetecía pegarle una patada en la cabeza a la gente que lee sobre vampiros que van al instituto.


J. Quevedo Puchal: ¿Qué es lo siguiente que tienes en la recámara? ¿Por dónde van los pasos de Emilio Bueso?

Emilio Bueso: Ya no tengo ganas de plantear narraciones intimistas y viscerales sobre tíos que lo pasan mal, ahora pienso publicar una novela hecha para desguazar el mundo. Estamos montados en un tren bala sin piloto al que le sobran millones de personas. Nada me parece más terrible que eso. Y tengo una extraña fijación con el peligro que tienen los niños, ahora que acabo de ser padre. No veas la que voy a liar con todo esto, en el 2012.


J. Quevedo Puchal: Más o menos ya conozco tu perspectiva, pero por si algún lector la desconoce: ¿cómo ves el panorama actual del género de terror?, ¿crees que viene a ser el mismo en España que fuera?

Emilio Bueso: Pues no. Fuera de España este género tiene un gran número de lectores. Y, por ende, autores profesionales, de encargo, de paso, de reemplazo… Yo en cambio formo parte de un panorama literario compuesto por escritores suicidas y editores intrépidos. Aquí no intentamos ganarnos los garbanzos con esto porque no hay forma humana, así que nada de estudios de mercado ni de novelas de fórmula: en este panorama la auténtica apuesta consiste en hacer algo grande y que el tiempo ponga a cada cual en su sitio.


J. Quevedo Puchal: ¿Qué provoca terror a Emilio Bueso?

Emilio Bueso: Casi cualquier cosa. Soy un cagueta. Tengo sueños horribles que luego vuelco en novelas espantosas que me producen pesadillas todavía más horribles. Me estoy enroscando sobre mi propio eje, como un tornillo de presión. Al final reventaré. Y os lo pondré todo perdido de mierda.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

"DIÁSTOLE": EL TERROR SEGÚN BUESO.

Ya podéis leer el número 8 de Ultratumba Magazine. En él encontraréis, entre otras cosas, una reseña que servidor ha elaborado sobre Diástole, de Emilio Bueso. A continuación os la transcribo, pero os invito a que echéis un vistazo a la revista, pues hay mucho más.

 

De todas las editoriales nacionales que a día de hoy están tratando de dignificar el siempre ninguneado género de terror español, sin duda hay que destacar Salto de Página como una de las que mejor han sabido jugar sus bazas. Tanto por el mimo y respeto con que tratan sus lanzamientos como por la calidad de sus contenidos. Una calidad que viene bajo la forma bien sea de muy destacables antologías de relatos cortos (tómese a modo de ejemplo Como una historia de terror, de Jon Bilbao, o sin ir más lejos, la más reciente Aquelarre, esta última con algunos de los buques insignia del terror español), bien sea de novelas tan inclasificables como Mujer abrazada a un cuervo, de Ismael Martínez Biurrun.

Hace tan solo unos meses, Salto de Página volvió a apuntarse un importante tanto con lo último de Emilio Bueso: Diástole. Os confieso que no es fácil enfrentarse a la reseña de una obra como esta sin albergar cierto grado de intimidación. No solo por las características intrínsecas de la obra en sí, sino también por las de su autor. Y es que el señor Bueso, aparte de paisano mío y un tío de lo más interesante desde diversos puntos de vista, es uno de esos autores ante los que uno se estaría quitando el sombrero de forma constante. Ojo: no es pamplina ni amiguismo barato, y a las pruebas me remito. Ya con “Dormir, quizás soñar”, su aportación a la antología de fantasmas Taberna espectral, sorprendió con un relato que conseguía por un lado descolocar a través de una mirada de todo punto diferenciada, y por otro despertar admiración con su hábil manejo de la narrativa corta. Pero el buen sabor de boca se amplificó gracias a “El hombre revenido”, pieza con la que intervino en la arriba mencionada antología Aquelarre, y cuyas excelencias siempre escaparán a los breves comentarios que servidor pueda hacer en este espacio. 

Para quien, como yo, ya conocía la obra de Bueso, Diástole no es otra cosa sino un festín, la reafirmación de un talento capaz de navegar con igual soltura tanto por las aguas del relato corto como por las de la novela. Sin embargo, justo es subrayar que la novela aporta algo más interesante: el afianzamiento de un autor que, además, ama lo bastante el género y la literatura en general como para dar lo mejor de sí mismo en sendos ámbitos. Y es que la última obra de Bueso mantiene un fuerte compromiso con el terror, de eso no cabe duda, pero me atrevería a decir que, incluso por encima de esto, lo que le interesa mantener al autor castellonense es un compromiso con cierta literatura de calidad voluntariamente libre de etiquetas genéricas y encorsetamientos. De ahí que encontremos una prosa rica, sugerente, llena de contrastes muy interesantes. Una prosa fluida y elegante, pero también  poseedora del ímpetu, turbulencia e incluso comicidad propias de ese “realismo sucio” tan querido por Bueso. Una prosa generosa en figuras literarias, pero que siempre se emplean con el criterio, sabiduría y honestidad de quien desea huir de la pretenciosidad como de la peste.


¿Pero qué hay del terror?, se preguntarán los lectores. Por si alguien tenía la menor duda, diré que en efecto lo hay y mucho en la historia de ese pintor maldito que acepta el encargo de retratar a un misterioso cliente durante varias noches de posado, durante las cuales este último le irá desgranando la terrible (y, en cierto modo, conmovedora) historia de su vida. Sin embargo, hay que advertir que se trata de un terror muy poco obvio. Un terror que se va desarrollando y macerando como todas las demás emociones que despierta el libro: con calma, pero de manera inexorable. Un terror que, si bien en determinados puntos se acoge a determinados arquetipos del género, lo hace tan solo para acabar por deconstruirlos y hacer con ellos algo nuevo. En este caso, una metáfora del mayor horror que existe: no aquel que provocan monstruos de otro plano de existencia, sino aquel que ha llegado a provocar el propio ser humano con la creación de diversos infiernos en la tierra. Infiernos reales, verificables, documentados, terriblemente verosímiles. Sobra decir que Bueso sale más que airoso de la empresa. Y si lo consigue, no es solo por su evidente habilidad como narrador, sino también porque él es el primero que disfruta, cree y confía en su obra. Por suerte para todos, nunca lo hace de forma erróneamente ciega, sino más bien razonada y prudente. Tal y como cabe esperar de un autor como él. Tal y como cabe esperar de la literatura de calidad. Tal y como cabe espera de una novela del calibre de Diástole.

viernes, 9 de septiembre de 2011

MIS CANDIDATURAS PARA LOS PREMIOS IGNOTUS 2011

Como todos deberíais saber, esta misma semana se ha abierto la etapa de precandidaturas a los Premios Ignotus 2011. Para aquellas almas de cántaro que aún no sepan qué son estos premios (ya os vale, si es así...), diré que vienen a ser los equivalentes españoles del Premio Hugo estadounidense, es decir, un galardón literario que se creó en 1991 y que cada año otorga la Pórtico/AEFCT para reconocer lo más destacable publicado durante el año anterior por autores españoles dentro de los géneros de fantasía, ciencia ficción y terror. Hay diversas categorías, desde "Mejor novela" hasta "Mejor sitio web" y los resultados se dan a conocer normalmente en la HispaCon del año correspondiente (este año se celebra el 12 y 13 de noviembre en Mislata). Hasta ahora, servidor veía estos premios más bien desde fuera, pero parece ser que este año me toca contemplar la posibilidad de intentar verlos desde dentro... y es que ya sabéis que desde 2010 he estado publicando diversas obras que se circunscriben a estos géneros (en concreto, al terror). Así pues, con la sana intención de refrescar la memoria, voy a usar esta entrada para proponer mis propias candidaturas, las más "resultonas" de entre las obras que publiqué en 2010, para que los votantes las puedan tener en consideración.


MEJOR ANTOLOGÍA:
Propongo Abominatio, la antología de nanorrelatos auspiciada por Santiago Eximeno y publicada por Ediciones Efímeras. Ya sabéis: 140 pequeñas bombas de relojería con muy mala uva y con un sabor marcadamente macabro. Como comento en el prólogo, "pequeñas historias, a veces meras anécdotas, marcadas por lo macabro y lo fantástico. A veces os inquietarán, otras os arrancarán una sonrisa helada, y otras, con suerte, tal vez os hagan reflexionar. A veces os perturbarán con desenlaces inesperados y otras, en cambio, os invitarán a que imaginéis el final. Os toparéis con cruces de géneros, revisiones de mitos y leyendas, miradas sombrías a lugares comunes de nuestro día a día, subversiones maliciosas de cuentos de hadas, mucho humor negro, e incluso, por qué no, alguna crítica envenenada a la vida moderna y sus circunstancias".


MEJOR CUENTO:
Aquí tengo tres propuestas. La primera es "Schlitze", relato finalista del III Premio Cryptshow Festival de Relato de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción, recogido en la antología Cryptonomikon 3. El inolvidable actor del filme La parada de los monstruos sirve como excusa para contar una escalofriante historia de terror futurista con tres ingredientes esenciales: magia, crueldad... y celos.


El segundo candidato es "El Chingón", microrrelato con el que participé en Hatajo perverso, la primera antología de micros dedicados a Halloween elaborada por la editorial 23 Escalones y Nocte. ¿Qué ofrece de distinto esta historia? Supongo que ser el único micro que toma como base no la noche de muertos americana, ni tampoco la española... sino la mejicana, con cierta oscura tradición y un personaje no menos oscuro: El Chingón.


Y por fin, la última candidata es mi relato corto "Una habitación sin reflejos", recogido en la antología de cuentos de fantasmas Taberna espectral, a cargo de 23 Escalones y Nocte. Dado lo poco que me interesan los cuentos de este subgénero, intenté imaginar una historia de fantasmas que me pudiera interesar como lector. El resultado fue este relato en el que una madre y una hija, por culpa de una particular maldición que solo ellas sufren en silencio, se ven enfrentadas a un tipo muy concreto de alma en pena. Y hasta aquí puedo leer.


MEJOR SITIO WEB:
Por supuesto, aquí tengo que mencionar este vuestro blog, Walpurgisnacht. Sé que se trata de un blog de corta andadura (tan solo 78 entradas desde su creación en 2010), pero la variedad y el mimo con el que se trata cada entrada creo que son garantía: entrevistas a autores, críticas de libros y películas, monográficos, noticias, rankings... Un lujo, oiga.


Y ya para finalizar, y para que no se me tache de narcisista, mencionaré algunas otras obras ajenas que me parecen más que nominables. En el apartado de novela, no puedo dejar de mencionar esa alucinante y alucinada Necróparis de Fernando Cámara (NGC Ficción!) o Mujer abrazada a un cuervo de Ismael Martínez Biurrun (Salto de Página). Como antología, me fascinan ¿Quién es el Cruciforme? de Santiago Eximeno (Saco de Huesos) y, por supuesto, la impagable Aquelarre (Salto de Página). En cuanto a la mejor ilustración, confieso que tengo auténtica debilidad por la de Felideus para Fragmentos de burbuja (NGC Ficción!). Y eso es todo por hoy, amigos y amigas. ¡Suerte a todos!

viernes, 2 de septiembre de 2011

CRÍTICA DE "LA PIEL QUE HABITO"



Para un fan almodovariano de pro como yo nada hay tan estimulante como acudir al preestreno de su última película en los Cines Yelmo y que, tras un retraso de diez minutos, aparezcan en la sala el propio Pedro Almodóvar, Elena Anaya y Antonio Banderas. Como comentaba hoy en Facebook, eso no tiene precio. En cualquier caso, si me obligaran a quedarme con algo de lo que se dijo en aquella presentación inolvidable, sin duda sería, por un lado, con la recomendación de Pedro de que dejáramos que la película reposara en nuestras cabezas toda la noche antes de hablar de ella a alguien más, y por otro, con la de Banderas de que dejáramos una puerta abierta a la gente que, como Pedro, se atreve a romper códigos y a abrir caminos no preestablecidos. Dos consejos sin duda muy valiosos a la hora de enfrentarse a este film inclasificable, hipnótico, y que a título personal considero todo un salto al vacío por parte de su creador.

 
Creo no exagerar cuando digo que quizá termine por ser uno de mis almodóvar favoritos, pues de hecho La piel que habito es seguramente la película más valiente que he visto en mucho tiempo (y lo digo en un año en el que hemos visto joyas como Cisne negro). Con esto quiero decir que toma algunas elecciones casi suicidas desde el punto de vista narrativo, pero que sin embargo son las que convierten esta película en la experiencia casi onírica que es. Por desgracia, hace meses leí una nota de prensa en la que comentaban de qué iba el nuevo proyecto del director manchego y ayer constaté que, en tan solo una línea (que mira que hay que tener mala uva…), aquella nota había destripado todas las sorpresas de la película. No es mi intención repetir la misma metedura de pata en esta crítica, no os preocupéis. En cualquier caso, confieso que aun sabiendo los engranajes de la historia, la disfruté muchísimo. Es más, creo que se trata de una de esas películas que ganan con sucesivos visionados. Dadas las varias capas y texturas que subyacen en la narración, por supuesto no es la misma La piel que habito la que ves la primera vez que la que ves la segunda. Y yo, qué queréis que os diga, valoro mucho ese tipo de historias.


En el terreno que nos interesa a nosotros, que a fin de cuentas es el fantaterror, podemos decir que La piel que habito parte de una premisa perfectamente reconocible por todos: la clásica historia del mad doctor, que ha tenido precedentes tan ilustres como, sí, el Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. Sin embargo, Almodóvar sabe llevarla a su propio terreno y nos acaba ofreciendo algo más, una película que encaja a la perfección en su filmografía pero, al mismo tiempo, constituye una rara avis en toda regla. Hablar del género al que pertenece es una tarea tan ardua como inútil, pero podemos decir que hay un poco de melodrama, un poco de terror, un poco de ciencia ficción, un poco de noir, e incluso un poco de cuento de hadas (por la red he leído una referencia al cuento de Rapunzel que no me parece muy desencaminada). Una combinación a priori explosiva, pero que yo creo que funciona bien (y hablo de primera mano, pues ya con mi novela Cuerpos descosidos sabéis que mezclé la mayoría de estos elementos… y creo que no de forma desafortunada). En cualquier caso, me parece atrevido afirmar que La piel que habito es un film de género. Si acaso, se esfuerza por encontrar su propio género particular, aunque tampoco creo que lo busque con excesivo empeño o de forma muy consciente. Quizá sea eso lo que la convierte en una propuesta tan estimulante, es decir, su renuncia a todo tipo de asideros, su apelación a una experiencia más sensorial y visceral que cerebral. Así pues, yo creo que lo más importante a la hora de disfrutar de este último almodóvar es entrar en el cine con la mente abierta, predispuesto, sin reservas ni éticas ni morales ni sociales (que son precisamente las que se echan abajo en esta historia perturbadora y enloquecida que, como muy bien apuntaba Banderas, rompe códigos y abre caminos).

No sabéis la rabia que me da no poder hablar con más libertad de las claves, los temas y los resortes que vertebran esta película bellísima aun dentro de su imperfección (pues no es perfecta, aunque incluso esa cualidad forme parte de su belleza), pero lo cierto es que no conviene si no la habéis visto. Tan solo diré que es una reflexión pesadillesca e hiperbólica, oscura y en última instancia luminosa, sobre temas tan complejos como la identidad, la masculinidad, la feminidad, la pérdida y la venganza. Creo que en esos cinco conceptos queda encerrada la esencia de esta película inclasificable… y con eso creo que queda claro que no se trata de una película para todo el mundo. Hay que tener muchas tripas y mucha predisposición para disfrutar y valorar todos los recovecos de La piel que habito. Para los demás, siempre quedarán las risas involuntarias que supuestamente despierta la película (y que admito que yo no vi en ninguna parte… si acaso, en la escena final, aunque me pareció tan valiente por parte de Pedro abordarla de forma abierta que no sé si el que se está riendo es él (de los que ríen, se entiende)).


Lo mejor: La valentía con la que todos abordan una historia tan difícil en todos los sentidos. Los actores en general (hasta Banderas está espléndido), con especial mención a ese monstruo maravilloso llamado Elena Anaya. La banda sonora de Alberto Iglesias, que es algo como de otro mundo. La sobriedad y delicadeza con las que Pedro articula un argumento a priori grotesco y la elegancia con la que cuenta una historia de terror sin mostrar toda la sangre derramada ni los momentos más atroces (en eso, aunque quede mal que yo lo diga, también tiene mucho que ver con mi novela Cuerpos descosidos). Y por último, sí, ese personaje absolutamente antológico que es Vera (la escena del rasgamiento de vestidos es de quitarse el sombrero: no se puede explicar más con menos).

Lo peor: Que los que no hayan entendido nada digan que es una mala película. Que Pedro se obceque en usar rotulitos para indicar el paso del tiempo, cuando yo creo que justo en esta película eran bastante innecesarios. Alguna interpretación aislada (de Blanca Suárez esperaba más) y lo desaprovechado que está un actorazo como Eduard Fernández. Que a alguna gente del público le siga entrando la risa floja con las mismas cosas que cuando iba al parvulario.


Pequeña instantánea que sacamos ayer en el preestreno.

jueves, 25 de agosto de 2011

DARK CORNERS: ENTIERRA TUS PECADOS EN UNA CAJA


De todas las películas que, a modo más o menos de exploit, se han atrevido a intentar capturar el espíritu del cine más hermético de David Lynch, tal vez Dark Corners sea una de las más conocidas (si es que este adjetivo se puede aplicar aquí), pero también una de las más incomprendidas. No me atrevería a afirmar que la opera prima de Ray Gower tiene todos los cabos perfectamente atados, pero creo que lo que sí tiene es una lógica interna interesante y meditada. De ella vamos a hablar en el siguiente artículo, de modo que si no habéis visto la película os aconsejo que no sigáis leyendo, ya que se expondrán diversas claves para entender los engranajes de esta historia.

La primera pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿de qué va Dark Corners? Según Filmaffinity.com, el argumento podría resumirse así:

Susan (Thora Birch) es una joven que últimamente está sufriendo una serie de horribles pesadillas en las que es atacada por horribles criaturas. Ella está convencida de que esas pesadillas tienen que ser algo más que simples sueños.

En el caso de Labutaca.net, la historia se resume de forma todavía más escueta:

Una problemática joven (Thora Birch) despierta un día como una persona distinta, acosada por criaturas terroríficas. Pero, ¿cómo diferenciar los sueños de la realidad?

Tampoco imdb.com se explaya mucho más, de modo que si quisiéramos acceder a una sinopsis algo más elaborada, tendríamos que irnos por ejemplo a The Dreamers, donde nos dan alguna clave adicional:

Los sueños son enigmas inquietantes difíciles de comprender. Pueden ser el vehículo de la fantasía, de la Sombra del Alma, del misterio y, frecuentemente, del horror. Esto último es justo lo que le ocurre a Susan: vive sumergida en un laberinto sin salida permanente, en el que se sueña a sí misma soñándose a sí misma. Su existencia está duplicada, por un lado se encuentra su identidad rubia, con una vida apacible y luminosa aunque no exenta de problemas; y por el otro, su alter ego morena, que habita en un mundo lúgubre donde trabaja de embalsamadora. Sus vidas serían totalmente diferentes si no fuera porque ambas están siendo amenazadas por la presencia de un psicópata que está sembrando la ciudad de cadáveres…


El primer error grave que se comete en estos resúmenes es algo tan básico como decidir de antemano (aunque sea de manera subconsciente) cuál es el mundo real y cuál es el mundo soñado. Parece ser que las tres sinopsis lo tienen clarísimo: la rubia Susan es la mujer real, mientras que su supuesto «alter ego» (la morena Karen) es el personaje soñado en sus pesadillas. Sin embargo, ¿tan seguros estamos de que es así? Supongo que una de las pistas falsas que nos pueden llevar a error es precisamente determinada percepción que he visto repetirse mucho… incluso en comentarios algo más acertados, como el de SciFi-Universe.com (traduzco):

(…) Si el mundo de la rubia Susan corresponde al mundo real tal y como podemos concebirlo normalmente, el de la morena Karen es un universo lúgubre y malsano, poblado de gente vulgar (…) Así, los personajes que pueblan ambas dimensiones (una realista, la otra fantasmagórica) son los mismos y adoptan actitudes casi similares, se diferencian en la apariencia física (…)

Lo interesante de esta perspectiva es que considera que el mundo de la rubia Susan es más realista que el de la morena Karen. No estoy de acuerdo. A mi entender, ambas dimensiones son completamente exageradas e irreales, aunque cada una dentro de sus propios parámetros. De hecho, más allá de una ultraestilización o una ultradegradación estética, ambas comparten incluso el mismo tema musical, al que se introducen las variaciones necesarias para que suene o bucólico e idealizado o, por el contrario, lo más inquietante posible. Y es que si el universo de Karen es tenebroso hasta la hipérbole (esa vida solitaria y miserable, ese apartamento absurdamente sórdido, esos ambientes industriales, esos vecinos y compañeros de trabajo más allá de lo hostil…), el de Susan es su reflejo luminoso al otro lado del espejo de la improbabilidad (esa vida casi ideal al lado de su marido perfecto, esa casa de ensueño, esos barrios residenciales que parecen sacados más de una postal que del mundo real, esos vecinos y compañeros de trabajo simpáticos más allá del absurdo…). Entonces ¿cuál de los dos es el mundo real? Ninguno. Ambos son solo proyecciones que nos devuelven determinada percepción trastocada tanto en lo bueno como en lo malo. Ambos son, de un modo u otro, una pesadilla. El mundo real no existe en Dark Corners. Por tanto, si la realidad no existe, ¿podemos decir que tampoco existe ninguna de las dos protagonistas a las que encarna Thora Birch? En efecto, ambas son solo proyecciones, encarnaciones soñadas. ¿Y soñadas por quién? Por el único personaje que realmente existe como tal en la película: el psicópata al que en el mundo de Susan encarna el doctor Woodleigh (Toby Stephens) y al que en el mundo de Karen encarna esa amenaza encapuchada y misteriosa llamada Needletooth (Oliver Price). Pero ambos son, en realidad, la misma persona: el doctor Woodleigh, un psicópata que en la vida real (esta vez sí: real) se dedicaba a destripar mujeres, hasta que el marido de una de ellas (esta vez sí: el de la Susan real) lo descubrió y mató. Lo que vemos nosotros en Dark Corners es el infierno personal del asesino, condenado a revivir una y otra vez los últimos días de vida de su última víctima (Susan) precisamente poniéndose de forma literal en la piel de ella. Un destino repetido ad nauseam, que lo obliga a empatizar con su víctima del modo más retorcido posible: convirtiéndolo en ella misma y obligándolo a tener que temerse y huir de sí mismo por toda la eternidad.


Entonces ¿qué pinta la tal Karen en todo este embrollo? Esa es una pregunta de respuesta más delicada y he de admitir que mi interpretación quizá sea más debatible, aunque está fundada en pistas diseminadas durante la película. Bajo mi punto de vista, Karen es cierta parte de la conciencia del psicópata, esa porción de su mente que se resiste a la condena y que se niega a aceptar que el mundo que él destruyó era realmente tan perfecto como parece. Karen y su mundo son un refugio, una vía de escape a su propio infierno, una pesadilla que él reconvierte en lo que pretende una bocanada de aire fresco para su mala conciencia… aunque ese aire se va enrareciendo a lo largo de la película, como si quisiera desmantelar la falacia que él mismo ha construido. Precisamente en este punto es donde las claves que encierra la película se vuelven indispensables.

RIMAS INTERNAS ANTÓNIMAS / OPUESTOS PARALELOS


Las relaciones interpersonales en el mundo de Susan son tan postizas que rozan la irrealidad. La mayoría de las conversaciones son huecas e inverosímiles. Incluso las actuaciones son claramente exageradas, a veces rayanas en el histrionismo. Las escenas caseras con su marido parecen sacadas de una mala sitcom… y las escenas con su compañera, de una sitcom para treintañeras descerebradas. La señora con quien coincide en la sala de espera del doctor Woodleigh es tan avasalladoramente simpática y abierta (incluso con temas más bien escabrosos) que más bien repele. Por el contrario, las relaciones interpersonales en el mundo de Karen o bien son más adultas o bien directamente inexistentes. Su jefe y su compañera de trabajo hacen gala de un marcado humor negro, casi hostil, y sin embargo nos parecen más auténticos que los personajes del mundo de Susan. Los demás personajes apenas interactúan con ella… y cuando empiezan a hacerlo, es o bien para amenazarla o bien para burlarse de ella.


Es este otro punto donde empieza a romperse la burbuja del mundo de Karen, pues ella/él percibe que las burlas de los demás (los pasajeros del autobús, el cadáver de su compañera) están originadas por algo de lo que no es consciente, pero que le hace sospechar que hay algo que no funciona (obviamente, lo que no funciona es justo ese mundo entero de amnesia voluntaria, en el que el psicópata no es peor que la gente «normal» y sus víctimas no son tan víctimas).


En el mundo de Susan, no tenemos la menor idea de cuál es su trabajo. Sabemos que tiene un despacho muy bonito y limpio, pero no se nos sugiere en ningún momento qué funciones desempeña en él. Probablemente, porque el propio asesino nunca llegó a tener claro en qué trabajaba la Susan real, de modo que su mente proyecta lo poco que sabe. Por el contrario, el trabajo de Karen está perfectamente acotado: ayudante en una funeraria. Karen trabaja con cadáveres (al igual que, en cierto modo, hacía en vida el asesino). El problema comienza cuando su conciencia la/lo traiciona y los cadáveres comienzan a hablarle, a acusarla, a culpabilizarla… Es uno de los puntos donde empieza a romperse la burbuja creada.
 

El mayor (y casi exclusivo) problema en la vida de Susan son sus dificultades para quedarse embarazada. Es lo único que le falta a su vida para estar plena: ser madre. Por ello se somete a un tratamiento de fertilidad y, de forma bastante improbable, lleva con gran deportividad los comentarios frívolos de esa compañera suya que, a fin de cuentas, ya desde hace años es madre de varios niños. Sin embargo, en el mundo de Karen los niños no son algo buscado, sino una amenaza. En algunos casos, una amenaza literal (recordemos al niño que, subido a un coche desvencijado, empieza amenazándola con un simple gesto, para acabar agrediéndola físicamente en su propia casa). En otros, una amenaza no tan física (para Karen, quedarse embarazada resulta una desgracia). De nuevo, se puede entender como un mecanismo de la mente del propio asesino para convencerse a sí mismo de que el asesinato de una embarazada no es tan monstruoso: los niños son malos, solo traen problemas.

 

Uno de los casos más significativos de rima interna antónima u opuesto paralelo es el del detective que investiga la muerte de las respectivas amigas de Susan y Karen. En el mundo de Susan, el detective es un hombre perspicaz, competente, capaz de ver más allá de las apariencias y de armar hipótesis bastante lúcidas (cuando define al asesino como «ese monstruo», una preocupada Susan le inquiere de forma bastante significativa: «Pero es un hombre, ¿verdad?»). Por el contrario, en el mundo de Karen el detective resulta ser nada menos que un hombre invidente, algo más despreocupado e incluso poco profesional (cuando Karen llama preguntando por él en plena investigación, recordemos que se insinúa que se ha ido de vacaciones). El primero parece muy decidido a cazar al asesino. El segundo, de forma muy conveniente para la conciencia del asesino, parece estar dando palos de ciego (nunca mejor dicho).

EL NÚMERO 618


Cuando Karen despierta por primera vez, su despertador marca la hora 6:18. Después de vomitar, encuentra en la taza del inodoro una llave con el número 618, que es la que abrirá la caja con su conciencia enterrada. Tras desenmascarar su verdadera personalidad y sus actos, el psicópata es asesinado por el marido de Susan en el escenario de su último crimen… justo a las 6:18, momento en el que vuelve a sonar el despertador de Karen y el bucle comienza de nuevo. Según algunos estudios, el 618 es el cálculo más exacto de lo que vendría a ser el número de la Bestia (es decir, el equivalente al famoso 666). Por supuesto, no es un número escogido al azar, sino que en este caso se trata prácticamente de una rúbrica. Sus resonancias demoníacas suponen una de las dos únicas pistas inequívocas que nos remite al lugar en el que se encuentra en realidad el asesino: el mismo infierno. La otra pista nos la da la propia Susan cuando explica a su marido cuál es su noción del infierno: «Creo que eso es el infierno: que te arranquen los pecados de las esquinas oscuras de tu mente para servírtelos en una espiral infinita de tortura».

LA CAJA ENTERRADA


Durante una de las insustanciales conversaciones entre Susan y su marido, esta hace referencia a algo que solía decir su abuela: los pecados siempre se pueden enterrar en un agujero bajo tierra. Al final de la película, descubrimos que justo eso es lo que el doctor Woodleigh ha hecho con sus crímenes: meterlos en una caja y enterrarla en el «jardín» de Susan. Gracias a ello, consigue liberar en cierta forma su conciencia y crear el mundo de Karen, donde ya hemos comentado que el peso de todas sus faltas es relativizado de un modo u otro. El problema, insistimos, está en que sus culpas siguen existiendo, por muy enterradas que estén, y no harán más que pugnar por salir a la superficie. Por eso Karen vomita la llave que ha de abrir la caja enterrada con el recuerdo de las faltas que cometió en vida: su cuchillo y las fotos de sus víctimas (incluida la de Susan, claro).

En definitiva, Dark Corners no solo se erige como una película visualmente muy atractiva (la fotografía es espléndida), sino que conforma un rompecabezas bastante menos absurdo de lo que he leído en demasiadas opiniones por la red. Os recomiendo que le deis una oportunidad.