martes, 24 de agosto de 2010

SÉ LO QUE HICISTEIS EL ÚLTIMO VERANO

Si he de ser sincero, el verano es una época del año que me horroriza ya de por sí lo bastante como para prescindir de mitologías adicionales que lo enriquezcan hasta convertirlo en una nueva fuente de espanto. Sin embargo, no está de más, aprovechando los sopores estivales, recordar algunas cintas que supieron imbuirse de mala leche y, contra todo pronóstico, encontrarle el lado más negro al aburguesamiento playero y el horror intrínseco de las chancletas resonando en los paseos marítimos. Amigos y amigas, el terror está en todas partes... incluso debajo de una sombrilla.


Playa sangrienta sólo fue uno más de tantos exploits nacidos a la sombra del Tiburón de Spielberg. A día de hoy, ya no es tan terrorífica (de hecho, la aqueja una cierta anemia narrativa y una notable carencia de empuje), pero la idea de "algo" que traga a la gente que se tumba ociosamente en la arena de la playa no deja de ser inquietante... si nos dejamos de lado los maliciosos apuntes sociales que pueda tener. Como apunte curioso, recordar que esta era una de las carátulas de VHS que más miedo me daba de pequeño en mis visitas al videoclub.


Dos parejas disfrutan de unas plácidas vacaciones bordeando la costa española en un pequeño yate, hasta que una inesperada tormenta los obliga a acercarse a un pueblo pesquero de Galicia. Desgraciadamente, ninguno de ellos está preparado para... lo que supone, básicamente, un híbrido entre los relatos de H.P.Lovecraft Dagon y La sombra sobre Innsmouth. Nadie diría que es una inolvidable obra maestra, pero la película entretiene. A destacar, algunos de los enrarecidos ambientes que se crean y, por qué no, el buen acento inglés de Raquel Meroño.


Posiblemente, el exploit más popular nacido al amparo de Tiburón. La idea de unas pirañas asesinas encantadas con la carne humana es, de nuevo, más de lo que pudieron resistir las mentes bienpensantes de miles de veraneantes. Cabe destacar que, en breve, se estrenará un remake de este título, esta vez protagonizado por la incombustible Elisabeth Shue y ya anunciado como una de las películas más sangrientas de la Historia (yo he visto una de las secuencias y os puedo asegurar que las muertes resultan, como mínimo, muy interesantes).


Después de tanto exploit a rebufo, tenía que aparecer el original. Sin duda, una de las películas más célebres de Steven Spielberg, que nos narra las visicitudes de un pueblo costero asediado por un tiburón gigante de mandíbulas mortíferas (de ahí, el título original del film). Contó con varias secuelas, pero ninguna a la altura de la primera película. Desde entonces, pánico en la playa. A destacar, la fabulosa partitura de John Williams, tan sencilla, efectiva y reconocible como la de Bernard Herrmann para las cuchilladas de la señora Bates.


A mi entender, el plato fuerte del menú. Como director cinematográfico, nuestro Narciso Ibañez Serrador no se prodigó demasiado, pero bordó una obra maestra en ¿Quién puede matar a un niño? Y es que se necesita auténtica maestría para tomar elementos tan ajenos al terror tradicional, como puede ser un sol de justicia, unos niños y un pueblo turístico de la costa española y transformar todo ello en una experiencia profundamente inquietante. Prefiero no daros más pistas sobre el film: baste con la negra ironía de su título y con mi invitación para que disfrutéis de todo un clásico del terror patrio.

lunes, 16 de agosto de 2010

ENTREVISTA A SANTIAGO EXIMENO

Hace un par de meses os hablé de Bebés jugando con cuchillos, una extraordinaria antología de relatos de terror y fantástico escrita por Santiago Eximeno, a día de hoy, uno de los máximos exponentes literarios de estos géneros en nuestro país. Pues bien, me complace anunciaros que el señor Eximeno ha tenido la generosidad de responder a esta entrevista elaborada por un servidor, que ahora os traigo en exclusiva. En ella, se nos permite conocerlo mejor, tanto como artista como persona. Espero que os guste y os anime a leer alguna/s de sus obras:


¿Cuándo te nació la afición por escribir (o, dada tu versatilidad, quizás debiéramos decir más bien “por crear”)?

Sería difícil señalar una fecha o un dato concreto. Tengo libretas con fecha de 1992 llenas de arriba abajo de intentos fallidos de relatos, de bocetos de juegos de mesa que nunca terminé, de código incompleto para ficciones interactivas… Recuerdo que con ocho o nueve años editaba con un amigo cómics para los compañeros de colegio. No sé, siempre me ha atraído la posibilidad de crear mis propias fábulas, mis propias historias, pero tardé bastante en decidirme a compartirlo con los demás. ¿Por qué? Porque consideraba que lo que hacía no aportaba nada nuevo, no tenía su voz propia. No era realmente creación. Y entonces, ¿para qué hacer perder el tiempo a los lectores?


Novelas, relatos, microrrelatos, poemarios, cómics, juegos de mesa… No es muy arriesgado afirmar que Santiago Eximeno se atreve con todo. ¿Cuál de todas estas actividades es la que más satisfacciones te da a nivel personal? ¿Por qué?


Me atrae explorar todas las posibles manifestaciones artísticas, incluso aquellas para las que, evidentemente, no tengo talento, como la pintura. Sobre cuál de ellas me proporciona más satisfacciones, es una pregunta que tiene difícil respuesta. En este momento estoy tratando de alejarme del microrrelato, que sin duda es uno de mis géneros favoritos y que más disfruto creando, pero no lo logro. Tengo la sensación de que no tengo mucho más que decir, pero experiencias como la que disfruto en Twitter me animan a seguir. Quiero continuar con el diseño de juegos de mesa, que ahora mismo me apasiona y que está dando sus frutos después de varios años. Ver publicada mi primera novela con una editorial, por ejemplo, fue algo fascinante. O recibir mi primer Premio Ignotus de relato. O confirmar con Edge que iba a publicar el juego de mesa de la serie de Antena 3 de “El Internado”. No sé, cada momento es único, y aunque es evidente que estoy más dedicado a la literatura que a otros géneros artísticos, las alegrías llegan siempre por el lado más inesperado.


Observando tu currículum, queda claro que los géneros que más te interesan, en general, son el terror y el fantástico, o incluso la ciencia-ficción. ¿Qué ves en estos géneros que no te puedan aportar otros como narrador (o incluso como consumidor)?


Sin duda mi género favorito es el terror. Como creador y como consumidor. Desde muy pequeño (gracias, papás) devoraba películas de horror. Y mis padres tenían una biblioteca inmensa donde podía encontrar desde los libros de relatos de Horacio Quiroga al último libro de Stephen King, por lo que también podía sumergirme sin miedo (o con miedo, claro) en las obras literarias que más me atraían. Podría decir que después crecí y leí a Carver y a Faulkner y a Borges y a Kafka, pero en realidad estaba moviéndome en los mismos terrenos pantanosos: la desesperanza, la soledad, lo temible, lo fantástico.

Los géneros fantásticos me permiten escapar de ciertas limitaciones que impone, muy a su pesar, el costumbrismo. El terror en concreto me permite extrapolar los miedos atávicos que todos poseemos y volcarlos para compartirlos con los lectores. Llegar hasta su corazón. Porque la fuerza más poderosa del mundo es el miedo. Es lo que nos mueve. Quizá por eso siempre buceo en los géneros, porque lo que quiero transmitir al lector necesita la fuerza del miedo.

Como lector o espectador quiero que me asombren. Que me lleven más allá, donde todavía no he llegado. Y eso lo obtengo mayoritariamente con libros o películas de género. No quiere decir que no disfrute con otras obras costumbristas (me viene a la mente Almas grises, que he leído recientemente), pero siempre busco en ellas lo oscuro, lo perverso, algo que logre perturbarme y conmoverme.



Háblanos un poco de los autores que más te han influido a la hora de escribir. ¿Hay alguna obra que te hubiera encantado escribir tú mismo? Por otro lado, ¿alguna de la que te horrorizaría haber sido responsable?


Me horroriza gran parte de lo que he escrito, pero creo que eso es algo normal cuando vuelves a leer lo que escribiste hace cinco años. Eso sí, no rechazaría nada ni lo suprimiría. En el momento que lo hice tenía su validez, y más allá de sus errores, muestra lo que yo podía aportar en ese momento. Si no era mucho, qué le vamos a hacer.

Sobre qué me ha influido a la hora de escribir, podría mencionar representantes de todos los géneros artísticos, no solo literarios. No sé, creo que Clive Barker o Ramsey Campbell siempre estarán presentes en todo lo que hago. Y la música gótica. Y Sergio Leone. Y Baudelaire.

Ah, y aunque suene presuntuoso, no hay ninguna obra que haya leído que hubiera querido escribir. No por falta de calidad de dichas obras, ni mucho menos. Creo que probablemente porque lo que yo creo es personal e intransferible, y así veo las obras de los demás. Lo que sí hay son muchas obras que quisiera leer, pero soy terriblemente consciente de que no me dará tiempo a hacerlo.


Bebés jugando con cuchillos me parece una auténtica joya del terror y fantástico: original, arriesgada y admirable desde cualquier punto de vista. Dinos cuál es tu relato favorito y cuál es el que menos te convence. ¿Por qué?


Muchas gracias por los piropos. Bebés jugando con cuchillos es el libro que había querido publicar desde hacía ya varios años, un libro de relatos que recogiera parte de mi producción desperdigada por revistas, fanzines y sitios web. Lo cierto es que es una experiencia que quiero repetir, ya que en las distancias cortas es donde más cómodo me encuentro y, creo, aporto mis mejores textos. Me encantaría emular a Robert Bloch y publicar una veintena de libros de relatos (o más, incluso).

Me resultaría imposible decidirme por un relato de este libro, aunque reconozco que tengo cierta predilección por “Propiedad intelectual”. ¿Por qué? Porque, de alguna retorcida forma, profundiza en el concepto de creación, en particular de mi forma de crear. Y porque es un relato que siempre ha tenido buenas críticas, pese a su crudeza y a su forma, no tan cuidada como en otros.

¿El que menos me convence? Quizá “Origami”, que durante mucho tiempo fue mi relato más conocido y con el paso del tiempo creo que ha perdido cierta fuerza.



Ya generalizando un poco más: ¿cuál es aquella creación de la que estás más orgulloso (no vale decir tu hijo, que me suena que tienes uno…)?


Sin duda mi mujer y mi hija, que siempre están a mi lado, me hacen sentirme orgulloso de ser quien soy. Pero si hablamos de mi obra creativa, de nuevo me costaría decidirme por una en concreto. Reconozco que, por ejemplo, “Invasión”, el juego de mesa que va a publicar Edge Entertainment este año, es una de mis creaciones que más feliz me ha hecho. Feliz porque fue mi primer paso en los juegos de mesa, feliz porque es un trabajo compartido con Pedro Belushi (y me encanta trabajar a cuatro manos) y feliz porque he podido disfrutarlo con mis amigos antes de verlo publicado. El trabajo con el prototipo ha sido muy satisfactorio, y creo que cuando finalmente esté en las tiendas se me va a quedar una sonrisa idiota que me va a durar semanas.


Cuando uno revisa tu web, no puede sino estremecerse ante la larga lista de premios, nominaciones y honores que llevas sobre tus espaldas. Dada la complicada situación editorial en nuestro país, ¿crees que son este tipo de satisfacciones las que ayudan a seguir adelante y no tirar la toalla?


Buena pregunta. Como a cualquier hijo de vecino, me encanta recibir premios. El momento en el que te lo conceden es muy especial, y a veces justifica con creces el esfuerzo invertido en la obra. Pero también es verdad que no puedo tirar la toalla. No son los premios los que me animan a continuar, es la necesidad de crear. Es una adicción. No consigo borrar de mi cabeza las ideas, los bocetos, las imágenes. Están ahí y tengo que trabajar en ellas. Evidentemente los premios me animan a invertir más tiempo en ello, a robarle tiempo a la vida, pero aunque no los recibiera, no podría dejar de hacer lo que hago.


Antes comentábamos que prácticamente te atreves con todo… ¿excepto, tal vez, el terreno audiovisual? ¿Tiene en mente Santiago Eximeno escribir el guión para algún cortometraje o, incluso, un largo?


No creas, ya lo he intentado. Con otros dos autores trabajé en su momento en un guión de cortometraje, pero al final, tras moverlo por varios sitios, lo dejamos aparcado hasta que soplaran mejores vientos. No me veo yo solo intentándolo, ya que creo que el medio audiovisual gana más con el trabajo en equipo. Quizá algún día retome con la misma gente la idea y nos lancemos a ello, pero no sé si nos animaremos. De nuevo lo que nos falta es tiempo, no ganas.


Además de tu labor como creador, hemos de mencionar que tienes tu propia editorial digital, Ediciones Efímeras, desde la que das apoyo a otros autores que cultivan los mismos géneros que tú. ¿Qué es lo que te impulsó a dar forma a este proyecto?


Ediciones Efímeras nació para arropar al ezine Efímero, un pequeño ezine en formato flash que editó ciento treinta y cinco números durante sus cuatro años de vida. Después surgió la idea, junto a Pedro Belushi, de crear relatos ilustrados y distribuirlos gratuitamente en formato PDF, y Ediciones Efímeras me pareció el mejor vehículo para hacerlo. Abrirlo a nuevos autores fue algo natural. Existía por mi parte una inquietud por leer microrrelato y poesía de género fantástico más allá de nombres consagrados, y pensé que con la editorial podría cubrir un hueco que en ese momento nadie tenía en cuenta en el panorama fantástico español.

Ya llevamos seis años de aventura y no tengo motivos para arrepentirme de nada, así que espero continuar otros tantos años más.



Salvo contadas y honrosas excepciones, me da la impresión de que las editoriales españolas se muestran reticentes a la hora de publicar a autores españoles de terror y fantástico. ¿Consideras que, por el motivo que sea, en España estos géneros tienen menos aceptación y difusión que en otros países, como puedan ser Inglaterra o Estados Unidos? Cuéntanos un poco tu visión sobre este tema.


Bueno, es un tema recurrente. Lo que es evidente es que aquí no existe un lector de género como el que existe en Estados Unidos, lo que no permite que se cree un sustento para todos los escritores de género que no están encuadrados en grandes editoriales o que se adscriban voluntariamente al siempre vapuleado fandom. Aquí tenemos autores de terror y fantástico que publican y venden libros sin problemas: José María Merino, José Carlos Somoza, Pilar Pedraza, Elia Barceló, etc. Sí, no todos juegan en las grandes ligas, pero eso no significa que no se publique con regularidad a autores españoles, e incluso algunos autores noveles que dan el salto con facilidad a editoriales alejadas del fandom (pienso en “Fin”, de David Monteagudo, por ejemplo).

Por lo tanto no es un problema editorial, creo yo, sino un problema de la masa lectora, que prefiere ciertos autores y ciertos géneros a otros. Y ni siquiera utilizaría la palabra problema, la verdad.


Una pregunta de mojarse un poco más: ¿qué crees que le falta y qué crees que le sobra a la oferta editorial española, en general?


Le sobran libros. Miles de ellos. Se editan demasiados libros sin lectores objetivos, libros que se amontonan en las estanterías, en los almacenes, incluso en las casas. Sobran libros en la oferta editorial española. ¿Qué falta? Una visión más seria respecto al libro electrónico. Las editoriales españolas no están actuando bien ante la llegada del libro electrónico. Poner trabas absurdas y jugar a mantener la misma estructura que la industria tenía antes de su llegada no nos va a llevar a nada bueno.


Háblanos un poco de tus próximos proyectos.


Me gustaría volver a la novela. Es un género que no he sido capaz de disfrutar como autor. Antes o después me gustaría retomar las tres o cuatro novelas inconclusas que tengo en el cajón y acabarlas.

Respecto a lo próximo que publicaré, saldrán un par de antologías de microrrelatos con distintas editoriales, y una antología de relatos llamada “Umbría” con Viaje a Bizancio. De esta última estoy especialmente satisfecho.


¿Qué consejo darías a los nuevos valores que tratan de abrirse paso en esto del terror y el fantástico?


Paciencia. Y trabajo. Son los dos valores básicos para empezar con esto. No tiene sentido trabajar dentro de un género minoritario pensando en la gloria inmediata. Es absurdo. Es necesario dedicar años a perfeccionar tu voz antes de plantearte los millones de libros que vas a vender.



El último lanzamiento de Eximeno es ¿Quién es el cruciforme?, una interesante colección de microrrelatos interconectados por un escalofriante denominador común. Ya a la venta, publicada por la Editorial Saco de Huesos, con ilustraciones de Pedro Belushi.

domingo, 8 de agosto de 2010

INCEPTION: CLÁSICO INSTANTÁNEO DEL SCI-FI


"Mucha pirotecnia, pero poco contenido."

"Dirección brillante, pero personajes planos."

"Muy divertida, pese a ser tramposa y vacua."

"No cuenta nada, pero es entretenida."
Negrita
"Como blockbuster, impecable. Como película, menos."
.
Estos son algunos de los muchos clichés que se han estado usando en la red para resistirse a admitir que Inception es la gran película que es. Por lo que a mí respecta, ejerzo mi derecho a no seguir perpetuándolos, a hacer la vista gorda ante los errores que pueda haber (que si nos ponemos exigentes de verdad, el 90% de las películas de Hitchcock los compartían ya hace décadas), a potenciar sus virtudes (porque me sale a cuenta) y a rendirme incondicionalmente ante la que considero desde ya uno de los grandes clásicos de la ciencia-ficción del siglo XXI. Sí, sé que podría guardar las formas y esperarme prudentemente diez o veinte años, hasta que todo el mundo esté más o menos de acuerdo y dé un poco de coraje decir que te parece una mierda (como, de nuevo, pasó en su día con las pelis de Hitchcock)... ¿pero para qué esperar tanto, no?


Vaya por delante que Christopher Nolan me parece un director excepcional, de los pocos que consiguen hacer películas comerciales para gente adulta. Y eso, tal y como está el panorama hoy en día, me parece todo un logro. Memento fue una pequeña joya a revisionar. The prestige me parece una fuera de serie, intachable. Con El caballero oscuro consiguió una obra maestra, sin más. Y ahora, con Inception, no hace más que perpetuar un estilo y una forma de entender el cine que quizás algunos vean con malos ojos, pero que yo me pregunto: ¿con malos ojos en comparación con quién (o con qué)?


Si me diera por ponerme vago, diría que Inception es "Matrix meets Ocean Eleven". Creo que hasta el propio Nolan vomitaría ante una ecuación tan perezosa y escandalosamente falta de imaginación (sobre todo, cuando el concepto casi tiene más que ver con eXistenZ que con esas dos). Al contrario, me parece una reflexión mucho más compleja y paradójica sobre los mecanismos de la mente humana, que disfrazada de intriga de espionaje industrial, y bebiendo de elementos pop aparentemente simples, como el anime o los videojuegos, nos ofrece una historia con una carga emocional más densa de lo que sus personajes (que son necesariamente planos, lo admito, a excepción de los de Leonardo DiCaprio, Marion Cotillard y Cillian Murphy) podrían sugerir. Una historia que viene a ser una cebolla con muchas capas, que se van deshojando a lo largo de la película, y que funciona a distintos niveles según la capa en que esté. Una historia cuajada de preguntas y paradojas, cuyas respuestas, según el film se va aposentando en tu cabeza, se tornan menos evidentes de lo que parecían a la salida del cine.


En cualquier caso, sería injusto no reconocer los méritos más evidentes de la cinta. Y es que Inception es una película de acción brillante, virtuosamente dirigida, que apenas te da respiro desde el primer minuto y te embarca en una aventura que, más que no desfallecer, se convierte en una especie de clímax contínuo durante las más de dos horas de su metraje. Sólo por eso ya merece la pena ir a verla.

miércoles, 4 de agosto de 2010

"A SERBIAN FILM": REBASANDO LÍMITES

En 1982, David Cronenberg creó Videodrome, un film inspirado en las acusaciones de algunos de sus detractores, que denunciaban la extrema violencia y carga sexual de sus películas como algo capaz de emponzoñar la mente de sus espectadores. A modo de reacción a esta denuncia, pues, surgió una de las grandes obras maestras del director canadiense, en la que un canal de televisión pirata emitía unas imágenes que, efectivamente, eran capaces de transmitir una especie de virus a la mente de sus espectadores, arrastrándolos a la locura o, por lo menos, a una visión renovada de la realidad. Y es que, desde los 80, época de libertad de expresión y de auge de lo audiovisual por excelencia, el debate en torno al poder de la imagen y los límites de aquello que debería o no debería ser mostrado ha estado quizás más que nunca a la orden del día. Vivimos en la era de la (sobre)infomación, lo cual implica que el espectador actual ha visto/leído/oído prácticamente de todo. Hemos llegado a ver muertes reales en las noticias, así como también accidentes fatales, leemos a diario casos de violencia doméstica y pederastia, conocemos la teoría en torno a todas las aberraciones posibles... lo tenemos todo, en resumen, perfectamente etiquetado y clasificado. Y es de este modo que, aunque el horror sigue campando a sus anchas, de algún modo ha perdido toda su significación... a no ser que se rice el rizo de lo no visto, claro. Viene a ser como aquello que decía el asesino de Seven, que venía a ser algo así como: "si quieres que la gente te escuche, no basta con susurrarles: tienes que usar un mazo de acero". Tristemente cierto, cada día más.


Sería una labor muy árdua, y a la postre, seguramente infructuosa, tratar de discernir hasta qué punto A Serbian Film, la opera prima de Srdjan Spasojevic, es tan explícita atendiendo a nobles razones (las de transmitir un mensaje de la manera más descarnada y efectiva posible) o, por el contrario, atendiendo al morro torero de quien sabe que se va a hablar de su cinta gracias a lo bestia que es (lo cual, en el fondo, seguiría subrayando parte del mensaje que puede tener la cinta: en un mundo enfermo, las buenas intenciones no venden, vende lo enfermo). Supongo que podríamos hablar de un fifty-fifty.

En todo caso, ¿de qué trata A Serbian Film? Resumiendo un poco, trata de una gran estrella del porno serbia llamado Milos (fabuloso Srđan Todorović), quien ya medio retirado, trata de mantener a su familia participando en producciones más bien cutres... hasta que un día, una vieja conocida le propone rodar una película porno muy distinta, más "artística". Él acepta y se entrevista con el director, que está dispuesto a pagarle una auténtica pasta por que protagonice su película. Atraído por la gran suma de dinero, Milos firma el contrato sin tener muy claro en qué difiere esta película porno a las otras que había protagonizado hasta entonces... y hasta aquí puedo leer.


El gran acierto de A Serbian Film es que, ya desde el mismo planteamiento, y tan sólo en su primera media hora de metraje, nos constata lo terriblemente enferma que está esta sociedad en la que vivimos. Y es que, antes incluso de que salga la primera escena más o menos de choque, casi cualquier espectador hace conjeturas en su cabeza en torno a todas las aberraciones que se le ocurre pueden obligar a hacer a Milos: violación, tortura, snuff, pederastia... Las enumeramos sin despeinarnos demasiado por ello, como quien hace la lista de la compra antes de ir al súper. ¿Pretendes mostrar una violación a tiempo real? Pues ya ves qué novedad, eso ya salía en Irreversible... Lo malo es cuando Spasojevic decide poner en primera línea de fuego alguna aberración más que no se nos había ocurrido, o que ni siquiera sospechábamos que existiera, y encima la ilustra de forma bastante gráfica. Ahí es donde ya empieza a revolvérsete el estómago, a entrarte una mala leche que no puedes con ella y, tan sólo ante la mera posibilidad de que algo así pueda existir, se te rompe el alma entera de pura impotencia. Porque A Serbian Film no se conforma con ser una película de terror: es EL HORROR, así en mayúsculas. Un relato que nos narra el más literal descenso a los infiernos que yo recuerde, tan profundamente amoral en las formas como indudablemente ético en el contenido. De hecho, si uno se deja de lado el gore y las escenas impactantes, el transfondo es bastante más político de lo que parece a simple vista (no olvidemos que, en cierto modo, Spasojevic nos está hablando de la historia reciente de Serbia).


A decir verdad, me cuesta decidir si A Serbian Film me parece una película recomendable. Lo es en tanto en cuanto tiene una muy buena factura. Lo es en tanto en cuanto triunfa considerablemente a la hora de inquietar y revolverte la conciencia. Lo es en tanto en cuanto no va a dejar a nadie indiferente... lo cual, por cierto, me parece genial, porque sería como para echarse a temblar que esto dejara indiferente a alguien. Y sin embargo, hay que admitir que su visionado es una experiencia a ratos insufrible, casi traumática, sombría hasta extremos insospechados y, sin duda alguna, no apta para cualquier estómago. Irónicamente, como siempre ocurre en estos casos, supongo que será una película que horrorice a los que, después, bromean sobre los asesinatos por violencia doméstica diciendo que "algo habrá hecho". Será una película que escandalice a los que, después, callan ante los abusos de pederastia dentro (y fuera) de la Iglesia. Será una película que resulte enfermiza a los que legitiman cualquier guerra. Y sin embargo, yo que sí me tomo muy en serio estos temas, y que en efecto, creo comprender las intenciones de Spasojevic al rodar el film, tampoco puedo evitar sentirme horrorizado, escandalizado y "enfermado" ante las imágenes de la cinta. Lo cual, una vez mascado el mensaje, tal vez no sea tan malo.

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LO MEJOR: Su factura, la (escalofriante) verosimilitud que transmite y lo increíblemente efectiva que es.

LO PEOR: El desenlace es demasiado predecible, aunque se diría que el director creía estar dándonos una gran sorpresa. Y también que, pese a lo efectivas que son, aún me sigo preguntando si era necesario mostrar según qué cosas (no me refiero al gore absolutamente gratuíto del desenlace). Pero lo peor de todo sería que, si viéramos alguna de estas aberraciones repetida en futuras cintas, desecháramos su impacto con un: "Pues ya ves qué novedad, eso ya salía en A Serbian Film..."

**A SERBIAN FILM, ya exhibida en el festival de Cannes, será uno de los platos fuertes del festival de Sitges de este año. No habrá que dejar pasar la ocasión, dado que me extrañaría que fuese distribuida en España**Cursiva

lunes, 2 de agosto de 2010

EL TERROR EN PARDO BAZÁN

Emilia Pardo Bazán (1851-1921) es una escritora y periodista española conocida no sólo por su ideología feminista sino, sobre todo, por haber sido una de las grandes precursoras del naturalismo en España. A ella pertenece, pues, la autoría de un clásico de la literatura como es Los pazos de Ulloa, por ejemplo, en el que en cierto modo se aúnan los dos aspectos arriba mencionados por los que es más conocida. Y sin embargo, pese a la fama cosechada como escritora naturalista, resulta curioso constatar que Emilia también cultivó de vez en cuando una vertiente fantástica y de terror que, sin duda, es bastante menos conocida.


Ahí tenemos, por ejemplo, El vampiro, un fabuloso relato corto en el que se usa el vampirismo psíquico como metáfora para criticar los matrimonios de conveniencia (aunque bien podría usarse para hablar de cómo algunas relaciones te chupan la energía, así de simple) o también El conjuro, otro relato corto, de prosa más moderna y ágil que el anterior, que sirve a su vez para ironizar de forma bastante aterradora en torno a las paradojas que encierra el eterno deseo del ser humano por alcanzar la vida eterna. Podéis leer ambos relatos pinchando en los respectivos títulos en este mismo párrafo, que os llevan directamente a la página donde los he leído yo.