domingo, 28 de octubre de 2012

"CUERPOS DESCOSIDOS", GANADORA DEL PREMIO NOCTE A LA MEJOR NOVELA DE TERROR DE 2011

No existe mayor cliché que eso de: Cómo pasa el tiempo... Una frase que repetimos a menudo, quizá varias veces durante el año, y no siempre conscientes del auténtico significado que encierra. Un significado que, de un modo u otro, acabamos banalizando. Y aun con todo, en ocasiones el cliché acaba pillándonos por sorpresa. Para bien, incluso. Quienes no nos tenemos en un pedestal (por no decir quienes a menudo incluso nos subestimamos) necesitamos echar la vista atrás de vez en cuando tan solo en busca de un punto de apoyo que desestabilice nuestro pesimismo natural. Y es entonces cuando, en ocasiones, repito, constatamos que hay que ver cómo pasa el tiempo. Hace tan solo cinco años, yo mismo todavía era un lector empedernido que soñaba con escribir un libro que tocara la fibra de algún lector tanto como tocaron mi fibra Ray Loriga con Héroes o Angela Carter con La cámara sangrienta. Apenas me lo creía cuando, un año después, Odisea Editorial publicaba mi primera novela, El tercer deseo, un texto visceral donde volqué mi alma casi de forma pornográfica y falta de pudor. De toda la repercusión que tuvo la novela, recuerdo con especial cariño un e-mail que me envió un adolescente que, tras confesarme que no era un gran amante de la lectura, me agradeció lo mucho que le había abierto los ojos mi novela. Fue muy emocionante.

Un año después, Odisea Editorial volvió a confiar en mí al publicar mi segunda novela, Todas las maldiciones del mundo, un libro también bastante visceral y personal que logró colarse como finalista del Premio Shangay a la Mejor Novela del año. Compitiendo con Boris Izaguirre, ahí es nada. Por supuesto, ganó él, pero nadie me quitó la enorme satisfacción de esa experiencia que ya me hizo suspirar en mi interior: Cómo pasa el tiempo...

Tras la alegría de mi segunda novela, quizá lo lógico habría sido seguir el rumbo marcado y ofrecer más de lo mismo. Pero el cuerpo me pedía otra cosa y escribí Abominatio, una antología de nanorrelatos de fantaterror auspiciada nada menos que por Santiago Eximeno, uno de los autores más interesantes del género de terror en nuestro país. Me gustó la experiencia, pero no fue eso lo que me llevó a escribir después Cuerpos descosidos. Precisamente, este viernes comentaba en el Café Literario "Voces de Terror", en Rivas (Madrid), que quizá el éxito de mi novela Cuerpos descosidos reside en que, mientras la estaba escribiendo, no era del todo consciente de estar escribiendo una novela de terror. O al menos, no me había propuesto de forma explícita y calculada escribir una novela que helara la sangre a los lectores. No seguí fórmulas encorsetadas ni me esforcé demasiado por encajar en determinados patrones. Simplemente, tenía unos personajes, una historia y unas herramientas con las que desarrollarlo todo. Claro que tampoco estoy diciendo que inventara nada: había un poco de Clive Barker, un poco de la última ola de cine de terror francés, un poco del Agustí Villaronga que me fascina (el de Tras el cristal) y un mucho de mi yo literario más abiertamente emocional (el que desarrollé con Odisea Editorial). La combinación, en todo caso, convenció a NGC Ficción!, que se decidió a darme una oportunidad al publicarme. El resultado de aquella aventura fue mi novela con mejor recepción hasta el momento... y una interesante polémica en torno a si pertenecía o no al género de terror. Algunos lectores me dijeron que habían llegado a tener pesadillas con determinados pasajes de la novela. Otros, que no podía considerarse una novela de terror, aunque efectivamente les hubiera inquietado. Incluso los hubo que me dijeron que casi les había llevado a las lágrimas con algunos fragmentos. Sea como sea, está claro que me salió una novela no del todo clasificable, y, pese a ello, bien recibida en general. Eso me parece, desde luego, el mayor logro. O casi...


Y digo casi porque en la XXX HispaCon/II ImagiCon, celebrada recientemente en Urnieta, Cuerpos descosidos logró alzarse con el Premio Nocte a la Mejor Novela Nacional de Terror de 2011. Obviamente, un premio así no es que sea alimento para el ego: es que, directamente, es un empacho. Como comentaba hace poco en una entrevista, y para que se entienda el shock, haber recibido un premio como el Nocte es un honor y un logro importantísimo, pues supone obtener el reconocimiento de los miembros de Nocte, la Asociación Española de Escritores de Terror. En ese sentido, viene a ser el equivalente de los Premios Bram Stoker estadounidenses (que han premiado a novelistas del peso de Stephen King, Ray Bradbury o mi admirado Barker). Es decir, que aquí te premia no un jurado aleatorio ni tus familiares y amigos, sino tus colegas, la gente que se dedica a lo mismo que tú. ¿Se entiende el shock? :)
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Recuerdo el subidón que experimenté cuando quedé finalista al Premio Shangay y lo impresionante que resultó encontrarme a pocos metros de Boris Izaguirre, a quien admiro sobre todo por sus ensayos. Pero os aseguro que el subidón no fue comparable al que experimenté cuando Juan Ángel Laguna Edroso, el actual presidente de Nocte, pronunció el título de mi novela durante la cena de entrega de los premios. Ni la profunda emoción que sentí cuando me felicitaron mis compañeros. Es entonces, al darte cuenta no solo de que ya no eres el joven que quería tocar la fibra de los lectores como Loriga tocó la suya, sino de que ahora eres el adulto que toca la fibra de sus compañeros escritores (gente exigente, con criterio, con experiencia), cuando, por mucho que tiendas a subestimarte y a ver el vaso medio vacío, no tienes más remedio que mirar atrás y reconocer que hay que ver, en definitiva, cómo pasa el tiempo...


Servidor, con los nervios a flor de piel durante la cena.



Recogiendo el premio que me entregó el gran Juan Ángel Laguna Edroso. Y, aunque en la imagen no se capte del todo, nervioso como una colegiala.



Con Alfonso, una pieza clave en mi vida, que siempre sabe estar ahí para mí a las duras y a las maduras.


Con otros compañeros maravillosos de Nocte. ¡Los maños! Que, por cierto, supieron hacerme sentir como un maño más. De izquierda a derecha: Roberto Malo, yo, Fernando Martínez Gimeno y el también premiado David Jasso. José María Tamparillas, también galardonado con un Nocte por su relato La necesidad del dolor, no sé por dónde andaba en aquellos momentos. ¿Quizá en busca de sidra? En los límites de la Hispacon...


En realidad, el gran ganador de la noche fue el inconmensurable David Jasso, que se alzó nada menos que con tres galardones: el Premio Nocte a la Mejor Antología por Abismos y los Ignotus a la Mejor Antología (por Abismos, again) y a la Mejor Novela Corta (por La textura de tu piel). Jasso, la Meryl Streep del terror español, como lo llamo yo.


Pero vamos, que lo cortés no quita lo valiente... Y yo me sentí como el rey del (trono del) mambo.

**Aquí podéis ver el palmarés completo de los Premios Nocte 2011. Y aquí, el de los Ignotus.**


P.D: Al Ignotus también estuve nominado, pero el premio se lo llevó Fieramente humano, de Rodolfo Martínez. También publicado en NGC Ficción!, por cierto. Todo queda en casa.