viernes, 21 de octubre de 2011

INTRUSOS MIENTRAS DUERMES

No todos los meses tenemos la suerte de que las carteleras se nos llenen con estrenos potentes de género. Pero aún es más raro que se nos llenen con estrenos potentes de género... de factura española. En septiembre ya contamos con La piel que habito, ese último almodóvar que, sin ser género de terror puro, sí tenía mucho del mismo (así como de otros). Ahora en octubre les ha tocado el turno a dos realizadores mucho más adscritos al terror y al fantástico: Jaume Balagueró y Juan Carlos Fresnadillo.


El regreso del primero se materializa con Mientras duermes, un thriller que en esencia nos cuenta la obsesión del portero de un edificio (Luis Tosar) por observar y destrozar las vidas de los que le rodean, en particular la de una de las inquilinas del edificio (Marta Etura). Así en frío tal vez el argumento nos huela a déjà vu, a tantos telefilmes y películas de factura yanqui (el Sliver (Acosada) de Sharon Stone suena fuerte). Sin embargo, creo que la gran baza del último balagueró está en llevar ese cliché a un nuevo nivel de autenticidad gracias a las motivaciones reales del personaje de Tosar, es decir, al porqué de sus acciones, escalofriante (y de no poca penetración psicológica). Creo que es ese elemento y no ningún otro el que consigue que este Mientras duermes no se quede en una mera copia de tantas otras películas de sabor puramente americano y tenga aquello de las que aquellas adolecen por regla general: alma. Por supuesto, también ayuda mucho el buen hacer de Balagueró, quien muestra una depuración en su estilo que sin duda agradará mucho a los amantes de las formas clásicas, así como el trabajo de un siempre certero Luis Tosar y una muy ajustada Marta Etura.

Lo mejor: Como comentaba, las amargas motivaciones del personaje de Tosar (mucho más incisivas de lo que puedan parecer a simple vista). El buen pulso de Balagueró tras la cámara, que empieza a alcanzar unos niveles de sutileza de lo más interesantes en el plano dramático (véase el último plano que comparten Tosar y Etura o la última escena del actor con esa fabulosa Petra Martínez). La fuerza de un Luis Tosar que puede con todo.

Lo peor: Que uno vaya al cine esperando que por ser una de Balagueró va a ser de terror... y luego se encuentre con que para nada. Que muchos críticos de este país hayan sido tan miopes como para no reconocer a Balagueró hasta que ha hecho una película como esta, menos fantástica y más enraizada en la realidad y el melodrama. Determinadas decisiones de guión quizá un tanto forzadas e incluso inverosímiles.


El reverso de este particular binomio lo tenemos en Intruders, el último y muy esperado trabajo de Juan Carlos Fresnadillo.


De estructura narrativa aparentemente más ambiciosa que el filme de Balagueró, el de Fresnadillo nos cuenta la pesadilla que viven dos niños que ni siquiera se conocen (uno español, la otra inglesa) por culpa del acoso de una misteriosa criatura de aires míticos a la que llaman Carahueca. El gran problema de la propuesta es que, pese a partir de una premisa a priori más estimulante y original que aquella de la que partía Mientras duermes, esta Intruders hace exactamente el camino inverso al de su compañera. De este modo, si la primera elevaba y dotaba de alma a una idea bastante manida, la película de Fresnadillo toma una idea con mucho más potencial y la drena de toda energía hasta dar como resultado un filme bastante plano y frío. No es que Intruders sea mala: simplemente es una película que deja bastante indiferente, sobre todo por culpa de un desarrollo más pesado que lento, que peca sobre todo de tender a las redundancias y que, por desgracia, no se ocupa de otorgar profundidad a unos personajes con los que nunca llegamos a identificarnos en ningún sentido. Aun con todo, la película tiene elementos de interés, como la siempre estimulante presencia de Pilar López de Ayala (aquí muy desaprovechada), un buen diseño de producción, la voluntad de generar una figura mítica con ese Carahueca (al menos, durante tres cuartas partes del metraje) y una fotografía que saca lo mejor de esa oscuridad tan presente en casi todo el metraje.

Lo mejor: La escena con la que arranca la película, que tiene un pulso excelente. Las presencias de los siempre hermosísimos López de Ayala y Clive Owen (hablo de presencias porque hablar de sus trabajos respectivos me parecería exagerado, dados los personajes que les han tocado). Algunos hallazgos visuales aislados.

Lo peor: La sensación de pesadez y rutina que recorre el metraje por culpa de problemas muy localizados: reiteraciones innecesarias y personajes a medio desarrollar (y algunos de ellos, como los de los curas españoles, sin desarrollo alguno).