miércoles, 31 de marzo de 2010

"MISTER B. GONE": UNA JARRA DE AGUA FRÍA

No hay nada peor cuando admiras a alguien que tener un desencuentro con ese alguien (a nivel de valoración artística, se entiende). Ya en mi otro blog, di cuenta el año pasado de la decepción que experimenté al leer el último trabajo de Ray Loriga, uno de mis escritores más admirados. Por lo visto, ahora le toca el turno a Clive Barker. Y la decepción es doble, si bien no triple, pues creo que hay en la novela que voy a comentar demasiadas cosas que no funcionan, o al menos que van a trompicones (cuando no a marchas forzadas), como para hacer la vista gorda, por muy fan que uno sea. Y eso, cuando se trata de un maestro indiscutible del género, realmente me duele.


No diré gran cosa de la traducción de título que Mister B. Gone ha tenido en esta España nuestra de pandereta y botijo (Demonio de libro se titula, nada menos) porque me parece de muy baja catadura incluso para la calidad de la novela. Así que vamos al grano. La idea base es, qué duda cabe, bastante buena: un demonio está atrapado en el libro que estás leyendo y se dirije a tí para que lo eches a una hoguera, con la esperanza de que, de este modo, lo liberes. Hasta ahí, todo bien: un narrador de lo más inusual, que rompe la cuarta barrera dirigiéndose directamente al lector y haciéndolo partícipe de la acción (no sólo eso: convirtiendo al libro en otro protagonista más). En fin, un experimento post-moderno de lo más curioso. El gran problema, bajo mi punto de vista, surje cuando empiezan a haber choques entre intenciones y resultados... peor aún, cuando el señor Barker se pasa por el arco de triunfo toda voluntad de coherencia y cohesión y lo único que consigue es una historia alargada como un chicle y preocupantemente vacía. Los momentos en que el demonio en cuestión habla al lector se vuelven irremediablemente reiterativos, sin apenas aportar nada nuevo entre uno y otro, y uno tiene la sensación de que, en realidad, su única función era llenar páginas y más páginas hasta llegar al tope que le hubieran marcado en el contrato.

Por otro lado (y esto ya no sé si es problema mío, de Barker o un poco de los dos), me topé con que me resultaba del todo imposible suspender mi incredulidad. Y esto es algo que me parece alarmante no sólo como lector, sino como escritor, pues vi que se permitía licencias que ni siquiera yo mismo me atrevo a permitirme cuando escribo ficción, sobre todo por respeto a lo que escribo y a los que lo vayan a leer. El demonio parecía a cada página alguien distinto, no tenía una entidad bien armada, tropezón que tal vez se deba al empecinamiento de Barker por que un demonio te cuente su vida en primera persona y dejando ver todos sus claroscuros, lo cual necesariamente lo convierte más en una persona de carne y hueso que en un demonio. Y, claro, así se cae en el (a mi entender) grave error de romper totalmente la ilusión creada: un demonio enclenque y patoso, que es lo que parece al principio, acaba siendo un ser realmente temible, para después convertirse casi en una doncella cándida cuando te confiesa que está enamorado (!!), luego otra vez temible, luego inexplicablemente temeroso... en fin, que acabas tan mareado con las incongruencias en el modo con que se te presenta al narrador del libro (y en el modo con que te va presentando los hechos) que te acaban sacando por completo de la novela.


Afortunadamente, Clive sigue conservando una prodigiosa inventiva a nivel visual y, en efecto, si bien no todas, hay muchas ideas espectaculares e imaginativas que logran subir un poco la media. Sin embargo, no disculpa que sea un logro menor, pues por desgracia, la media del conjunto es tristemente mediocre, errática, y lo único que te deja es un franco regusto a concepto fallido de forma estrepitosa. Sigo sin explicarme cómo alguien que revolucionó de tal manera la literatura y el cine de terror, un genio capaz de maravillas como Los libros de sangre, Hellraiser o El ladrón de días, se nos descuelga con un producto tan gris, que huele por todos los costados a encargo mal resuelto (no sé en cuántas páginas me dije a mí mismo que aquello era Entrevista con el vampiro, sólo que con dos demonios y forzando la maquinaria). En fin, quiero pensar que el maestro Barker no quería escribir este libro, que era una obligación que tenía por contrato con su editorial, pues lo que quería era pintar (su gran pasión de un tiempo a esta parte) y que, en consecuencia, esa desgana se tenía que notar necesariamente en los resultados. Una lástima: pues si bien sigue siendo el maestro, esta vez lo es a base de rentas. Y no creo que sea justo ni para él ni para sus seguidores.

martes, 16 de marzo de 2010

"NECROMENTIA": LOS HIJOS DE BARKER


A estas alturas, debería quedar más o menos claro que el llamado "cine indie" (si es que tal cosa sigue existiendo) no sólo se alimenta del drama y la comedia. Ya en el lejano 1974, La matanza de Texas demostró que, con una buena idea y ganas de hacer las cosas medianamente bien, no hacía falta echar mano de grandes estudios ni presupuestos generosos para dar a luz un clásico del terror. Pero tampoco es necesario irse tan lejos: a finales de los 90 nos llegó The blair with project, quizás el último gran ejemplo de cine de horror hecho con cuatro (de los antiguos) duros, pese a que films como Paranormal Activity trataron de repetir la hazaña, en cambio sin acabar de repetir el impacto (quizás porque, de hecho, Paranormal Activity no tenía nada de indie, pese a que como a tal pretendieron vendérnosla). En fin, la lista podría ser mucho más larga, pero me detengo aquí.


Y es que hoy os vengo a hablar de Necromentia, uno de esos terrores indie, que en este caso fue rodado en 2009 y no me consta que jamás llegara a distribuirse en España (corregidme si me equivoco, por favor). Dirigida por Pearry Reginald Teo, en base a un guión de Stephanie Joyce, lo curioso de la propuesta es que, al contrario de las arriba mencionadas, renuncia voluntariamente a la sobriedad conceptual a la que suele abocar la escasez de presupuesto y, en mayor o menor medida, sigue consiguiendo un margen bastante corto entre objetivos y resultados, al menos en lo que a ese aspecto concierne. Así, la plasmación del infierno bajo la forma de un largo pasillo oscuro, como de sala de calderas sin principio ni final, pasa de lo que podría haberse visto como una resolución "cutre" por exigencias del guión a un concepto bastante original dentro de cómo se ha concebido por tradición este lugar. También es de destacar uno de los demonios, encarnado (nunca mejor dicho) en un hombre obeso que se oculta el rostro con una careta de cerdo y canta obsesivamente una macabra tonada infantil que invita -literalmente- al suicidio. Aunque la palma se la lleva, qué duda cabe, uno de los demonios que moran en ese pasillo de tuberías eternas, cuya fotografía podéis ver justo arriba, de diseño muy perturbador y logrado, que nos puede recordar bastante a la serie de juguetes Tortured Souls creada por Clive Barker (tal vez la única nota negativa es que, pese a haber acertado al prescindir olímpicamente de la ya casi inevitable infografía y, por el contrario, decantarse por el latex, la verosimilitud conseguida queda amortiguada por alguna escena en que, sobre todo en el movimiento de los dedos, se nota demasiado que es latex).


Y ya que menciono al maestro Barker, no puedo dejar de comentar su tremenda influencia en la historia narrada, que combina tablas de ouija grabadas directamente sobre la piel, pactos con entidades demoníacas, historias de amor mórbido y sexo enfermizo. Quizás a algunos les eche para atrás que la influencia barkeriana sea tan marcada y amenace con convertir en una vulgar exploitation de Hellraiser lo que podría haber sido una película de entidad propia... pero yo no lo veo así. Es obvio que Necromentia bebe (por no decir que se atraganta) de la obra del maestro, pero siempre me parece más digno de crédito y mérito inspirarse en algo tan original como el creador de Los libros de sangre que limitarse a darnos la enésima historia de fantasmas con rubia al frente.


En definitiva, ¿es recomendable este film? Lo es para los muy fans del terror y, en concreto, para los que valoran algo más o menos original (aunque la originalidad no venga al 100% de sus responsables, sino indirectamente del arriba mencionado Barker). ¿Para quién no es recomendable, pues? Para quienes no aguanten una cinta de terror de ritmo bastante pausado, de narrativa fragmentada (podría decirse que son tres historias interdependientes, al estilo Pulp Fiction) y que requiera un poco de la colaboración del espectador. No es sensacional, pero se deja ver bastante bien, creo yo. Os dejo con el trailer, por si le queréis echar un vistazo:


jueves, 11 de marzo de 2010

11-M: CUANDO EL TERROR IRRUMPE EN LA RUTINA

Siendo hoy 11 de marzo, aniversario del espantoso atentado terrorista en Atocha, no podía dejar de recordar la que, posiblemente, sea la peor manifestación posible de horror. Me refiero a cuando la muerte, el dolor y la barbarie hacen acto de presencia de forma totalmente abrupta e irracional en el día a día de personas inocentes. Pocos dudarán que la amenaza de todos los seres de ultratumba o de todas las fuerzas de la naturaleza desatadas no es comparable a la del propio ser humano, en ese punto donde la locura y la frialdad guían sus actos hacia la mayor monstruosidad, cometida en nombre de quién sabe qué ideología. Terrorismo: qué término tan escalofriante...


Pero como tampoco quiero dejar una nota tan negra en el post de hoy, me despido haciendo una recomendación que guarda ciertos puntos de contacto con el tema de arriba. Me refiero a Arlington Road, el cual considero uno de los mejores thrillers americanos de los 90. Aunando temas como el terrorismo, las conspiraciones y la amenaza en el día a día, es este un film que habla de ese tipo de terror de forma casi taimada, haciendo un uso casi expresionista de las luces y sombras, con un desarrollo y exposición por momentos brillante, y desembocando en un final que deja al espectador abrumado. No habla de hechos paranormales, ni tampoco de zombies ni hombres-lobo: Arlington Road habla del terror agazapado en los barrios residenciales y tras las mentes de ese vecino que nos parece modélico. Arlington Road habla de cuando una ideología política es capaz de cualquier cosa, por monstruosa que sea. Arlington Road habla de vidas sesgadas. Muy recomendable.

martes, 9 de marzo de 2010

MONSTER SHOW


No deja de resultarme curioso (cuando no indignante) cómo de forma demasiado habitual un género como el terror, de tanto bagaje a nivel socio-cultural, no siempre obtiene el respeto que se merece. Más bien al contrario, en una actitud un tanto condescendiente, el terror suele verse como un divertimento sin mayor trascendencia, una mera máquina de fabricar pesadillas e imágenes perturbadoras... o, en el peor de los casos, de jocosidad involuntaria. Por suerte, de vez en cuando salen al mercado algunos estudios que ponen al género en su sitio y nos demuestran que, más allá de esa intrascendencia absurda que nos pretenden vender, pocos géneros como el terror logran tomarle el pulso con tanta firmeza a la sociedad que engendra y consume sus propias pesadillas.


Es el caso de Monster Show: una historia cultural del horror, escrito por el historiador de cine, guionista y productor David J. Skal y editado por Valdemar Editores en su línea "Intempestivas" (en 2008, nada menos, aunque en Estados Unidos se publicó más de una década antes). El caso es que llevo más de medio libro leído y creo que ya os lo puedo recomendar sin reservas. Tal y como se puede leer en la contraportada, "El lúcido análisis histórico de esta obra plantea la hipótesis de que la ficción de terror ha cumplido siempre la función de recrear, como una inconsciente metáfora, los principales traumas y obsesiones sociales." Y quizás así contado, suene un poco a coñazo, pero os aseguro que el libro es de lo más ameno, claro e interesante. Quizás sólo le pueda sacar dos pegas: por un lado, que el subtítulo es engañoso, pues más bien debería haberse llamado "Una historia cultural del cine de terror americano", captando así las restricciones que hay en la obra, donde no se habla más que de cine y, casi en exclusiva, del americano; por otro lado, ocurre lo que suele pasar con la mayoría de manuales de este tipo, y es que le dedican muchas páginas al llamado "cine clásico" y, sin embargo, apenas llegada la década de los 80, se despacha corriendo y de malas maneras.


En todo caso, muy instructivo, pues te da una visión algo más compleja de un género que, pese a ser tan popular, es bastante desconocido en muchos sentidos. Una de las cosas que me ha llamado más la atención es cómo el auge popular de Lon Chaney y sus famosas caracterizaciones, a cual más monstruosa, coincide con la primera guerra mundial y el recuento de supervivientes con los rostros desfigurados debido a los estragos en el campo de batalla. Algo parecido ocurre con Frankenstein y sus múltiples secuelas, que de algún modo generan reverberaciones de esos cadáveres desmembrados en la guerra (amputados de los que la prensa no se hacía eco, pero sí a su manera la pantalla grande, como vemos).


Por otro lado, ¿es una coincidencia que el monstruo favorito del celuloide durante la segunda guerra mundial sea el hombre lobo encarnado por Lon Chaney Jr.? No lo parece, sobre todo si nos atenemos a las siguientes palabras del psicobiógrafo Robert G.L. Waite:

A Hitler le fascinaban los lobos. De niño estaba encantado con su nombre y siempre ponía de relieve que provenía del viejo alemán "Athalwolf", un compuesto de "athal" (noble) y "wolf" (lobo). (...) Al principio de su carrera política escogió "Herr Wolf" como seudónimo. (...) Bautizó su cuartel general en Francia Wolfsschlucht (barranco del lobo). En Ucrania su cuartel general se llamaba Werwolf."

Muchas casualidades juntas, ¿no?


Otras apreciaciones son, a simple vista, un tanto más obvias, quizás en tanto en cuanto nos ha tocado vivirlas de primera mano y ya hemos leído todo tipo de textos al respecto. Me refiero, por ejemplo, a la relación casi directa entre vampiros y SIDA en la década de los 90, donde la transmisión del vampirismo como enfermedad y a través de la sangre parecía una metáfora bastante evidente de lo que ocurre con una de las enfermedades más tristemente célebres desde la década de los 80 (ver, para más señas, el Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola o la Entrevista con el vampiro de Neil Jordan).

Como decía antes, la pena es que el libro no se adentre en el modo que ha evolucionado (e involucionado, que de todo hay) el terror en el nuevo milenio. Creo que hay mucho que decir al respecto.


Por último, quisiera despedirme con la exposición de una pequeña paradoja que vengo observando a raíz de tratar de vender una antología de cuentos de terror que escribí: precisamente en estos tiempos que corren de desgaste moral, de crisis económica y desastres naturales, ¿cómo es posible que las editoriales se atrevan tan poco con el terror, que es un género que a nivel popular se ha crecido precisamente en tiempos de crisis (según el propio Skal, porque la gente se alivia viendo que a otra gente le pasan cosas peores que a ellos mismos)? ¿Está cambiando la percepción de los lectores? ¿Quizás el lector del nuevo milenio prefiere capear los malos tiempos leyendo historias rosas de vampiros adolescentes metrosexuales? ¿Tal vez el nuevo terror sean las catástrofes naturales de films como 2012 o las pandemias metafóricas del género de zombies? Es una pregunta que dejo en el aire.

jueves, 4 de marzo de 2010

EL MISERERE

"Crujen... crujen los huesos, y de sus médulas han de parecer que salen los alaridos (...) La cuerda aúlla sin discordar, el metal atruena sin ensordecer; por eso suena todo, y no se confunde nada, y todo es la Humanidad que solloza y gime; o la más original de todas, sin duda, recomendaba al pie del último versículo: Las notas son huesos cubiertos de carne; lumbre inextinguible, los cielos y su armonía... ¡fuerza!... fuerza y dulzura."

Así arranca unos de los párrafos iniciales de El miserere, uno de los relatos de terror que más me impactaron en mi adolescencia. Curiosamente, no estaba escrito ni por Edgar Allan Poe ni por Howard Philips Lovecraft ni por ningún otro de los tradicionales popes del horror reconocidos a nivel mundial... sino nada menos que por Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer.




Como sabéis, Bécquer está reconocido como una de las figuras más importantes dentro del movimiento romántico español del siglo XIX. Su obra más famosa son las célebres Rimas y leyendas, que seguro que a más de uno os han obligado a leer en el instituto. Entre las famosas leyendas, que normalmente contenían elementos sobrenaturales o fantásticos, cabe destacar algunas como El beso, Los ojos verdes o El monte de las ánimas, todas ellas enmarcadas en mayor o menor medida dentro del terror gótico, contando con ambientes de corte romántico e ingredientes tales como espectros y apariciones. Si se me permite el atrevimiento, de algún modo, y por supuesto salvando las distancias en cuanto a producción y alcance, podríamos decir que Bécquer es a España lo que Poe fue a Estados Unidos.



Y de entre todas estas leyendas, es El miserere la que más hondo caló en mí. Ignoro si fue el modo en que estaba narrada (con un gran poder de sugestión, que ni con los años ni con la distancia pierde enteros, tal y como he podido comprobar releyéndola esta mañana), la fuerza de las imágenes que evoca o tal vez la historia de ese músico arrepentido que, a la búsqueda de un miserere que logre convocar el perdón de Dios, se topa con una terrible leyenda que se concreta de forma espeluznante en un desenlace de todo punto inolvidable. Aunque, posiblemente, el impacto se deba más bien a una sabia combinación de todos estos factores. Os dejo un enlace donde podéis leer el texto íntegro, os aseguro que no os arrepentiréis.


Como curiosidad, comentar que esta pequeña obra maestra del terror gótico (o así la considero yo), pese a que quizás no sea suficientemente conocida, o tal vez no en la medida que merece, fue adaptada en 1971 al cómic por el artista español Carlos Giménez en una obra de tan sólo cinco páginas, que recogía en toda su intensidad la aparentemente sencilla pero magnífica historia de Bécquer. Posteriormente, el cómic fue recopilado en el libro Sabor a menta (Glénat, 2005). Os dejo con una de las viñetas del mismo y, por supuesto, con una invitación a que leáis (o releáis) a este gran autor, temo que tristemente olvidado por las nuevas generaciones: Gustavo Adolfo Bécquer.