domingo, 28 de octubre de 2012

"CUERPOS DESCOSIDOS", GANADORA DEL PREMIO NOCTE A LA MEJOR NOVELA DE TERROR DE 2011

No existe mayor cliché que eso de: Cómo pasa el tiempo... Una frase que repetimos a menudo, quizá varias veces durante el año, y no siempre conscientes del auténtico significado que encierra. Un significado que, de un modo u otro, acabamos banalizando. Y aun con todo, en ocasiones el cliché acaba pillándonos por sorpresa. Para bien, incluso. Quienes no nos tenemos en un pedestal (por no decir quienes a menudo incluso nos subestimamos) necesitamos echar la vista atrás de vez en cuando tan solo en busca de un punto de apoyo que desestabilice nuestro pesimismo natural. Y es entonces cuando, en ocasiones, repito, constatamos que hay que ver cómo pasa el tiempo. Hace tan solo cinco años, yo mismo todavía era un lector empedernido que soñaba con escribir un libro que tocara la fibra de algún lector tanto como tocaron mi fibra Ray Loriga con Héroes o Angela Carter con La cámara sangrienta. Apenas me lo creía cuando, un año después, Odisea Editorial publicaba mi primera novela, El tercer deseo, un texto visceral donde volqué mi alma casi de forma pornográfica y falta de pudor. De toda la repercusión que tuvo la novela, recuerdo con especial cariño un e-mail que me envió un adolescente que, tras confesarme que no era un gran amante de la lectura, me agradeció lo mucho que le había abierto los ojos mi novela. Fue muy emocionante.

Un año después, Odisea Editorial volvió a confiar en mí al publicar mi segunda novela, Todas las maldiciones del mundo, un libro también bastante visceral y personal que logró colarse como finalista del Premio Shangay a la Mejor Novela del año. Compitiendo con Boris Izaguirre, ahí es nada. Por supuesto, ganó él, pero nadie me quitó la enorme satisfacción de esa experiencia que ya me hizo suspirar en mi interior: Cómo pasa el tiempo...

Tras la alegría de mi segunda novela, quizá lo lógico habría sido seguir el rumbo marcado y ofrecer más de lo mismo. Pero el cuerpo me pedía otra cosa y escribí Abominatio, una antología de nanorrelatos de fantaterror auspiciada nada menos que por Santiago Eximeno, uno de los autores más interesantes del género de terror en nuestro país. Me gustó la experiencia, pero no fue eso lo que me llevó a escribir después Cuerpos descosidos. Precisamente, este viernes comentaba en el Café Literario "Voces de Terror", en Rivas (Madrid), que quizá el éxito de mi novela Cuerpos descosidos reside en que, mientras la estaba escribiendo, no era del todo consciente de estar escribiendo una novela de terror. O al menos, no me había propuesto de forma explícita y calculada escribir una novela que helara la sangre a los lectores. No seguí fórmulas encorsetadas ni me esforcé demasiado por encajar en determinados patrones. Simplemente, tenía unos personajes, una historia y unas herramientas con las que desarrollarlo todo. Claro que tampoco estoy diciendo que inventara nada: había un poco de Clive Barker, un poco de la última ola de cine de terror francés, un poco del Agustí Villaronga que me fascina (el de Tras el cristal) y un mucho de mi yo literario más abiertamente emocional (el que desarrollé con Odisea Editorial). La combinación, en todo caso, convenció a NGC Ficción!, que se decidió a darme una oportunidad al publicarme. El resultado de aquella aventura fue mi novela con mejor recepción hasta el momento... y una interesante polémica en torno a si pertenecía o no al género de terror. Algunos lectores me dijeron que habían llegado a tener pesadillas con determinados pasajes de la novela. Otros, que no podía considerarse una novela de terror, aunque efectivamente les hubiera inquietado. Incluso los hubo que me dijeron que casi les había llevado a las lágrimas con algunos fragmentos. Sea como sea, está claro que me salió una novela no del todo clasificable, y, pese a ello, bien recibida en general. Eso me parece, desde luego, el mayor logro. O casi...


Y digo casi porque en la XXX HispaCon/II ImagiCon, celebrada recientemente en Urnieta, Cuerpos descosidos logró alzarse con el Premio Nocte a la Mejor Novela Nacional de Terror de 2011. Obviamente, un premio así no es que sea alimento para el ego: es que, directamente, es un empacho. Como comentaba hace poco en una entrevista, y para que se entienda el shock, haber recibido un premio como el Nocte es un honor y un logro importantísimo, pues supone obtener el reconocimiento de los miembros de Nocte, la Asociación Española de Escritores de Terror. En ese sentido, viene a ser el equivalente de los Premios Bram Stoker estadounidenses (que han premiado a novelistas del peso de Stephen King, Ray Bradbury o mi admirado Barker). Es decir, que aquí te premia no un jurado aleatorio ni tus familiares y amigos, sino tus colegas, la gente que se dedica a lo mismo que tú. ¿Se entiende el shock? :)
.

Recuerdo el subidón que experimenté cuando quedé finalista al Premio Shangay y lo impresionante que resultó encontrarme a pocos metros de Boris Izaguirre, a quien admiro sobre todo por sus ensayos. Pero os aseguro que el subidón no fue comparable al que experimenté cuando Juan Ángel Laguna Edroso, el actual presidente de Nocte, pronunció el título de mi novela durante la cena de entrega de los premios. Ni la profunda emoción que sentí cuando me felicitaron mis compañeros. Es entonces, al darte cuenta no solo de que ya no eres el joven que quería tocar la fibra de los lectores como Loriga tocó la suya, sino de que ahora eres el adulto que toca la fibra de sus compañeros escritores (gente exigente, con criterio, con experiencia), cuando, por mucho que tiendas a subestimarte y a ver el vaso medio vacío, no tienes más remedio que mirar atrás y reconocer que hay que ver, en definitiva, cómo pasa el tiempo...


Servidor, con los nervios a flor de piel durante la cena.



Recogiendo el premio que me entregó el gran Juan Ángel Laguna Edroso. Y, aunque en la imagen no se capte del todo, nervioso como una colegiala.



Con Alfonso, una pieza clave en mi vida, que siempre sabe estar ahí para mí a las duras y a las maduras.


Con otros compañeros maravillosos de Nocte. ¡Los maños! Que, por cierto, supieron hacerme sentir como un maño más. De izquierda a derecha: Roberto Malo, yo, Fernando Martínez Gimeno y el también premiado David Jasso. José María Tamparillas, también galardonado con un Nocte por su relato La necesidad del dolor, no sé por dónde andaba en aquellos momentos. ¿Quizá en busca de sidra? En los límites de la Hispacon...


En realidad, el gran ganador de la noche fue el inconmensurable David Jasso, que se alzó nada menos que con tres galardones: el Premio Nocte a la Mejor Antología por Abismos y los Ignotus a la Mejor Antología (por Abismos, again) y a la Mejor Novela Corta (por La textura de tu piel). Jasso, la Meryl Streep del terror español, como lo llamo yo.


Pero vamos, que lo cortés no quita lo valiente... Y yo me sentí como el rey del (trono del) mambo.

**Aquí podéis ver el palmarés completo de los Premios Nocte 2011. Y aquí, el de los Ignotus.**


P.D: Al Ignotus también estuve nominado, pero el premio se lo llevó Fieramente humano, de Rodolfo Martínez. También publicado en NGC Ficción!, por cierto. Todo queda en casa.

jueves, 20 de septiembre de 2012

"CUERPOS DESCOSIDOS", NOMINADA AL IGNOTUS Y AL NOCTE. "LAS MIL CARAS DE NYARLATHOTEP", YA A LA VENTA

Pues eso, que hoy toca un poco de autobomboyplatillo. Y es que me complace compartir con vosotros que mi novela Cuerpos descosidos...


... ha quedado como finalista del Premio Ignotus 2012 (premio al que, en la categoría de Mejor Ilustración, también opta el portadón de Felideus).


Pero es que, además, también ha sido seleccionada como finalista del Premio Nocte 2012 (premio al que, en la categoría de mejor antología nacional, también opta Los nuevos mitos de Cthulhu).


Dado que Cuerpos descosidos está en estos momentos descatalogada (y aunque en breve saldrá una edición digital), si hay por ahí algún nostálgico/a del papel que aún no la haya leído y le interesa hacerlo, no tiene más que ponerse en contacto conmigo en mi correo electrónico y hablamos: chbirdzz@hotmail.com

Y siguiendo con las promos: Como algunos ya sabéis (y si no, lo leéis aquí, y tan amigas) el año pasado la editorial Edge Books y Nocte nos unimos para rendir homenaje al mítico escritor de terror cósmico H.P. Lovecraft con Los nuevos mitos de Cthulhu, una antología de relatos a cargo de algunos de los escritores de género más prometedores del país. Entre los que me incluyo, sí, porque yo lo valgo. De hecho, mi relato fue "YGST", que sabéis que estuvo nominado este año a los premios Scifiworld. Pues bien, como la antología fue tal exitazo, Edge Books ha decidido volver a contar con nosotros para editar ahora una especie de secuela, Las mil caras de Nyarlathotep, que la tenéis ya a la venta en vuestras librerías por el tiradísimo precio de 9,95 €. Por si os lo preguntabais, esta vez participo con "Las flores de Tefía", un relato con el que básicamente busco tocar las narices y que se perpetúe aquel tópico estúpido de que en España solo se hace ficción costumbrista sobre la guerra civil, pues de hecho mi historia está ambientada en una especie de campo de concentración para homosexuales durante la época franquista. Sí, yo soy así de transgresor: la primera vez, os di ficción lovecraftiana con una especie de ninfómana como protagonista... y ahora, ficción lovecraftiana con gays a tutiplén. Lo ideal para homenajear a un escritor machista, homófobo y racista. A disfrutarlo.

domingo, 22 de julio de 2012

ENTREVISTA A JOSÉ MARÍA TAMPARILLAS


Si el Terror español suele enfrentarse a dos potentes handicaps (ser Terror y ser español) a la hora de ganarse la confianza de los editores y el público general, podríamos decir que las antologías de relatos cortos se topan con un tercer problema añadido: el ninguneo al que suele someterse al formato corto, al que aún hoy suele observarse (en muchas ocasiones, de forma bastante injusta) como "el hermano pequeño y tonto de la novela". Es así como pueden pasársenos desapercibidas de forma imperdonable propuestas tan interesantes como Carne de mi carne, la primera antología en solitario a cargo de José María Tamparillas, autor zaragozano de larga trayectoria (podemos encontrar obras suyas en antologías del calibre de Antología Z. Los Mejores Relatos de Muertos Vivientes 2Aquelarre o Los Nuevos Mitos de Cthulhu) y miembro fundador de NOCTE, la Asociación Española de Escritores de Terror.

Definida por David Jasso como El primer libro de una de las voces más potentes de la literatura de terror, la antología de Tamparillas  editada por Saco de Huesos supone un personalísimo poliedro que hinca sus garras en la carne (valga el juego de palabras) de un tema tan escurridizo como el Mal. Ese Mal que, como se describe en la página oficial de Carne de mi carne, siempre respira muy cerca de nosotros, agazapado y al acecho, camuflado en lo habitual, en lo cotidiano, en lo insignificante…, en la desmemoria y el recuerdo; es un elemento que, a pesar de no poseer una envoltura física, no tiene nada de abstracto: es una entidad inteligente, intemporal, con un objetivo preciso, que no atiende a reglas y que se rehace a sí mismo constantemente. Ese Mal que puede ocultarse subrepticiamente en los secretos de un barco pesquero, en el pasado de un anciano impedido, en la nostalgia de una vieja estrella de cine...

Lo confieso: he disfrutado mucho leyendo esta antología puede que no redonda, pero sin duda interesantísima y muy recomendable. Sin embargo, quizá no haya disfrutado tanto como entrevistando a su autor. Al fin y al cabo, Tamparillas es uno de esos escritores que (y creedme: no es tan habitual) enriquecen su obra con palabras que la trascienden, en el cara a cara (o en el e-mail a e-mail, en este caso), aportando una visión profunda, compleja y rica en matices, con la que no solo se disfruta, sino que también se aprende. Un autor que habla sin miedos ni complejos, y que (cosa cada vez más rara) antes que escritor ha sido lector voraz. Un autor que, en definitiva, se desnuda con la absoluta libertad que exudan sus relatos. Sin más preámbulos, aquí lo tenéis.


Carne de mi carne es tu primer trabajo en solitario. ¿Por qué escogiste un formato tan arriesgado desde el punto de vista comercial como una antología de relatos?
Podría dar una respuesta aguda, de esas que ponen una sonrisa en la cara del lector, del tipo “el formato me escogió a mí”. Pero no. Las cosas, pese a que no nos guste, suelen ser más anodinas y predecibles. Comencé escribiendo relatos porque era la distancia sobre la que más cómodo me sentía —también, porque pienso que el terror más puro solo se logra en distancias cortas, consideración que sigo defendiendo—. Conforme avanzaba, ganaba experiencia, pericia y encontraba mi lenguaje: las distancias aumentaban, las páginas se acumulaban en cada nueva historia; tramas, entorno, personajes, todo se complicaba y agrandaba... El terror pervivía, pero atrapado en pequeñas cápsulas, en brochazos; no niego que como escritor quería más, necesitaba más y ofrecía más…, iba más allá. Así hasta llegar a mi primera novela.
¿Qué hace un autor cuando logra ese hito? Una novela en el cajón: echa la vista atrás y ve lo que tiene entre manos. La joya de la corona, mucha morralla y un conjunto de buenas historias, quizá bien contadas, quizá de calidad, que despiertan en él un irritante remusguillo de conmiseración y orgullo.  Dicho autor se pregunta si todas esas historias se van a perder, no van a tener la oportunidad que trata por todos los medios de concederle a esa novela…, si no se quedarán en una nada, en un querer y no poder sin futuro. Y ahí apareció la editorial Saco de Huesos. Ellos ya se habían arriesgado con el formato varias veces: Vilar Bou, Sergio Mars, Ignacio Cid, Nacho Becerril…, su revista periódica “Calabazas en el trastero”. Les conocía, les envié el material tras una larga y dolorosa criba y se puede decir que aceptaron de inmediato.
Quizá ellos piensan igual que yo. Que el relato no tiene nada de hermano menor, por mucho que nos lo inculquen así las tendencias comerciales, las rachas y modas que moldean los gustos culturales. Ningún formato literario es menor —a lo sumo está peor considerado comercialmente o ninguneado por mero esnobismo o ignorancia—, quien piense así se equivoca, se pierde buenas dosis de placer, de reflexión, de creatividad. Me dan igual las excusas. Un lector, un buen lector, ha de leer de todo, porque en todo siempre hay algo bueno.

En el prólogo del libro, Fernando Martínez comenta que el nexo de unión que vertebra los relatos es “el Mal”, pero yo no lo tengo muy claro. ¿Estás de acuerdo con la afirmación del prólogo?
Ya he hablado contigo de este tema. Quizá tengas razón, o no. Muchas veces, salvo cuando el proceso de creación previo se delimita y define intencionalmente; en las antologías que no se confecciona ad hoc, es a posteriori cuando uno observa con claridad el hilo que sostiene la urdimbre. Y es muy normal que haya más de uno de estos hilos; pocas cosas son puras en este mundo. Pero lo cierto es que el tema de “el mal” como  columna de sostén siempre ha estado ahí en mis creaciones, era la elección más obvia que se me ocurrió en la conversación, previa a su lectura del libro, con Fernando.  Sí, en muchos de los relatos hay también un fondo crítico con diversas instituciones sociales y consideraciones morales —familia, patriarcado, maternidad, amistad— que subyace: un aporte con gran carga inconsciente, sin la intencionalidad manifiesta que se aplica a otros elementos de la creación. Soy un escritor de los de “víscera”; no me siento y escribo con una intencionalidad crítica, desiderativa, moral..., definida. Me gusta contar historias, crear personajes, ambientes, conflictos y tramas que los enreden: historias y personajes que se van desarrollando en mi mente al mismo tiempo que las escribo, que se crean a sí mismos, sin un cuadro definido previo, que solo conforme viven, adquieren sustancia e intencionalidad.
Así pues, habría que hablar mucho en este caso del subconsciente y la creatividad.

En al menos tres de los relatos (“Bendición”, “Carne de mi carne, sangre de mi sangre” y “Mako”) ofreces una visión bastante sombría, por no decir desencantada, de la figura paterna y del patriarcado en general. ¿Es ese el motivo que te llevó a titular la antología Carne de mi carne?
Salvo que mi subconsciente me jugase una mala pasada, el título vino dado más por mi visión de los relatos, de la creación, como una parte de mí mismo que ofrecía a los lectores, sin tapujos, sin adornos ni colchones que amortiguaran el choque. El libro soy yo en cierta manera, no mis circunstancias, no nos confundamos…, sino la afirmación de que considero mi creatividad como una parte definitoria de mí mismo. Carne de mi carne…, la carne del espíritu del creador.


Retomando esta idea anterior, creo que uno de los grandes valores de esta antología es ese cierto rechazo/crítica a los valores más rancios del patriarcado y la tradición. Crítica que, por cierto, en “Carne de mi carne, sangre de mi sangre” llevas a sus últimas consecuencias. ¿Eras consciente de ello mientras escribías los relatos o ha resultado ser una sorpresa incluso para ti?
Sí, es un común denominador aparente que, conforme leía mis historias y echaba la vista a atrás —a todas esas otras que había escrito, pero que se habían caído de la selección—, espumeaba en la superficie. Siempre he tenido una actitud muy crítica con aquello que se instituye sin más base que la costumbre, la imposición, la ignorancia, la superstición o el miedo. Todo debe ser objeto de un juicio crítico, nada es bueno solo porque una mayoría lo vote, porque una tradición, una ideología, unas creencias o una moral lo afirmen: en el fondo no son más que generalizaciones interesadas, generalizaciones artificiales que distorsionan un hecho para acomodarlo a una necesidad; generalizaciones que a veces, admito, pueden ser acertadas, pero que también contienen grietas que hay que saber ver, plantear y exponer sin tapujos ni miedos. Veo que, en el fondo, impulsado por ese motor irreverente y picajoso, expongo esas grietas.
Sería más exacto decir que “critico” en mayor grado a la familia como organismo que al patriarcado como tradición: la familia es buena, sí, pero cuidado, también por ese mismo motivo puede ser el foco donde el mal, el mal humano y eso otro mal con el que yo juego, aparezcan y sean más implacables, precisamente porque esa bondad asumida hace que sea más complicado alejarse del abrazo del oso. Para exponer ese mal busco las grietas que siempre hay en lo más cotidiano.

“Mientras llueve en la ciudad” tiene un  título con ciertas reminiscencias noir y, sin embargo, al final ofrece una narración de terror urbano bastante clásico, quizá incluso con cierto sabor a Stephen King o a Richard Matheson.
Tengo la costumbre de titular de inicio mis relatos con títulos muy cortos, casi cortantes. En este caso, me limité a usar el término  “Charcos”. Así se mantuvo largo tiempo. Pero tras su relectura, tras el ejercicio de corrección, vi que el relato pedía una ligera carga evocadora, una anclaje inicial que ayudara al lector a integrarse con él  de partida y así se redondeara su desarrollo. Quizá tenga más de Matheson que de King, en el sentido de que busca acercar el horror al lector desde una perspectiva cercana y en apariencia trivial: nada más fútil que la lluvia y los charcos…, nada más inocente que ellos.

Como ya sabes, “La vieja, muy vieja Betty” es mi relato preferido. Me sorprende haber leído que fue un medio encargo, pues a simple vista, por el mimo con que lo narras, diría que es el más personal de todos. Además, construyes con mucho cariño un personaje protagonista que resulta ser, valga la redundancia, todo un personaje. Aunque tal vez más sórdida, esta Betty a mí me remite a creaciones de autoras como Pilar Pedraza o Angela Carter. ¿Compartes mi visión?
Con ese relato descubrí que tenía una tendencia espontánea hacia el costumbrismo. Se puede decir que con él me di cuenta de que era posible calzar el terror dentro de la tradición literaria española más acendrada y hermosa, transportar el horror a la idiosincrasia española sin tabúes, tópicos inanes ni gazmoñerías:  La vieja Betty me sirvió para entrever un filón, abrir una puerta, para ir más allá, para escribir otros relatos con ese estilo y marco de fondo. Suena pretencioso, pero a veces considero que es como rendir un homenaje  y transportar a Torrente Ballester, uno de mis autores de cabecera —incluso a Marsé a Mendoza o a Cela—, junto a algunos de sus personajes, escenas, ilusiones, desilusiones…, al mundo del terror.
Mira, en el fondo, me doy cuenta, es huir de las maneras anglosajonas, del enfoque cinematográfico que dominan buena parte el terror actual, y descubrir nuevos aires y modos más cercanos y propios.
Y el mimo por el personaje es real, incluso superior al de otras historias: es lo que tú dices de Betty, del personaje, la mimaba  por su atractivo, su cercanía, su simpatía, su locura incipiente, su marginalidad, su forma de aferrarse a un pasado, y sobre todo su dualidad, esa dualidad perturbadora que la hace oscilar entre la caricatura y el monstruo.
¿Encargo? Me da igual que sean encargos… Las historias no entienden de eso, salen o no lo hacen. He decepcionado a gente que me ha encargado algunas obras precisamente por eso, porque lo que obtenía no poseía vida, no poseía el tono, la fuerza y la calidad que yo quería. Y en esos casos elegí no enviar nada, tragarme mi orgullo y quedar a mal momentáneamente con alguien.

“La necesidad del dolor” es el relato que cierra la antología y, en cierto modo, me parece el más apropiado para hacerlo. Por un lado, es sin duda el más visceral y extremo y, en consecuencia, el más rupturista con la tónica general. Y por otro, retoma la idea de la paternidad monstruosa para darle un giro inesperado, aportando lo que hasta ahora no habíamos visto sino apenas perfilado en el relato que lo antecede: la maternidad monstruosa, la locura del matriarcado. Háblanos un poco de este cierre.
Desde el primer momento supe que ese relato debía ser el epílogo. Desgarro, contundencia, aniquilación.
Por un lado, es una crítica muy consciente del egoísmo, del individualismo desmedido, de la degradación de los sentimientos morales más íntimos y puros que poseemos, degradación por parte de la sociedad materialista que los ahoga, manipula y moldea: Hablamos del placer, el placer inmediato, la necesidad enfermiza de obtener todos nuestros deseos, en este caso un deseo extremo como es el dolor, en un plazo mínimo, sin atender a la solidaridad, al amor, al sentido común, al bien común o al propio…, a las consecuencias; placer y dolor como siniestros iconos de la sociedad de consumo. Lo cual no significa que esté en contra de buscar un dicho placer, no, al contrario: es un derecho inalienable que la Historia nos ha concedido hace poco como individuos; sino en contra de la manipulación que se hace de ese derecho, como de otros muchos derechos naturales, para objetivos mercantilistas, de sumisión, de lobotomización y abotargamiento del juicio crítico.
Por otro lado, también es una profundización en el yo más oscuro que todos podemos llegar a esconder; de la irracionalidad y la fascinación morbosa que a veces ese yo físico, casi sensual, contagia: fascinación que nos domeña y nos lleva a dar pasos terribles.

¿Cuál es tu relato favorito de la antología?
Quizá sea “Betty” por lo que antes he dicho, por ser el que me hizo ver cuál podría ser mi estilo propio, o al menos aquel sobre el que debería ahondar más para generar buena parte de mis historias. Aunque “La necesidad del dolor” posee un encanto salvaje y rompedor que me acercó a unos límites narrativos que no creía que pudiera alcanzar.

¿Cuáles son los próximos proyectos de José María Tamparillas? ¿Para cuándo una novela? ¿Tienes intención de abordar algún género distinto?
Ando detrás de que dos novelas obtengan el placet de un par de editoriales. Una es una novela ambientada en la Guerra Civil; sí, toma tópico, de terror, cargada de tensión y humanidad, una novela que habla de cómo el miedo a algo más terrible que la propia guerra acecha y aniquila a un grupo de soldados.
La segunda es una novela corta —que además debería ir ilustrada—, cargada de ese tono costumbrista contemporáneo del que he hablado: una historia de fantasmas moderna con un poeta de barrio y un barrio como protagonistas.
En marcha, a falta de un par de capítulos, tengo una novela bastante más larga de género negro, con breves pero intensos toques sobrenaturales: una hardboiled ambientada en un trasunto personal de una imaginaria Nueva York en la época inmediata a la Gran Depresión.
Y esto responde a la segunda parte de tu pregunta: amo el terror, pero aprendí a escribir entre otros muchos estilos y géneros, leyendo género negro, y estoy seguro de que me puedo mover por él con total comodidad.

¿Cómo ves la situación actual del género de terror en España?
No soy capaz de verla, ni de anticiparla. Estoy seguro de que, de la misma forma que hace varias décadas surgió una generación de escritores de Ciencia Ficción españoles de calidad, en la actualidad ha surgido una generación de escritores de terror magníficos, quizá la mejor, una generación en la que se conjugan estilos, maneras de ver la literatura, tendencias de lo más variopintas. Pero que esa generación esté ahí no implica nada. Todavía el género no se ha ganado el respeto del mundo editorial. Salvo honrosas excepciones, andamos recluidos en un gueto que oscila entre el fandom y un ámbito algo más generalista, tímido y asustadizo, un público en pañales. El terror no es, a priori, un género comercial, al menos desde el punto de vista del editor…, algo con lo que no estoy de acuerdo; ni tampoco por definición un medio de alta literatura, aunque puede fácilmente, con seriedad y esfuerzo por nuestra parte, llegar a serlo.
Soy de los que piensan que hace falta un golpe de suerte, una novela de terror bien escrita, seria, de calidad…, casi un best seller, sí, aunque se me crucifique por decirlo, que anime al mundo editorial a arriesgarse, que les haga ver que editarnos puede ser una buena inversión.

viernes, 27 de abril de 2012

REC 3 Y APARTAMENTO 16

 

Si alguien me hubiera dicho en la década de los 90 que, ya entrado el siglo XXI, el cine español contaría con una franquicia de terror, sin duda me habría parecido una premisa digna de una novela de ciencia ficción. Y sin embargo, ahí tenemos Rec, rompiendo moldes y (me gustaría pensar) sentando precedentes. Una franquicia que cuenta ya con tres películas, un cómic y, en camino, un videojuego y una cuarta película. Todo un hito en un país donde, con más o menos apoyo del público nacional, el género fantaterror está haciéndolo cada vez mejor... o casi, pues debo decir que el cómic (Rec) Historias inéditas es un poco una jarra de agua no sé si fría, pero sí fresquita. En primer lugar, por culpa del error (bastante serio, a mi parecer) de empeñarse en convertir a la niña Medeiros en una suerte de Creepy que, con una verborrea de humor negro sacado de no sabemos muy bien dónde, nos introduce de forma bastante desconcertante en cada una de las historias. En segundo lugar, por culpa de una notable irregularidad en el nivel de interés de las historias que componen este volumen, pues al menos en mi caso, debo decir que solo aquellas que arrojan cierta luz sobre el origen de la niña Medeiros me parecen relevantes y dignas de disfrutarse. El resto me resultan demasiado accesorias, anecdóticas y, ¡ay!, aburridas en algunos casos.


Bien distinto es el caso de (Rec) 3 Génesis, un producto muy entretenido y de un ritmo que prácticamente no decae. Un producto que, además, da un giro muy particular a la franquicia, al posicionarla de pronto en el terreno de algunas películas de terror hilarante, por momentos casi cartoonesco, al estilo de Terroríficamente muertos. A mi parecer, y pese a que insufla una astuta bocanada de aire fresco a la serie, se trata una decisión sin duda arriesgada, y puede que no del gusto de todo el mundo, pues aunque es cierto que retoma determinados tonos y texturas de humor negro que ya quedaban apuntados en la segunda parte, aquí los amplifica e incluso los sobredimensiona hasta rozar por momentos lo granguiñolesco. Y esto puede resultar ser un problema cuando, como dice un buen amigo, "uno va a ver una peli de terror para que le den terror, no comedia". Por eso es muy importante ver esta (Rec) 3 Génesis como lo que es... o mejor dicho, no verla como lo que no es... o mejor dicho, no verla como lo que no es todo el tiempo. ¿Terror? Solo de forma puntual (la escena que se ve en el autobús gracias a las cámaras de seguridad es, aunque breve, muy efectiva y sugerente). ¿Sustos? Unos cuantos. ¿Humor negro y desbarre? Todo un festín.


Quizá los únicos lastres menos subjetivos que presente esta película son una introducción cámara en mano que, si bien necesaria, puede hacerse demasiado monótona (máxime cuando es difícil que algo así vuelva a funcionar al mismo nivel que lo hizo en la primera Rec) y una sobreexplotación de la bufonada en determinados pasajes (ese John Esponja...). Sin embargo, estas carencias se suplen con un ritmo endiablado y, como bonus, con ciertos apuntes de lo más incisivos de costumbrismo inesperado (la breve conversación que mantienen la protagonista y su amiga francesa sobre la invitación a la boda no tiene desperdicio alguno y, para quien como yo se exaspera con determinadas dinámicas que se repiten en esto de las bodas españolas, resulta hilarante).


En todo caso, no solo de cine vive el hombre... O "malvive", mejor dicho, si nos referimos al último libro que he leído/sufrido: Apartamento 16, de Adam Nevill. Por lo general, no me gusta perder el tiempo escribiendo sobre cosas que no me han gustado, pero esta novela es un caso de ineptitud tan excepcional que merecería figurar en cualquier taller sobre cómo NO debería escribirse una novela de terror (o una novela en general, si me apuras). Lo curioso es que la crítica inglesa, que sabe muy bien cómo vender lo suyo, lo ensalza... y los lectores españoles, que nos creemos todo lo que nos dicen los de afuera, nos lo creemos, claro. Pero la verdad (o mi verdad, si se prefiere) es que Apartamento 16 es una novela de una incapacidad y una superficialidad ejemplares. Cierto es que ofrece alguna que otra idea interesante (y aislada, casi anecdótica) y algún que otro momento de inquietud bien trabajada para construir lo que no viene a ser sino otra novela de fantasmas al uso, pero la triste realidad es no ya que en ningún momento rompa moldes (que no lo hace ni por asomo), sino que ni siquiera como obra acomodaticia da la talla. De hecho, todo se reduce al producto de una suma muy simple: Pesadilla en Elm Street + Drácula + El modelo de Pickman = Apartamento 16. En principio, esto de las ecuaciones matemáticas no me parece un problema insalvable, siempre y cuando el autor lo atenúe otorgando a la ecuación un poco de su personalidad y su alma... Pero esto último, por desgracia, no interesa lo más mínimo a Nevill, que se empeña en estirar como un chicle (de poco más de 400 páginas) una historia que, en realidad, ya daba todo de sí en solo 120 páginas como máximo. Más de 400 páginas de innecesarias y farragosas descripciones de ambientes, mientras descuida a sus personajes, todos los cuales aparecen más bien desdibujados (con mención especial de la protagonista, ¡manda cojones!, cuya vida me importó poco menos que nada, sobre todo porque me parece un ejemplo sobresaliente de cómo escribir mal un personaje femenino). En fin, podría extenderme más, porque de verdad que este libro me parece un caso apasionante a la hora de estudiar cómo no debería escribirse una novela de terror, pero ya he dicho antes que no me gusta perder el tiempo criticando lo que no me gusta... y hoy lo he hecho de sobras.

martes, 13 de marzo de 2012

9ª muestra Syfy de cine fantástico: Cómputo

Uno de los principales obstáculos con los que se topa el género fantástico en nuestro país es la disparidad en cuanto a su difusión. Es decir: o hay mucha visibilidad o no la hay en absoluto. De ahí que podamos consumir sin problemas casi cualquier propuesta siempre y cuando no se salga del mainstream impuesto por Hollywood con sus grandes presupuestos y sus grandes estrellas (o impuesto por los grandes sellos editoriales)... y de ahí que resulte casi imposible disfrutar de otras propuestas. En muchos casos, por simple desconocimiento; en otros, por eso y por falta de distribución. Con semejante panorama, hay que reconocer el valor que tienen determinados festivales de género como el festival de Sitges, pues gracias a ellos podemos acceder a productos que, si tuviéramos que esperar a que las siempre lentas (cuando no estancadas) aguas de la distribución siguieran su cauce, jamás conoceríamos. Por eso nos acercamos el fin de semana pasado al cine Callao de Madrid, para disfrutar de lo que la 9ª muestra Syfy de cine fantástico nos podía ofrecer...

... y si algo quedó claro es que Sitges solo hay uno. De la muestra Syfy habría que destacar sobre todo las buenas intenciones, que desde luego me parecen de lo más loables, pero me temo que los puntos negativos pesan demasiado, aunque en el fondo se reduzcan a dos: por un lado, una programación insuficiente e incluso pobre (algunas películas llegan a ser de 2010 y otras se pueden encontrar fácilmente en la red o incluso a la venta en Amazon); por otro, determinados asistentes ruidosos y molestos que con su actitud dejan al descubierto no necesariamente la naturaleza de la muestra, sino aquello en lo que parece ser que se ha convertido. ¿Y en qué se ha convertido? No tanto en un evento para amantes del cine fantástico en general como para madrileños que ven una forma barata de pasar el fin de semana. Por supuesto, esto degenera en demasiadas sesiones espontáneamente golfas con independencia de la hora y de la calidad de la película... o dicho en otras palabras: demasiados niñatos maleducados de veintitantos o de treintaypocos. Y aunque un amigo me dijo que otros años han sido mucho peores, yo tengo claro que, por mí parte, no vuelvo a pisar la muestra si puedo evitarlo (a no ser que la peli que vaya a ver sea de acción descerebrada o de comedia bestia, claro). En todo caso, os comento un poco lo que hemos podido ver...


La última película de Pixar se me antoja una aventura con demasiadas concesiones a todo el mundo como para llegar a alcanzar una entidad propia. Confieso que no he leído nada del héroe creado por Edgar Rice Burroughs, pero ese perrito faldero extraterrestre me parece a mí demasiado marca Disney como para que creas que han sido respetuosos con el material original. Guión deslavazado, personajes mal construidos, actores sin carisma y una historia que no engancha. ¿Qué nos queda? Lo mismo que en todas las películas de Hollywood desde hace demasiados años: 3D y unos efectos especiales fastuosos. ¿Alguien da menos?


Stake Land (algo así como La tierra de las estacas) se vende como un thriller posapocalíptico con vampiros. ¿Tiene thriller? Más o menos. ¿Tiene posapocalipsis? Más o menos. ¿Tiene vampiros? No: tiene zombis. Me da igual que digan que son chupasangres, porque esa panda de muertos descerebrados que se abalanzan sobre los humanos como si fueran a devorarlos en vez de a beber su sangre en mi tierra se llaman "zombis". Aunque, para hacer honor a la verdad, diré que sí sale un vampiro de verdad bien avanzado el metraje. No es una gran película, y de hecho no ofrece nada particularmente novedoso, pero tampoco duele verla.


Hobo with a shotgun (algo así como Mendigo con una escopeta) fue quizá la película que más disfruté de todas. Siguiendo la estela de Machete, se trata de un tráiler falso al estilo grindhouse que han alargado hasta convertir en un largometraje. Una historia ¿futurista?, descerebrada y absurda, sobre un mendigo que dedide tomarse la justicia por su mano en un pueblo podrido de corrupción hasta la médula. Violencia gratuita, humor negro y acción cafre para una película protagonizada por Rutger Hauer, que me recordó un poco a determinadas propuestas ochenteras como Curso del 84.



Esta sesión estuvo cuajadita de niños y la verdad es que no se equivocaron, porque Lorax es una historia bastante infantil con mensaje ecologista dirigida yo diría que casi de forma exclusiva a los más pequeños de la casa (nada que ver con ciertas películas de Pixar). Lo mejor, que el 3D está bastante aprovechado. Lo peor, unas canciones que, aunque pocas, presentan una calidad a mi parecer más bien dudosa.



La buena de Leticia Dolera (presentadora, por cierto, que empezó con cierta timidez y acabó el festival siendo la reina del mambo zombi) nos vendió The Prodigies como la producción de animación europea más cara de los últimos años. A mí lo de las cifras estas locas de producción me impresiona más bien poco, con franqueza, pero puedo decir que después de acostumbrarme a unos gráficos con demasiado estilo de videojuego, disfruté bastante de una película de acción futurista y "comiquera" que, si bien no tiene un ritmo particularmente fluido, se deja ver bastante bien.


Esta no la descubrimos en la muestra, pues en realidad ya la habíamos visto hace tiempo y no nos volvió lo que se dice locos de pasión, precisamente. De hecho, como no soy demasiado dado a hablar de lo que no me gusta, ni siquiera le hice una reseña en su día. Pero hoy la comento por encima, ya que viene al caso. Atrocious es una producción española que se enmarca en el subgénero del found footage (metraje encontrado) al estilo de El proyecto de la bruja de Blair. El problema es que este subgénero tiende a la monotonía a base de repetir esquemas y, a no ser que uno tenga el talento de Balagueró y Plaza para hacer un (REC), pasa lo que pasa con Atrocious: que la historia fluye forzada y sin ganas, hasta desembocar en un desenlace decepcionante en este caso. Por no ser mala persona, diré que tiene algunas escenas que consiguen dar mal rollo... pero pocas.


Por cierto, lo mismo ocurre con Apollo 18, otra de found footage, solo que esta vez con más medios y talento, amén de mejores resultados argumentales (aunque esto último tampoco tiene tanto mérito, pues aunque cuenta con un par de buenas ideas, es predecible hasta decir basta).


Ti West debería enviarles un jamón por Navidad todos los años tanto a Sara Paxton como a Pat Healy, pues al fin y al cabo son ellos dos los únicos que evitaron que me levantara y saliera de la sala (y estoy convencido de que no fui el único a quien le pasó). Y es que The Innkeepers es una película que adolece de un gran problema de indefinición, donde no sabes si estás viendo un ejercicio de nostalgia ochentera, una comedia fantasmagórica o una película de terror sobrenatural que no acaba de arrancar. Al final, queda claro que es un poco todo y nada a la vez. Lo mejor, aparte de sus dos protagonistas, ese desenlace que crispa los nervios. Lo peor, me temo que todo lo demás.


La película que sirvió para clausurar la muestra fue Lobos de Arga, una comedia gamberra licantrópica que da exactamente lo que promete... y que quizá tenga en ello su gran problema (aparte de algunos actores que no sé si hablaban demasiado rápido, no vocalizaban bien o ya estaba yo un poco cansado). Como decía, me parece que su gran problema es que no da ni más ni menos de lo que promete. ¿Es eso realmente un problema? Sí cuando uno se ha encontrado con películas de intenciones similares como Sexykiller, más juguetonas e ingeniosas y menos acomodadas. En todo caso, se deja ver y entretiene bastante.


También vimos las reposiciones respectivas de Ultimátum a la Tierra y El planeta de los simios, pero de estas se ha hablado ya tanto que poco más puedo decir ahora mismo. En cuanto a The Woman, tal vez lo mejor del festival, no la vimos en la muestra porque ya lo habíamos hecho meses atrás en Bluray (con su reseña correspondiente).

lunes, 13 de febrero de 2012

LAS PINTURAS NEGRAS DE GOYA

Recuerdo que hace un par de años fui a una conferencia bastante interesante que dio Iker Jiménez en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El tema era la evolución social del terror a lo largo de la historia: desde las supersticiones más infundadas transmitidas de generación en generación hasta el miedo al fin del mundo. Sin duda, un tema muy complejo y extenso, pero que yo creo que supo llevar bastante bien, dada la duración de la charla. El caso es que, cuando un espontáneo del público le preguntó qué era lo que más genuinamente le daba miedo a él, no dudó un instante: ni películas ni libros ni leyendas urbanas... sino las pinturas negras de Goya. Como sabéis, las llamadas "pinturas negras" del magistral pintor español Francisco de Goya y Lucientes son una serie de 14 obras murales que creó para decorar su casa, la Quinta del Sordo, y que a partir de 1874 fueron trasladadas a lienzo. La "negrura" de la denominación de esta obra hace referencia no solo a la paleta de color usada por el artista (colores muy apagados, casi mortecinos), sino también a lo sombrío de los temas expresados. Hay que puntualizar que dichas obras llegaron con un Goya que había tenido la desgracia de ver y vivir en carnes propias algunas de las peores experiencias con las que se puede enfrentar un ser humano: una guerra muy sangrienta (que dio pie a algunas obras tan icónicas y espeluznantes como "Los fusilamientos del 3 de mayo") o una grave enfermedad que lo tuvo postrado y al borde de la muerte (pasaje también reflejado en una obra tan insólita y perturbadora como "Goya atendido por el doctor Arrieta"). Las pinturas negras, sin embargo, destacan por ser algunas de las obras más herméticas y enigmáticas de la historia del arte en general. El único nexo común es la paleta cromática (que suele tender a reflejar escenas nocturnas), la composición novedosa de figuras descentradas (a veces rayanas en la monstruosidad) y esos temas normalmente oscuros, sórdidos y de intenciones ambiguas. Ni siquiera los historiadores del arte se ponen de acuerdo a la hora de dar una explicación más o menos homogénea y consensuada a esta obra inclasificable. Por lo que a mí respecta, este fin de semana pude admirarlas en el Museo del Prado de Madrid y solo puedo decir que es una experiencia que os recomiendo. No solo por la belleza sobrecogedora que exudan, sino porque en efecto transmiten ese sentido del horror en muchos casos sobrenatural que tan bien explicó Iker Jiménez en su ponencia.



El Aquelarre: Inquietante, aunque no es la primera vez que Goya dedicaba una de sus obras al tema de la brujería (según algunos historiadores del arte, a modo de crítica a la ignorancia supersticiosa del pueblo llano).


Saturno devorando a un hijo: Tema mitológico para dar carne (nunca mejor dicho) a una de las combinaciones más aberrantes que se nos pueden ocurrir: filicidio + locura + canibalismo.


Átropos o Las parcas: Otro tema mitológico de fondo misterioso.


Dos viejos comiendo sopa: Con franqueza, yo no sé de qué era la sopa que estaban comiendo estos dos ancianitos con aspecto de (respectivamente) bruja y esqueleto... pero ni ganas, la verdad.


La romería de San Isidro: Mi favorito. ¿Cómo pudo Goya convertir una festividad tan alegre en esta manifestación de carácter "pesadillesco" tan marcado? He leído por ahí que las figuras transmiten una crítica a la vulgar ebriedad de un pueblo festejando... pero yo me fijo en la cara desquiciada de esa figura inferior tocando la guitarra, la maldad que exudan algunas expresiones o, sencillamente, la cara de terror puro de la figura con sombrero que se encoge a la izquierda de la fila inferior y no sé qué pensar. Recuerdo que este lienzo es el que más me impresionó en el Prado y, viéndolo, imaginé el espanto de caer dentro del cuadro y unirse a esa romería de pesadilla. El horror, sin más. (Os invito a que hagáis click en la imagen para verla con más detalle).



La pradera de San Isidro: Y como contrapunto a la obra anterior, aquí tenemos otra que pintó Goya muchos años antes para retratar precisamente la misma festividad. El contraste es doliente.

martes, 24 de enero de 2012

¡NOMINADO A LOS PREMIOS SCIFIWORLD!

 

Yo sé que hoy lo propio sería hablar de las nominaciones a los Oscar y todo eso (y lo poco o nada que hay que rascar en cuanto a terror y fantástico). Pero la verdad es que lo dejo para otro momento, porque tengo una pequeña noticia que daros y, precisamente, va de nominaciones. En concreto, de dos nominaciones para las que me va a tocar ponerme en plan señor Barragán (dame aaaaargo). Hablo de los Premios SciFiWorld de Fantasía, Terror y Ciencia Ficción, que organiza la veterana revista SciFiWorld con la sana intención de premiar lo que el público considere lo más granado de los géneros fantásticos nacionales en diversas disciplinas: cine, literatura, cómic, ensayo... (Podéis leer y votar fácil y cómodamente a los nominados en este enlace.) El caso es que, mira tú por dónde, a servidor le han tocado dos nominaciones como dos soles (bueno, y de refilón una tercera, pero esa es para Felideus, el ilustrador de la portada de mi última novela, Cuerpos Descosidos): Mejor Libro o Novela de Ficción para Cuerpos Descosidos (a la que, como comentaba, cabría sumar la nominación de Mejor Ilustración)...


... y Mejor Relato Corto para "YGST", incluido en la antología Los Nuevos Mitos de Cthulhu.

Como os podéis figurar, servidor está agradecido, emocionado (solamente puedo decir...) con estas nominaciones y, por supuesto, os dejará embarazados de un bebé guapísimo con un cociente intelectual de escándalo si me echáis los votos correspondientes. Claro que lo suyo sería que no votárais a ciegas y porque sí, de modo que si estáis más desubicados que una virgen judía llevando una sandía a una fiesta veraniega clandestina (véase Dirty Dancing para más señas, que también es un poco de terror, la verdad), como diría mi amiga Monidala del Club Pickwick, os invito a que leáis los correspondientes textos. Así, majamente.

Sea como sea, yo os invito a que echéis un vistazo a los nominados en general, porque hay auténticos cracks... lo cual, obviamente, no puede sino hacer que me sienta más dichoso que Kylie en cualquier momento de su día a día. Gracias de antemano.

jueves, 5 de enero de 2012

"AJUAR FUNERARIO": SUPOSITORIOS DE TERROR

Retomamos el blog en este nuevo año (feliz 2012, por cierto... y a ver si es verdad que es feliz) con la primera lectura del año. Se trata de Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, un libro editado por Páginas de Espuma, que mi amigo Miguel G. estuvo recomendándome durante meses. Un libro de título sugerente, inquietante... y de portada no menos sugerente e inquietante, como véis, con ese suponemos que militar enterrado de forma muy opulenta con todo su ajuar funerario. (Por cierto, y ahora que no nos oye, a saber qué crímenes contra la Humanidad debe de haber cometido este señor de expresión plácida...)


Ajuar funerario es una antología de narrativa mínima (microrrelatos, en la mayoría de casos) que se enmarca por supuesto en el fantaterror. Una antología que, como todas las de estas características, parece más inofensiva y ligera de leer de lo que en realidad resulta ser. Y es que hay que tener en cuenta lo complicado que resulta ir saltando de forma constante de una pequeña pieza literaria a otra, con el consiguiente cambio de todo (personajes, escenarios, puntos de vista...). Eso por no hablar de la dificultad añadida que implica tener que encerrar todo un mundo, toda una historia y sus significados en unas pocas líneas (que me lo digan a mí, que con mi antología de nanorrelatos Abominatio también me las vi y me las deseé...). Sin embargo, el escritor peruano afincado en Sevilla logra trascender estas trabas y conseguir una antología bastante estimulante. Por supuesto, como en toda antología, hay sus altibajos (y algunas piezas son notablemente mejores que otras), pero lo importante es que Iwasaki consigue que el cómputo global sea satisfactorio: una antología que bebe tanto de Poe o Lovecraft como de las anécdotas en la casa de la abuela del autor, y que consigue inquietarnos, estremecernos y, en ocasiones, hacernos sonreír para después congelarnos la sonrisa con un giro imprevisto.


Lo mejor: Cuando el autor se toma más en serio el microgénero y, en joyas como "Que nadie las despierte", te da expresiones sencillas pero tremendamente elegantes como "las luces de los coches se disuelven líquidas en la cremosa oscuridad". Chapeau. Y por supuesto, cuando se toma el terror totalmente en serio y te obsequia con imágenes de lo más espeluznantes (que hay unas cuantas).

Lo peor: Cuando el autor no se decide a dar lo expuesto justo arriba, es decir, lo mejor. Y ocurre en algún que otro caso, por desgracia, aunque no en demasiados.