martes, 27 de septiembre de 2011

ENTREVISTA A EMILIO BUESO




Javier Quevedo Puchal: Para resumir, Diástole es la historia de un pintor francés maldito que, a lo largo de varias sesiones, irá conociendo al modelo que posa para él, un misterioso extranjero de pasado y presente turbio. En el caso del extranjero, me quedaron claras las exigencias que definieron su nacionalidad y origen, pero en el caso de Jérôme ¿por qué francés precisamente?


Emilio Bueso: Un pintor impresionista que ha salido rebotado del mundo de las galerías de arte y la vida bohemia, conduce un Talbot Horizon… Hum, alguien así probablemente sea francés. Chino desde luego que no.


J. Quevedo Puchal: De algún modo, tanto Jérôme como su modelo son grandes fracasados, gente que lo ha perdido todo y hace tiempo que tocó fondo. Sin embargo, solo en el caso de Jérôme detecto cierta «simpatía» por tu parte hacia ese estado… o al menos, hacia ese tipo de personaje. ¿Observas esa misma ambivalencia?

Emilio Bueso: Los lectores sienten más atracción por Iván, un tío que tuvo que enfrentarse a la URSS para poder huir con la mujer que amaba, pero yo como narrador encuentro mucho más interesante la historia de Jérôme. Jérôme se resiste a perder su humanidad incluso cuando se ha convertido en un arrastrado terminal, en un pieza que todavía no ha podido visitar la tumba de su padre para no faltar a su trabajo de teleoperador de una línea de porno sádico.

¿Por qué me tira más el pringao? Pues porque fulanos como el primero los hay a patadas en la literatura contemporánea, pero personajes como el principal de esta novela pues me temo que no se han visto muchos… Supongo que he tratado de alcanzar una nueva cota dentro del mundillo de las novelas de perdedores.


J. Quevedo Puchal: El libro está narrado en primera persona desde el punto de vista de Jérôme, que tiene una voz bastante caótica y turbulenta. Por el contrario, cuando Iván le explica su historia, es él quien domina la narración, con una voz mucho más calmada, ordenada y, en cierta forma, uno diría que acechante. Yo me sentía más a salvo, por así decirlo, cuando hablaba Jérôme, pese a que ya digo que su voz es más frontal e impetuosa. ¿Era esa la sensación que pretendías crear con este contraste?
Emilio Bueso: Jérôme es un pintor fallido que lee poesía y se degrada de chute en chute. Iván, un tío que fue educado para integrarse en la alta sociedad y que ha tenido que ir de chulo de putas a terrorista para poder esquivar a Moscú. Los dos son príncipes y mendigos, pero ninguno es demasiado «maljode».
Con semejante elenco de personajes principales uno tiene que ir con cuidado si no quiere que suenen igual. Me hacía falta darle un carácter a la expresión de cada uno, así que opté por asignarles una dosis de pólvora bien distinta. Por eso cuando habla el yonqui todo es nervio, hambre, fiebre y agonías mientras que cuando habla el forajido el discurso se vuelve más frío y sereno.

Resulta difícil escribir una novela en primera persona con estos mimbres. Supongo que es uno de los andamiajes literarios que más me costó situar.


J. Quevedo Puchal: Creo que uno de los grandes logros de Diástole es que, pese a contener elementos paranormales, logra que lo más paranormal sean precisamente los componentes más enraizados en la Historia con mayúsculas, tanto en cuanto a escenarios como en cuanto a pasajes históricos reales. Ahí tenemos esa San Petersburgo de noches cortas que a veces muestras con un hálito casi fantástico o ese asedio nazi a Leningrado al que insuflas un aliento pesadillesco, casi infernal. ¿Querías de forma consciente que lo real se confundiera con lo fantástico incluso en aspectos como estos?
Emilio Bueso: Lo que quise fue trabajar con los escenarios más potentes que ha dado Europa. Leningrado fue la mayor barbarie de la historia de la guerra moderna. Chernóbil, la peor catástrofe que ha dado la ingeniería civil hasta la fecha. San Petersburgo es un congelador cargado de carne humana, la única megalópolis situada en un círculo polar… Todo es un infierno cuando llevas la realidad a sus extremos.

J. Quevedo Puchal: Hablando de infiernos, justo en este concepto pensé en todo momento cuando hablabas de Chernóbil (otro de los escenarios que retratas con un pulso de todo punto paranormal). De hecho, la división de la zona contaminada en círculos concéntricos, cuyo nivel de radiactividad se va incrementando conforme uno se acerca al centro, me recordó en todo momento a la descripción del infierno según Dante en La divina comedia. ¿Tenías esta referencia en mente cuando lo escribiste?
Emilio Bueso: La referencia a La divina comedia no es una creación mía ni otro de mis símiles osados, es una mención habitual en el lugar. Los actuales habitantes de las zonas de Chernóbil la emplean a menudo para referirse a los distintos niveles concéntricos de radiación que va uno atravesando a medida que se aproxima al reactor que estalló. No me preguntes como documenté todo eso y no te contaré mentiras.

J. Quevedo Puchal: A pesar de que encierra una reflexión bastante sombría sobre la naturaleza humana, considero que Diástole también tiene mucho de drama romántico. La historia de Iván es, en cierta medida, la de un romance truncado. ¿Cómo te las ingeniaste para combinar en una misma novela denuncia, realismo sucio, terror y drama romántico sin que se le vieran las costuras al invento?
Emilio Bueso: Una vida de mierda probablemente sea un cóctel de miedos, pasiones frustradas, cruda realidad y mil cosas sobre las que cagarse. Algo así carece de costuras, y todo el mundo lo ha visto pasar. En tu escalera seguro que más de la mitad de los vecinos lo hacen a diario.

J. Quevedo Puchal: Se ha hablado mucho de tu acierto a la hora de describir los chutes de Jérôme, a los que dotas de un perfil claramente poético, asentado sobre metáforas. Sin embargo, no he oído hablar tanto de la paleta de colores que ve el pintor cuando comienza los preparativos de la primera sesión, pese a que creo que te ciñes al mismo recurso que en la descripción de los chutes. La verdad es que tengo que quitarme el sombrero ante tu habilidad para concretar de forma tan bella ideas tan abstractas, pues es algo que últimamente quizá solo he visto reflejado de forma más o menos similar (puede que no tan impetuosa) en el relato «La bruma», de David Jasso. ¿Piensas que esta decisión literaria es arriesgada, sobre todo si tenemos en cuenta que demasiados lectores actuales quieren que les den todo masticado y no aprecian los detalles de este tipo?


Emilio Bueso: El actual panorama de la literatura de género está plagado de novelas de ochocientas páginas en las que no aparece ni una puta metáfora potente. ¿Para qué hacer otro libro como esos, si hasta los señores que los escriben los olvidan al poco de verles el punto final?

No me interesa hacer literatura con literales. Eso ya lo hice en mi primera novela y comprendí enseguida que la prosa llana predominante ahora mismo puede ser redactada por alguien que no tiene nada que decir y ser leída igual que se leen las facturas. En cambio, dime, ¿cuánta gente ha incorporado la prosa poética a la narrativa de terror contemporáneo? ¿Hay algún autor en este nicho que tenga una vena lírica predominante? ¿Y cuántos buscan su propia voz?

No sé. Supongo que lo último que necesita este mercado ahora es a otro prosista clónico. Leo antologías tematizadas y luego confundo a los autores cuando me los presentan. Rediós, ¿es que nadie intenta desmarcarse empleando técnicas narrativas más elaboradas? ¿Todo el mundo pretende escribir novelas como el que escribe crónicas de partidos de fútbol? ¿Entonces para qué tenemos tanta diversidad editorial, si las tramas y las temáticas se repiten como el ajoaceite?


J. Quevedo Puchal: Otro de los aspectos de los que no he oído hablar demasiado es el humor en la novela. Y sin embargo, lo tiene, sobre todo cuando adoptamos el punto de vista de Jérôme, cuyo patetismo me llegó a arrancar más de una carcajada. De hecho, debo decir que esa voz cínica y cargada de mala uva es la que más me recordó al Emilio Bueso que yo conozco. ¿Algo que alegar en tu defensa?

Emilio Bueso: Me declaro culpable.


J. Quevedo Puchal: Cuando llegué al pasaje en el que explicas los porqués más o menos paranormales de determinadas obras pictóricas, pensé: «He aquí un autor a quien el gran público le importa tres pimientos». Es más, confieso que tuve que googlear muchas de esas obras, tan solo por mera curiosidad. Así que, con franqueza, me maravilla tu ausencia total de miedo a la hora de cuajar la obra con referencias que poca gente captará.

Emilio Bueso: Referencias pictóricas que luego todo el mundo está buscando en Google. Hay por ahí una reseña en un blog que hasta las ha empleado para decorar el post. Pero yo lo que buscaba al citar unos óleos bien poco conocidos y estudiados era precisamente lo contrario. Quería dejar al lector sin una imagen tras la revelación final, para que fuera su imaginación la que diera forma a esa sorpresa horrible que sus ojos no han visto. Es lo que tiene la sugestión, que en narrativa de terror funciona mucho mejor que la descriptiva. Otro de los motivos por los cuales empleo descriptiva simbólica y no literal: así me ahorro el tener que redactar describiendo poco o mal, como acaban haciendo muchas de las figuras de este género, que suelen limitarse a insinuar o a retratar lo horrible de manera figurativa, y así de paso aceleran el ritmo narrador.


J. Quevedo Puchal: Si tuviera que sacarle una pega a Diástole, tendría claro cuál sería: el pasaje en el que Iván narra todos los años que pasó alejado de Ksyusha. Tuve la impresión de que de pronto tenías muchas prisas por rematar ese apartado, pues lo facturas en apenas un par de páginas, si mal no recuerdo. A mí como lector me descolocó ese aceleramiento en el ritmo de la prosa, sobre todo cuando contrasta de forma tan abrupta con el flujo de lo leído hasta el momento. No acabé de ver muy acertado que finiquitaras en apenas dos páginas, casi a modo de mera enumeración, años enteros de la vida de Iván, sobre todo cuando están repletos de acciones interesantes que me hubiera gustado conocer en mayor profundidad. ¿Cómo lo ves tú?

Emilio Bueso: Sí, esto me lo ha dicho mucha gente. Lo cierto es que buena parte de esas páginas que echas en falta las escribí y luego fueron pasto del tijeretazo final. ¿Por qué? Pues porque la trama perdía el norte sin Ksyusha, algo se aflojaba en la novela cuando ella salía del trasfondo. ¿Vas a contar una historia de amor sin la chica? ¿Para qué? ¿Y cómo se plantea la historia de un hombre amargado por alguien que está durante años en paradero desconocido? Nah, fuera.

Además, son años enteros con Iván fuera de todo control y el imperio ruso resquebrajándose. El setting y el reparto me daban para hacer una novela entera. Conque mejor dejarlo estar. Es que ni tiempo ni marco ni tratamiento, era otra historia. No pintaba nada dentro de Diástole.


J. Quevedo Puchal: No me parecería justo terminar la parte de la entrevista dedicada a la novela sin hablar un poco de determinado arquetipo de la narrativa de terror al que das un giro muy personal en Diástole. Sin embargo, tampoco quisiera generar ningún spoiler. Así pues, te paso a ti el «marrón»: sin desvelar demasiado, háblanos un poco sobre qué quisiste aportar con tu novela a este arquetipo.

Emilio Bueso: Me apetecía pegarle una patada en la cabeza a la gente que lee sobre vampiros que van al instituto.


J. Quevedo Puchal: ¿Qué es lo siguiente que tienes en la recámara? ¿Por dónde van los pasos de Emilio Bueso?

Emilio Bueso: Ya no tengo ganas de plantear narraciones intimistas y viscerales sobre tíos que lo pasan mal, ahora pienso publicar una novela hecha para desguazar el mundo. Estamos montados en un tren bala sin piloto al que le sobran millones de personas. Nada me parece más terrible que eso. Y tengo una extraña fijación con el peligro que tienen los niños, ahora que acabo de ser padre. No veas la que voy a liar con todo esto, en el 2012.


J. Quevedo Puchal: Más o menos ya conozco tu perspectiva, pero por si algún lector la desconoce: ¿cómo ves el panorama actual del género de terror?, ¿crees que viene a ser el mismo en España que fuera?

Emilio Bueso: Pues no. Fuera de España este género tiene un gran número de lectores. Y, por ende, autores profesionales, de encargo, de paso, de reemplazo… Yo en cambio formo parte de un panorama literario compuesto por escritores suicidas y editores intrépidos. Aquí no intentamos ganarnos los garbanzos con esto porque no hay forma humana, así que nada de estudios de mercado ni de novelas de fórmula: en este panorama la auténtica apuesta consiste en hacer algo grande y que el tiempo ponga a cada cual en su sitio.


J. Quevedo Puchal: ¿Qué provoca terror a Emilio Bueso?

Emilio Bueso: Casi cualquier cosa. Soy un cagueta. Tengo sueños horribles que luego vuelco en novelas espantosas que me producen pesadillas todavía más horribles. Me estoy enroscando sobre mi propio eje, como un tornillo de presión. Al final reventaré. Y os lo pondré todo perdido de mierda.

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