Pocos pondrán en duda que Darren Aronofsky es uno de los cineastas americanos más potentes y visualmente dotados de los últimos años. Con una filmografía relativamente escueta, ha tenido ocasión de demostrarnos ya en varias ocasiones que no es precisamente un artista convencional. Ahí tenemos, por ejemplo, su opera prima Pi, un ya clásico del cine moderno como es Réquiem por un sueño o la algo más incomprendida La fuente de la vida (lo siento, no soy demasiado fan de El luchador, pese a que seguramente es la más popular y premiada de las cuatro). No diré que con El cisne negro Aronofsky confirma su talento, pues este está más que confirmado, pero sí que pone una baldosa de oro en una carrera que está dando de sí todo lo que prometía y más.
En cierto modo, El cisne negro es una de esas raras películas que ponen a uno en evidencia a la hora de elaborar una crítica, convirtiéndose en una especie de espejo que refleja las carencias del crítico exactamente en la misma medida en que este intenta reflejar las de la película criticada. Un juego retorcido y tremendamente inteligente, sin duda. Y es que resulta de lo más fácil reducir la esencia de la película a una simple ecuación matemática, muy al estilo de los ejecutivos de Hollywood: Showgirls + La Mosca + David Lynch = El cisne negro. Y se queda uno más ancho que largo, mientras la película lo mira un poco de reojo como diciendo: "¿Y ya está? ¿Eso es todo de lo que eres capaz?" Porque, sí, es cierto que tal vez sobre papel, limitándonos a leer el guión original, el regusto que se nos quede es a déjà-vu, a una ecuación matemática que quiere dar como resultado algo distinto. Sin embargo, hay que ver las imágenes y escuchar los sonidos, en resumen, hay que enfrentarse a la traslación de papel a película viva para comprobar que no es que se pretenda conseguir algo distinto: es que se consigue. Y claro, a partir de ese momento, la ecuación matemática deja autómaticamente de ser válida.
Porque si una cosa es particularmente cierta de esta película es que gran parte de su poder de fascinación está en Aronofsky. Es asombroso cómo con su barita mágica logra hacer que las imágenes cobren vida, palpiten y nos estremezcan con una fuerza sobrecogedora. No sólo por el modo con que siempre acierta a la hora de tomar planos, sino por el uso de la banda sonora (fabulosa creación de Clint Mansell, indispensable para sumergirnos tanto en la historia como en los volubles estados de ánimo de la protagonista), esa puesta en escena de lo más acertada, los juegos de luces, el brillante juego con la post-producción (esos efectos de sonido tan sutiles, esa especie de aliento que emerge del pintalabios de Beth cuando Nina lo abre, esos gruñidos gorgoteantes que subrayan el vislumbramiento del "cisne negro" que hay en Beth y que, más adelante, tendrán su rima sonora en Nina)... y, por supuesto, una dirección de actores que sólo puede calificarse de virtuosa. Desde ese Vincent Cassel que exuda sexo decadente cada vez que aparece, hasta una Mila Kunis sencillamente hipnótica, pasando por una Barbara Hershey que logra convertirse en la encarnación perfecta de la madre castradora y dominante o, ¡sorpresa!, la olvidada Winona Ryder, que con tres apariciones mal contadas demuestra que no hay papeles pequeños, sino grandes actrices.
Porque si una cosa es particularmente cierta de esta película es que gran parte de su poder de fascinación está en Aronofsky. Es asombroso cómo con su barita mágica logra hacer que las imágenes cobren vida, palpiten y nos estremezcan con una fuerza sobrecogedora. No sólo por el modo con que siempre acierta a la hora de tomar planos, sino por el uso de la banda sonora (fabulosa creación de Clint Mansell, indispensable para sumergirnos tanto en la historia como en los volubles estados de ánimo de la protagonista), esa puesta en escena de lo más acertada, los juegos de luces, el brillante juego con la post-producción (esos efectos de sonido tan sutiles, esa especie de aliento que emerge del pintalabios de Beth cuando Nina lo abre, esos gruñidos gorgoteantes que subrayan el vislumbramiento del "cisne negro" que hay en Beth y que, más adelante, tendrán su rima sonora en Nina)... y, por supuesto, una dirección de actores que sólo puede calificarse de virtuosa. Desde ese Vincent Cassel que exuda sexo decadente cada vez que aparece, hasta una Mila Kunis sencillamente hipnótica, pasando por una Barbara Hershey que logra convertirse en la encarnación perfecta de la madre castradora y dominante o, ¡sorpresa!, la olvidada Winona Ryder, que con tres apariciones mal contadas demuestra que no hay papeles pequeños, sino grandes actrices.
Sin embargo, como ya habréis leído y oído constantemente, si hay alguien que se roba la función en este plano, ésa es Natalie Portman. Su trabajo alcanza precisamente la perfección que persigue su Nina, logrando algo tan complicado como desdibujarse por completo como actriz y dejar tras de si sólo el personaje. Son tantas las metamorfosis por las que pasa (y no me refiero sólo a las físicas), tantos lo estados de ánimo que refleja y los registros que explora, que como espectadores no podemos sino sentirnos agradecidos por semejante regalazo. Y lo mejor de todo, repito: a quien vemos en todas y cada una de las escenas no es a Natalie, sino a Nina. Una Nina poliédrica, que pasa de la inseguridad a la firmeza, del rechazo a la aceptación, de la fragilidad a la fortaleza, del abandono a la lucha, de la contención a la demencia más absoluta, de inspirar compasión a inspirar miedo... Más que un bombón de papel, un bombón de interpretación. Estoy convencido (una vez más) que, sobre el guión escrito, el rol no tenía la mitad de fuerza.
En resumen, una película fascinante que no hay que perderse, por mucho que nos gusten las matemáticas y las formulitas. Un cuento de hadas oscuro, oscurísimo, relectura libre de El lago de los cisnes que se adentra sin remilgos en el terreno del horror para hablarnos sobre la ambición desmedida, la locura, la represión sexual y, por encima de todo ello, la obsesión enfermiza por alcanzar la perfección... incluso a costa de perdernos nosotros mismos por el camino.
NOTA: Un poco off-topic, os comento que el próximo sábado 21:00 en Librería Fuentetaja, Madrid, a las 21:00h tiene lugar la presentación del libro "Taberna Espectral "(VVAA) de la editorial 23 Escalones, de la mano de Nuria C. Botey, Rubén Sánchez Trigos y un servidor. A las 21:30h, Sorteo de libros. Y a las 21:45h La Noche de Kruela: Presentación de la web La Casa de Kruela, y cuentacuentos de terror. Con la participación de Nuria C. Botey.
Superapetecible!!!!
ResponderEliminarPor fin, algo que ver en el cine. Muy agradecida por la crítica. Me fío e iré a verla (y rememoraré mis épocas doradas en las que hice ballet).
ResponderEliminarQué ganas de ver el cisne me han dado, oyes...
ResponderEliminarEste fin de semana no estaré en Madrid. De lo contrario, iría a tan terrorífico evento.
Me he quedado un poco sorprendido por ver aquí la reseña de esta película. Tal como la han presentado en algunos sitios parecía una cursilada sobre baile pero ya veo que no.
ResponderEliminarPor cierto: ¡Cómo me encantan esas entradas de listados que haces, tanto en este blog como en el otro!
Saludos.
Buenos dias,JaviQ.
ResponderEliminarSabes que llevo tiempo esperando esta película que supe por tí, y que me dejó alucinado el trailer que me recomendaste.
Ya veo que has podido verla para hacer tu percepción.
No tenía ni idea de la vuelta de Winnona, esa Winnona Forever que lució J.deep en su biceps y que finalmente borró)pero que los demás no pudimos.
Tampoco sabía que este director tenía esas peliculas anteriores, fijaté si leo poco ya de revistas de cine que debería empezar de nuevo.
Bss!