jueves, 25 de agosto de 2011

DARK CORNERS: ENTIERRA TUS PECADOS EN UNA CAJA


De todas las películas que, a modo más o menos de exploit, se han atrevido a intentar capturar el espíritu del cine más hermético de David Lynch, tal vez Dark Corners sea una de las más conocidas (si es que este adjetivo se puede aplicar aquí), pero también una de las más incomprendidas. No me atrevería a afirmar que la opera prima de Ray Gower tiene todos los cabos perfectamente atados, pero creo que lo que sí tiene es una lógica interna interesante y meditada. De ella vamos a hablar en el siguiente artículo, de modo que si no habéis visto la película os aconsejo que no sigáis leyendo, ya que se expondrán diversas claves para entender los engranajes de esta historia.

La primera pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿de qué va Dark Corners? Según Filmaffinity.com, el argumento podría resumirse así:

Susan (Thora Birch) es una joven que últimamente está sufriendo una serie de horribles pesadillas en las que es atacada por horribles criaturas. Ella está convencida de que esas pesadillas tienen que ser algo más que simples sueños.

En el caso de Labutaca.net, la historia se resume de forma todavía más escueta:

Una problemática joven (Thora Birch) despierta un día como una persona distinta, acosada por criaturas terroríficas. Pero, ¿cómo diferenciar los sueños de la realidad?

Tampoco imdb.com se explaya mucho más, de modo que si quisiéramos acceder a una sinopsis algo más elaborada, tendríamos que irnos por ejemplo a The Dreamers, donde nos dan alguna clave adicional:

Los sueños son enigmas inquietantes difíciles de comprender. Pueden ser el vehículo de la fantasía, de la Sombra del Alma, del misterio y, frecuentemente, del horror. Esto último es justo lo que le ocurre a Susan: vive sumergida en un laberinto sin salida permanente, en el que se sueña a sí misma soñándose a sí misma. Su existencia está duplicada, por un lado se encuentra su identidad rubia, con una vida apacible y luminosa aunque no exenta de problemas; y por el otro, su alter ego morena, que habita en un mundo lúgubre donde trabaja de embalsamadora. Sus vidas serían totalmente diferentes si no fuera porque ambas están siendo amenazadas por la presencia de un psicópata que está sembrando la ciudad de cadáveres…


El primer error grave que se comete en estos resúmenes es algo tan básico como decidir de antemano (aunque sea de manera subconsciente) cuál es el mundo real y cuál es el mundo soñado. Parece ser que las tres sinopsis lo tienen clarísimo: la rubia Susan es la mujer real, mientras que su supuesto «alter ego» (la morena Karen) es el personaje soñado en sus pesadillas. Sin embargo, ¿tan seguros estamos de que es así? Supongo que una de las pistas falsas que nos pueden llevar a error es precisamente determinada percepción que he visto repetirse mucho… incluso en comentarios algo más acertados, como el de SciFi-Universe.com (traduzco):

(…) Si el mundo de la rubia Susan corresponde al mundo real tal y como podemos concebirlo normalmente, el de la morena Karen es un universo lúgubre y malsano, poblado de gente vulgar (…) Así, los personajes que pueblan ambas dimensiones (una realista, la otra fantasmagórica) son los mismos y adoptan actitudes casi similares, se diferencian en la apariencia física (…)

Lo interesante de esta perspectiva es que considera que el mundo de la rubia Susan es más realista que el de la morena Karen. No estoy de acuerdo. A mi entender, ambas dimensiones son completamente exageradas e irreales, aunque cada una dentro de sus propios parámetros. De hecho, más allá de una ultraestilización o una ultradegradación estética, ambas comparten incluso el mismo tema musical, al que se introducen las variaciones necesarias para que suene o bucólico e idealizado o, por el contrario, lo más inquietante posible. Y es que si el universo de Karen es tenebroso hasta la hipérbole (esa vida solitaria y miserable, ese apartamento absurdamente sórdido, esos ambientes industriales, esos vecinos y compañeros de trabajo más allá de lo hostil…), el de Susan es su reflejo luminoso al otro lado del espejo de la improbabilidad (esa vida casi ideal al lado de su marido perfecto, esa casa de ensueño, esos barrios residenciales que parecen sacados más de una postal que del mundo real, esos vecinos y compañeros de trabajo simpáticos más allá del absurdo…). Entonces ¿cuál de los dos es el mundo real? Ninguno. Ambos son solo proyecciones que nos devuelven determinada percepción trastocada tanto en lo bueno como en lo malo. Ambos son, de un modo u otro, una pesadilla. El mundo real no existe en Dark Corners. Por tanto, si la realidad no existe, ¿podemos decir que tampoco existe ninguna de las dos protagonistas a las que encarna Thora Birch? En efecto, ambas son solo proyecciones, encarnaciones soñadas. ¿Y soñadas por quién? Por el único personaje que realmente existe como tal en la película: el psicópata al que en el mundo de Susan encarna el doctor Woodleigh (Toby Stephens) y al que en el mundo de Karen encarna esa amenaza encapuchada y misteriosa llamada Needletooth (Oliver Price). Pero ambos son, en realidad, la misma persona: el doctor Woodleigh, un psicópata que en la vida real (esta vez sí: real) se dedicaba a destripar mujeres, hasta que el marido de una de ellas (esta vez sí: el de la Susan real) lo descubrió y mató. Lo que vemos nosotros en Dark Corners es el infierno personal del asesino, condenado a revivir una y otra vez los últimos días de vida de su última víctima (Susan) precisamente poniéndose de forma literal en la piel de ella. Un destino repetido ad nauseam, que lo obliga a empatizar con su víctima del modo más retorcido posible: convirtiéndolo en ella misma y obligándolo a tener que temerse y huir de sí mismo por toda la eternidad.


Entonces ¿qué pinta la tal Karen en todo este embrollo? Esa es una pregunta de respuesta más delicada y he de admitir que mi interpretación quizá sea más debatible, aunque está fundada en pistas diseminadas durante la película. Bajo mi punto de vista, Karen es cierta parte de la conciencia del psicópata, esa porción de su mente que se resiste a la condena y que se niega a aceptar que el mundo que él destruyó era realmente tan perfecto como parece. Karen y su mundo son un refugio, una vía de escape a su propio infierno, una pesadilla que él reconvierte en lo que pretende una bocanada de aire fresco para su mala conciencia… aunque ese aire se va enrareciendo a lo largo de la película, como si quisiera desmantelar la falacia que él mismo ha construido. Precisamente en este punto es donde las claves que encierra la película se vuelven indispensables.

RIMAS INTERNAS ANTÓNIMAS / OPUESTOS PARALELOS


Las relaciones interpersonales en el mundo de Susan son tan postizas que rozan la irrealidad. La mayoría de las conversaciones son huecas e inverosímiles. Incluso las actuaciones son claramente exageradas, a veces rayanas en el histrionismo. Las escenas caseras con su marido parecen sacadas de una mala sitcom… y las escenas con su compañera, de una sitcom para treintañeras descerebradas. La señora con quien coincide en la sala de espera del doctor Woodleigh es tan avasalladoramente simpática y abierta (incluso con temas más bien escabrosos) que más bien repele. Por el contrario, las relaciones interpersonales en el mundo de Karen o bien son más adultas o bien directamente inexistentes. Su jefe y su compañera de trabajo hacen gala de un marcado humor negro, casi hostil, y sin embargo nos parecen más auténticos que los personajes del mundo de Susan. Los demás personajes apenas interactúan con ella… y cuando empiezan a hacerlo, es o bien para amenazarla o bien para burlarse de ella.


Es este otro punto donde empieza a romperse la burbuja del mundo de Karen, pues ella/él percibe que las burlas de los demás (los pasajeros del autobús, el cadáver de su compañera) están originadas por algo de lo que no es consciente, pero que le hace sospechar que hay algo que no funciona (obviamente, lo que no funciona es justo ese mundo entero de amnesia voluntaria, en el que el psicópata no es peor que la gente «normal» y sus víctimas no son tan víctimas).


En el mundo de Susan, no tenemos la menor idea de cuál es su trabajo. Sabemos que tiene un despacho muy bonito y limpio, pero no se nos sugiere en ningún momento qué funciones desempeña en él. Probablemente, porque el propio asesino nunca llegó a tener claro en qué trabajaba la Susan real, de modo que su mente proyecta lo poco que sabe. Por el contrario, el trabajo de Karen está perfectamente acotado: ayudante en una funeraria. Karen trabaja con cadáveres (al igual que, en cierto modo, hacía en vida el asesino). El problema comienza cuando su conciencia la/lo traiciona y los cadáveres comienzan a hablarle, a acusarla, a culpabilizarla… Es uno de los puntos donde empieza a romperse la burbuja creada.
 

El mayor (y casi exclusivo) problema en la vida de Susan son sus dificultades para quedarse embarazada. Es lo único que le falta a su vida para estar plena: ser madre. Por ello se somete a un tratamiento de fertilidad y, de forma bastante improbable, lleva con gran deportividad los comentarios frívolos de esa compañera suya que, a fin de cuentas, ya desde hace años es madre de varios niños. Sin embargo, en el mundo de Karen los niños no son algo buscado, sino una amenaza. En algunos casos, una amenaza literal (recordemos al niño que, subido a un coche desvencijado, empieza amenazándola con un simple gesto, para acabar agrediéndola físicamente en su propia casa). En otros, una amenaza no tan física (para Karen, quedarse embarazada resulta una desgracia). De nuevo, se puede entender como un mecanismo de la mente del propio asesino para convencerse a sí mismo de que el asesinato de una embarazada no es tan monstruoso: los niños son malos, solo traen problemas.

 

Uno de los casos más significativos de rima interna antónima u opuesto paralelo es el del detective que investiga la muerte de las respectivas amigas de Susan y Karen. En el mundo de Susan, el detective es un hombre perspicaz, competente, capaz de ver más allá de las apariencias y de armar hipótesis bastante lúcidas (cuando define al asesino como «ese monstruo», una preocupada Susan le inquiere de forma bastante significativa: «Pero es un hombre, ¿verdad?»). Por el contrario, en el mundo de Karen el detective resulta ser nada menos que un hombre invidente, algo más despreocupado e incluso poco profesional (cuando Karen llama preguntando por él en plena investigación, recordemos que se insinúa que se ha ido de vacaciones). El primero parece muy decidido a cazar al asesino. El segundo, de forma muy conveniente para la conciencia del asesino, parece estar dando palos de ciego (nunca mejor dicho).

EL NÚMERO 618


Cuando Karen despierta por primera vez, su despertador marca la hora 6:18. Después de vomitar, encuentra en la taza del inodoro una llave con el número 618, que es la que abrirá la caja con su conciencia enterrada. Tras desenmascarar su verdadera personalidad y sus actos, el psicópata es asesinado por el marido de Susan en el escenario de su último crimen… justo a las 6:18, momento en el que vuelve a sonar el despertador de Karen y el bucle comienza de nuevo. Según algunos estudios, el 618 es el cálculo más exacto de lo que vendría a ser el número de la Bestia (es decir, el equivalente al famoso 666). Por supuesto, no es un número escogido al azar, sino que en este caso se trata prácticamente de una rúbrica. Sus resonancias demoníacas suponen una de las dos únicas pistas inequívocas que nos remite al lugar en el que se encuentra en realidad el asesino: el mismo infierno. La otra pista nos la da la propia Susan cuando explica a su marido cuál es su noción del infierno: «Creo que eso es el infierno: que te arranquen los pecados de las esquinas oscuras de tu mente para servírtelos en una espiral infinita de tortura».

LA CAJA ENTERRADA


Durante una de las insustanciales conversaciones entre Susan y su marido, esta hace referencia a algo que solía decir su abuela: los pecados siempre se pueden enterrar en un agujero bajo tierra. Al final de la película, descubrimos que justo eso es lo que el doctor Woodleigh ha hecho con sus crímenes: meterlos en una caja y enterrarla en el «jardín» de Susan. Gracias a ello, consigue liberar en cierta forma su conciencia y crear el mundo de Karen, donde ya hemos comentado que el peso de todas sus faltas es relativizado de un modo u otro. El problema, insistimos, está en que sus culpas siguen existiendo, por muy enterradas que estén, y no harán más que pugnar por salir a la superficie. Por eso Karen vomita la llave que ha de abrir la caja enterrada con el recuerdo de las faltas que cometió en vida: su cuchillo y las fotos de sus víctimas (incluida la de Susan, claro).

En definitiva, Dark Corners no solo se erige como una película visualmente muy atractiva (la fotografía es espléndida), sino que conforma un rompecabezas bastante menos absurdo de lo que he leído en demasiadas opiniones por la red. Os recomiendo que le deis una oportunidad.

sábado, 20 de agosto de 2011

CONAN 2011: ¿UN NUEVO COMIENZO?

Aunque en general no soy muy dado a criticar el concepto remake en sí (de hecho, creo que hay películas muy mejorables y que en este mundo las vacas sagradas son menos de las que creemos), debo admitir que me da menos grima el término reboot, que tan en boga parece estar de un tiempo a esta parte. Y es que no es lo mismo rehacer algo siguiendo más o menos las mismas pautas que retomarlo adoptando un concepto y unas coordenadas totalmente distintas. Para que nos hagamos una idea: Las colinas tienen ojos de Alexandre Aja es un remake (excelente, bajo mi punto de vista); los Batman de Christopher Nolan son un reboot. Una vez aclarado esto, he de confesar que cuando supe que se iba a llevar a cabo un remake de Conan el bárbaro (John Milius, 1982) tuve más reticencias que esperanzas. Quizá sea algo contradictorio por mi parte... o quizá, sin yo saberlo, la célebre película rodada en España sea una de mis vacas sagradas personales. El caso es que no las tenía yo todas conmigo. Sin embargo, una vez vista la versión de Marcus Nispel (realizador que, por cierto, parece ser que se está especializando en remakes y reboots), he de decir que el producto final no está nada mal. Y supongo que a ello ayuda el hecho de que no se trata de un remake descafeinado, sino más bien de un reboot con bastante fuerza.


No me considero un gran lector de la obra de Robert E. Howard, pero puedo decir que he leído unos cuantos cómics inspirados en la misma y poseo un conocimiento más o menos sólido del universo de su famoso bárbaro. Así pues, ¿es este Conan 2011 una buena adaptación? Sin duda. No sé si la más fiel, pero sí muy fidedigna. De hecho, una de las cualidades que más me sorprendieron durante su visionado es su atrevimiento comercial. Es más, en algunos aspectos tal vez sea incluso más atrevida que su predecesora. No puedo decir que me encontrara en absoluto ante una adaptación mojigata y llena de concesiones a esta época de corrección política que vivimos... y tal vez, al final, sea justo esa característica la que me haga dudar un poco del futuro comercial de la propuesta. No en vano, este Conan 2011 es una película con una violencia muy gráfica, seguramente demasiado para las familias que vayan a los multicines con la esperanza de encontrar una "peliculilla de aventuras". Algunos detalles que salpican el film son demasiado escabrosos, casi rozando el gore, y no sé cuán en contra de su carrera comercial pueden jugar.

 
También es de destacar que el tono adulto y más o menos oscuro de la película vaya más allá de la violencia. Por un lado, con determinados apuntes sexuales más o menos osados para lo que se suele ver hoy en día en el cine "palomitero" que nos llega desde Hollywood (pechos femeninos desnudos, la sugestión de una historia de incesto, incluso un breve desnudo del propio bárbaro). Por otro lado, hay que subrayar que este nuevo Conan es tan machista, taciturno, violento y promiscuo como el que interpretara en su día Arnold Schwarzenegger (incluso algo más, si tenemos en cuenta que que esta vez ni hay Valerias que valgan ni llegamos a ver a un Conan "enamorado"), con lo que el personaje se encuentra en todo momento bordeando la antipatía del público. En cualquier caso, el actor Jason Momoa logra decantar la balanza de su lado gracias a una interpretación que, sin llegar a ser ni por asomo un tour de force, bajo mi punto de vista es más inteligente y rica en recursos que la que nos diera en los 80 el señor Schwarzenegger.


En conclusión, tenemos un nuevo Conan más ligero, vigoroso y visceral (aunque también mucho menos emocional, a qué negarlo) que el que nos ofreciera John Milius con su adaptación casi filosófica del universo howardiano. Por mi parte, lo único que de verdad eché de menos fue la esplendorosa banda sonora de Basil Poledouris, sustituida para la ocasión por un trabajo correcto, pero mucho más plano y funcional. Ahora la pregunta que queda en el aire es: ¿será este reboot lo bastante exitoso como para generar toda una nueva franquicia? Lo sabremos en unos meses, supongo. No estaría mal que hiciera recuperar esa Red Sonja que está en punto muerto...

viernes, 19 de agosto de 2011

"SCARE TACTICS": INOCENTADA SANGRIENTA

Rara vez nos agasaja la parrilla televisiva española con programas dedicados de forma específica al terror. Y es que, si ya es difícil que las cadenas (a no ser que se trate de canales especializados) emitan películas de género en su parrilla, no digamos de otros programas no tan estrechamente ligados a lo que podríamos denominar "ficción" pura. Por eso es de agradecer un programa como el americano Scare Tactics, divertimento que en España emite el canal Buzz y que procuro no perderme cuando lo cazo haciendo zapping.


La mecánica del programa es muy sencilla y, en principio, no difiere tanto del popular Inocente, Inocente: una pobre alma cándida es sometida, sin que ella lo sepa, a una broma más o menos elaborada que es grabada con cámaras ocultas. Sin embargo, lo que hace que el programa americano difiera del que todos conocemos es, en primer lugar, que esta vez es un amigo o un familiar de "la víctima" quien se pone en contacto con el equipo del programa para orquestar la "inocentada"; y en segundo lugar (y más importante para nuestros intereses), que nos encontramos con que la broma siempre gira en torno a un hecho más o menos sobrenatural, macabro, inquietante... terrorífico, en definitiva. Así, las pobres víctimas se ven inmersas en una situación que, de no ser porque sabemos que en realidad es una broma (bastante oscura en la mayoría de casos), pondría los pelos de punta al más pintado, ya que el programa no escatima en medios y, por lo general, ofrece bromas bastante elaboradas e imaginativas. Por supuesto, habrá a quienes algunas de estas bromas les parezcan demasiado pesadas e incluso rayanas en el mal gusto, pero si conseguís poner en off vuestro sentido de la ética y del civismo, sin duda os encontraréis con una propuesta de lo más divertida, gamberra y, por qué no, terrorífica.


Como curiosidad, cabe comentar que la primera presentadora de Scare Tactics fue nada menos que la actriz Shannen Doherty (un dato lo bastante aterrador ya de por sí, si se me permite el chiste fácil) y que el testigo lo tomó recientemente Tracy Morgan. De momento, el programa va por la cuarta temporada y, si no tenéis acceso al canal Buzz, siempre podéis buscar videos en youtube.

sábado, 13 de agosto de 2011

DOS RECOMENDACIONES: ESKALOFRÍO Y THE UGLY

La relación del público español con el cine hecho en nuestro país es un tema peliagudo con muchas aristas y matices, del cual ya he hablado alguna vez en mi otro blog. Sin embargo, lo cierto es que en España se han dado no pocas muestras de cine “fantaterror” muy interesante, pero que sin duda es más valorado por el fandom más allá de nuestras fronteras que por los espectadores que hay dentro de las mismas. De hecho, hace poco tuve la suerte de descubrir Eskalofrío (Isidro Ortiz, 2008), una curiosa pieza de terror que empieza como una muestra de vampirismo urbano, evoluciona hacia el terror rural y acaba en lo que Àngel Sala denomina Spanish gothic.

 
 
En ella se nos cuenta la historia de Santi (solvente Junio Valverde), un joven que debido a su alergia a la luz solar (una más entre otras características que nos remiten a un inusual vampirismo) y a los problemas sociales que esto le conlleva, tiene que mudarse con su madre a un pueblo entre montañas al norte del país, donde las escasas horas de luz solar están muy atenuadas. El problema llega cuando comienzan a producirse una serie de truculentas muertes en el bosque inmediatamente después de su mudanza. Y dado que Santi es el principal sospechoso, se decide a investigar los secretos del pueblo que quizá puedan explicar esos asesinatos.


Vaya por delante que Eskalofrío no es ni mucho menos una pieza maestra, ni siquiera una obra de muy alta calidad, pero sí un producto muy digno con los suficientes puntos de interés como para situarla por encima de la media de muchos productos que nos llegan ya no desde España, sino incluso desde fuera. Viene a ser poco más o menos lo mismo que ya ocurrió en su día con otra obra del mismo director como es Fausto 5.0, solo que esta vez dentro de unos patrones algo más comerciales. La pena es que, como ocurre con tantas otras obras de género españolas, después de haber echado un vistazo por blogs internacionales y contrastar las opiniones con las virulentas críticas de algunos usuarios españoles en Filmaffinity, me he sorprendido (aunque yo ya no sé de qué me sorprendo…) de que la película ha sido mucho mejor recibida y entendida en otros países que en el nuestro. Y van…

Así pues, os invito a que le deis una oportunidad, pues sin duda es una película que lo merece. A su favor, cabe destacar que la historia entretiene, intriga e incluso llega a dar bastante mal rollo en un par de escenas. Además, está bien rodada, tiene ritmo y alcanza un tono atmosférico de no poca densidad. En su contra, aparte de alguna laguna puntual en el guión y lo prescindibles que resultan un par de personajes, habría que señalar que en el tercio final a uno se le queda el regusto de que la idea podría haber dado mucho más de sí. En cualquier caso, vale la pena echarle un vistazo.


La otra película que he visto recientemente y que se me pasó por completo en su día (admito que sin justificación por mi parte, pues veo que estuvo galardonada en Sitges) es The Ugly. Se trata de una obra muy interesante que nos demuestra que hay vida en el cine neozelandés después de Peter Jackson. Como en el caso de Eskalofrío, no significa ninguna obra maestra, pero sí consigue superar al film de Ortiz en un sentido cualitativo y de riesgo.

A priori, la premisa argumental de The Ugly casi repele más que atrae, debido a la ensalada de clichés que parece prometer. La historia arranca en un psiquiátrico donde está encerrado Simon (Paolo Rotondo), un asesino en serie que, tras cinco años de encierro, ha solicitado la visita de una reputada psicóloga (Rebecca Hobbs). La doctora está convencida de que Simon ya está curado y, hambrienta de atención mediática, pretende demostrarlo.


Sobre el papel, la historia de The Ugly puede remitirnos a la batería de thrillers sobre asesinos en serie que saturó las pantallas de los cines en la década de los 90 y, por lo tanto, quizá no resulte demasiado atractiva para quien busque algo más que un entretenimiento poco exigente. Sin embargo, basta con echar un vistazo a los primeros diez minutos del film, con ese psiquiátrico “pesadillesco” y voluntariamente inverosímil, para constatar que el punto fuerte de la propuesta no es precisamente lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. De hecho, la película de Scott Reynolds es sobre todo un ejercicio de estilo que en otras manos podría haber caído en lo obvio y banal (no me extraña que haya sido premiado como mejor director en varios festivales de género), donde se confunden de forma constante el presente con el pasado, lo evidente con lo ambiguo, la realidad que ven los demás con la verdad alterada que percibe el protagonista…


En resumen, una obra que, aunque puede adscribirse a determinada corriente de los 90 excesivamente agotada, sin duda opta por nadar a contracorriente y lo logra con creces. Una obra que se toma en serio a sí misma sin llegar a caer nunca en la pretenciosidad y que, aunque lleva a sus espaldas el lastre que supone la obviedad de algunos elementos argumentales (la infancia del protagonista es puro cliché, reconozcámoslo), logra sobrevivir a sus propias trampas gracias a una trabajo de dirección más que interesante y a algunas elecciones que dan profundidad a lo que podría haber sido una película plana y sin vida. Dadle una oportunidad, no os arrepentiréis.